Por Juan Manuel Lozita*
La Voz del Interior, 20-11-14
Una vez más, los argentinos celebramos la
reafirmación de la soberanía nacional sobre nuestros territorios y mares a
partir del hecho histórico del combate militar denominado Vuelta de Obligado,
sucedido el 20 de noviembre de 1845.
Ese día, el ejército de la Confederación
Argentina inició una serie de enfrentamientos bélicos con las armadas
imperiales de Gran Bretaña y Francia, que impunemente buscaban imponer el
comercio ilegal que afectaba a nuestras incipientes industrias nacionales, y la
libre navegación de nuestros ríos interiores.
La bravura de las tropas argentinas, bajo el
mando del general Lucio N. Mansilla, y las diversas estratagemas militares
empleadas desde Obligado hasta Angostura del Quebracho (4 de junio de 1846)
hicieron que las potencias imperiales de Gran Bretaña y Francia rindieran
honores a la enseña nacional y se allanaran a las condiciones de paz
establecidas inteligentemente por Juan Manuel de Rosas y su brillante ministro
de relaciones exteriores, Tomás Guido.
Importancia actual
Si extrapolamos la noción de soberanía de
aquellos tiempos a nuestros días, es necesario admitir que la guerra no debe
ser opción preferencial en sí misma, pero el concepto de soberanía sigue
teniendo importancia a la hora de explicar algunos problemas estructurales que
nuestro país padece.
Nadie puede negar que hoy la lucha contra el
narcotráfico es una cuestión de soberanía. Que otros poderes discutan al
Estado-nación su poder de imperium sobre el territorio y que ciertos sectores
de la población no puedan ejercer sus derechos y obligaciones ciudadanas por
estos grupos irregulares y paraestatales nos indica que la soberanía es un tema
de actualidad en la agenda política del país.
Eso repercute de manera indefectible en el
fomento de grupos criminales que generan circuitos informales en la economía,
con consecuencias conocidas en la seguridad ciudadana y en el tejido social de
nuestra patria.
Basta con mirar los millares de jóvenes
perdidos en la incultura de la droga y sus flagelos para dimensionar la
problemática y decidir que es de sentido común implementar políticas públicas
integrales contra el narcotráfico y no caer en el eufemismo de tratar de
recuperar de las adiciones a los jóvenes cuando sus verdugos se pasean
alegremente por nuestras calles y fronteras.
La entrega vil de los recursos del petróleo y
gas de esquisto (no convencional) a grandes multinacionales y al capitalismo de
“amigos” a que nos tiene acostumbrado el gobierno de turno es un tema de
actualidad soberana.
Nuevamente, una Argentina pletórica de
recursos (esta vez en Vaca Muerta), en lugar de hacer un uso racional e
inteligente de ellos, decide emprenderse a una actividad que no conoce y
asociarse con los que fueron hasta hace poco sus enemigos, entendidos como
capital concentrado y financiero, que poco tiene que ver con el modelo nacional
y popular que se vocifera.
Nuestra soberanía también se jaquea cuando se
discute el tema de la deuda pública nacional que ya supera los 400 mil millones
de dólares, si tenemos en cuenta la deuda intraestado, deuda externa, pasivo
del Banco Central, organismos autárquicos, Banco de la Nación Argentina, Pami,
Anses y deudas de provincias-municipios.
Esta es una verdadera espada de Damocles que
condiciona la viabilidad política del Estado argentino y ahoga a cualquier
gobierno que pretenda no resolver el tema y prologar la agonía hacia adelante.
Los Kirchner lo saben bien, porque mintieron
al pueblo argentino acerca de la verdadera entidad del problema de la deuda y
luego de 10 años, el iceberg (los
holdouts ) se asoma y pone en jaque a toda una economía que se encuentra
en recesión e inflación ascendente.
Territorios
Por último, Malvinas y Antártida son la
disputa territorial más grande del mundo, con más de un millón de kilómetros
cuadrados en juego con Reino Unido y Chile.
La clase dirigente no entiende el terrible
desenlace de una guerra que terminó hace más de 30 años, pero cuyas
consecuencias políticas, como toda derrota militar, implican al derrotado, y
que la versión criolla del Tratado de Versalles sigue vigente con los tratados
de Madrid y Londres de 1990.
Argentina no puede aspirar a ser un país
soberano si mantiene un desarme y una desmovilización de sus Fuerzas Armadas en
un vasto territorio bicontinental y con un extenso mar territorial.
Es impensable que el país tenga una política
exterior creíble y coherente sin un componente militar que disuada a sus
adversarios de las decisiones geopolíticas y estratégicas que tome.
En definitiva, con estos cuatro ejes
(narcotráfico, deuda pública nacional, Vaca Muerta y Malvinas-Antártida)
queremos demostrar que la soberanía política y nacional debería estar en la
agenda de cualquier clase dirigente que se precie como tal.
Pero la bravura de Obligado y la inteligencia
de Angostura del Quebracho son dos cualidades que escasean en la Argentina de
hoy.
Por lo tanto, urge que seamos artífices del
surgimiento de una nueva clase dirigente que valore su pasado como tal, con sus
luces y sus sombras (y no simplemente que reniegue de él), que sea coherente
con el presente que vive y se proyecte estratégicamente hacia un futuro en
común como nación que somos y merecemos ser.
*Presidente de la fundación 20 de Noviembre,
politólogo y magíster en Gestión Política