Alberto Buela (*)
I.-
Breve historia del texto
El
Protréptico nos ha llegado en forma de fragmentos y es una exhortación a la
conversión a la vida filosófica.
Aristóteles
afirmando la tarea del conocimiento filosófico como “vida teorética que guía la acción política”, obedece directamente
al ideal platónico. Con esta actitud como lo había hecho diez años antes en su
primerizo diálogo Grylos ó Sobre la
retórica, se enfrenta abiertamente al ideal isocrático.
Como
es sabido durante la primera mitad del siglo IV a C. había en Atenas dos
escuelas que se encargaban de la enseñanza de la educación superior: la
academia platónica y la escuela isocrática. Entre ellas existía una rivalidad
manifiesta que se acrecentaba día a día y que era causada, según la opinión
extendida de los especialistas, porque la academia y la escuela fueron en
realidad centros de formación política. Así tendían a los mismos fines,
pretendían una formación en el dominio humanístico e intentaban obtener la
atención de aquellos que tenían el poder, para así ganar influencia política,
pero la diferencia en los ideales educativos las separaba substancialmente.
Para
Isócrates el saber estaba constituido por la retórica, por el arte de discutir
bien, mientras que para Platón el saber estaba constituido por la dialéctica,
como actividad puramente teorética en tanto ciencia de las ideas.
La
retórica se realiza en vista de una cierta actividad práctica, por ejemplo, el pleitear
en los tribunales. La dialéctica es una actividad puramente especulativa. Una
encarna el ideal del humanismo retórico literario y constituye la enseñaza para
la vida burguesa, mientras que la otra propone un humanismo filosófico
científico y representa la enseñanza para la vida teorética o contemplativa. Al
respecto afirma W. Jaeger “Ante el mundo
burgués de Isócrates, Aristóteles en el protréptico demuestra su posición en
favor de la vida teorética” [2]
Para
unos la cultura significa el ejercicio de la retórica teniendo por fines la
utilización política práctica, dirigida al triunfo social. Para otros, la
cultura es el conocimiento rigurosamente teorético de los principios que
informan la realidad y que deben poseer los que participan del gobierno del
Estado. En términos modernos podríamos decir que la escuela de Isócrates estaba
dirigida a la formación para la sociedad civil mientas que la Academia lo era para el
Estado.
Como
género literario la forma protréptica fue utilizada profusamente por los
sofistas como uno de los elementos constitutivos de su nuevo método de
enseñanza. Ahora, si recordamos que Gorgias fue el maestro de Isócrates y que
éste último nos ha legado por lo menos dos protrépticos, como nos cuenta I.
Düring: “No mucho después del 373
Isócrates escribió su pros Nikoklea, un
protréptico dirigido al joven rey lleno de buenos consejos. Poco después
escribió su segundo protréptico Nikoles he Kyron, esta vez en forma de diálogo ficticio mantenido con Nicocles”[3]
En
forma de carta personal Aristóteles se dirige a Temisón, rey de Chipre, cuando
en realidad la isla estaba gobernada por ocho reyezuelos que se la dividían.
Jaeger ve una influencia del Eutidemo así
como en el primerizo Eudemo ve la
influencia del Fedon. Pero en
realidad, Aristóteles al adoptar el género protréptico adopta un género que era
especialidad de Isócrates y no de Platón.
Basándonos
en los protrépticos que se han conservado, podemos decir antes que nada que se
trata de un llamado a la conversión, a la metanoia
y que en su forma representa algo muy parecido a un sermón eclesiástico
para ganar prosélitos. Encontramos aquí las dos razones de mayor peso por la
que este género fue adoptado por la
Iglesia desde los primero tiempos.
El
género protréptico es una exhortación a la conversión a la vida filosófica en
el caso de Aristóteles y que cambia a sermón en la Iglesia para la conversión
a la vida cristiana.
Teniendo
esta idea fuerza presente hemos propuesto organizar el texto del Protréptico a
diferencia de I.Düring y, obviamente de D.Ross y R.Walzer, de la siguiente
manera: una introducción o proemium que indica a quién va dirigido y cuál es el
objeto a tratar; un medio o desarrollo donde se demuestra que lo propuesto es
posible, ventajoso, relativamente fácil y útil a la vida práctica y, finalmente,
una conclusión a extraer según la cual podemos decir que conforme a las
indicaciones dadas se llegará a la mayor felicidad.
Nosotros
proponemos como esquema básico a los efectos de lograr una lectura coherente
del texto Protréptico el siguiente:
Proemio
Frag.
1: se especifica a quien va dirigido
Frag.
2 a 5: establecimiento del tema principal
Frag.
6: qué significa hablar de filosofía
Frag.
7 a 9: valor del conocimiento filosófico para la vida política y práctica
Cuerpo
apologético
Frag.
31 a 37: la filosofía es posible
Frag.
38, 39, 40 y 53: la filosofía es ventajosa
Frag.
54 a 57: la filosofía es fácil
Frag.
41, 58 a 77 y 97 a 103: la filosofía es algo deseable
Frag.
42 a 52: la filosofía es útil a la vida práctica
Conclusión
Frag.
10 a 30: según el orden natural la tarea filosófica es el fin del hombre
Frag.
78 a 96: en la filosofía se encuentra la felicidad
Frag.
104 a 110: se debe filosofar o decir adiós a la vida
En
cuanto a la proyección del texto convendría decir que gozó de gran notoriedad
por lo menos hasta la época de San Agustín, entre los padres de la Iglesia , a través de
Cicerón quien se inspiró en el Protréptico de Aristóteles para redactar su Hortensio, texto también perdido. Sobre
la base de los fragmentos rescatados a partir del trabajo de Ingram Bywater en
1869 que mostró el paralelismo perfecto entre capítulo IX del protréptico del
neoplatónico Jámblico, copia textual del de Aristóteles, y el fragmento 26 del Hortensio de Cicerón se reestableció el
Protréptico.
Y
la prueba evidente de la influencia del protréptico de Aristóteles a través de
la obra de Cicerón nos es dada por el propio Agustín cuando afirma: Cicero cum vellet in Hortensio dialogo ab
aliqua certa de qua nullus ambigeret sumere suae disputationis exordium: “Beati
certe, inquit, omnes esse volumus”[4]
. Que es el mismo texto que deslumbró a Bywater por su coincidencia total con
el de Jámblico: “pantes anthopoi
boulometh`eu prattein. Esto constituye un ejemplo excepcional de una
tradición comprendida como la transmisión de una cosa valiosa de generación en
generación, pues la cita fue extraída del Eutidemo
278 e de Platón por Aristóteles para su Protréptico,
Jámblico para el suyo y Cicerón la toma de éste para su Hortensio y es retomada finalmente por
San Agustín sin la mínima alteración para no deformar la idea.
La
influencia se extendió a otros pensadores de la patrística. Esto queda claro en
el trabajo de I. Düring quien rastreó que Máximo el Confesor es considerado
como la fuente mayor de los fragmentos 2-5 (Chap. Téol. 584, Migne Patr. 91, col 824). A la vez que encontramos textos
paralelos: cinco en San Agustín, tres en Clemente de Alejandría, y uno más en
San Máximo. Pero además de los textos paralelos, argumentos textuales: tres en
San Agustín, cinco en San Basilio, nueve en Clemente de Alejandría, dos en San
Gregorio Nacianceno y uno en Tertuliano. Treinta referencias directas a un
texto breve como el del Protréptico en lo que concierne a los Padres de la Iglesia , nos muestran
claramente que su influencia sobre la conformación del primer pensamiento
filosófico cristiano fue determinante.
II.-
Interpretación
Nuestra
interpretación del Protréptico parte de la base que se trata de un género propio[5] y no
un diálogo, como corrientemente se ha interpretado a partir de la lectura de
Werner Jaeger. Es una exhortación en donde se invita a convertirse a la vida
filosófica. Su argumentación principal es la famosa ley de Clavius o inferencia
de consecuentia mirabilis, según la
cual: hay que filosofar o no hay que
filosofar, si hay que filosofar, filosofemos y si no hay que filosofar
igualmente tenemos que filosofar para demostrar que no hay que filosofar. La
conclusión es que necesariamente siempre hay que filosofar.
Esta
necesidad de filosofar no se desarrolla sobre un mundo de ideas a la manera de
Platón sino sobre el orden natural de las cosas, jerárquicamente organizado, a
partir del cual el hombre sapiente phrónimos
extrae los principios éticos del buen obrar. En las obras posteriores de
Aristóteles este phrónimos termina
transformándose en un spoudaios, el
hombre íntegro y diligente.
Hemos
rechazado la traducción habitual de phrónesis
por sabiduría, porque así se traduce habitualmente en Platón, lo cual
implicaría una implícita toma de posición en la lectura del texto, que entraría
en la línea interpretativa de W. Jaeger, que es quien alienta esa traducción.
Pues, como todo el mundo lo sabe, para él, el Protréptico: “viene a ser un manifiesto en favor de la
vida platónica, y de la filosofía platónica para alcanzarla” [6]
Nosotros
creemos que esta es una verdadera exageración y así hemos optado por traducir phrónimos por sapiente y phrónesis por sapiencia, porque nuestra
menospreciada lengua castellana[7] es la
única de las lenguas modernas que sin forzarla así lo permite.
Sapiencia
no es otra cosa más que poseer saber y experiencia a la vez, y sapiencial es
ese conjunto de saberes útiles a la vida tanto contemplativa como práctica. Y
como éste y no otro es el sentido del concepto de phrónesis en el Protréptico, así lo tradujimos. Pues como es un
concepto que implica la identidad entre conocimiento teórico y conducta
práctica, afirmamos que la equivalencia de phrónesis=sapiencia
es la correcta.
Según
nuestra opinión la idea fundamental que recorre todo el texto del Protréptico
es la del orden natural. Es decir, la idea según la cual la totalidad óntica
está constituida por partes que se relacionan formando un cosmos, esto es, algo
bello. Ahora bien, esta relación proporcional no se da regionalmente, como
propone la fenomenología por regiones de entes, sino jerárquicamente. Y a su
vez esta jerarquía está dada según la supremacía de los fines para los que
están dispuestos los entes.
Así,
para ejemplificar, tomemos el caso del alma. Ella está constituida por dos
partes, “una tiene razón e inteligencia
lógon kai diánoian que dirige keleuei y prohíbe y dice lo que debemos o no
hacer” (frag. 61). Y la otra que “le
sigue to d´epetai y cuya naturaleza es ser gobernada arjesthai” (frag. 60).
Ahora bien, esta parte superior del alma es “nosotros mismos= heméis esmén”. Es la parte que conforma nuestra
personalidad. El fin de esta parte suprema es “el decir la verdad sobre las cosas”[8]
Este
decir la verdad sobre la realidad es la más noble tarea del alma, de modo tal
que “es evidente que el hombre sapiente
existe en el más alto grado y en el propio sentido, sobre todo cuando ejerce
esa capacidad, y contempla aquello que es lo más cognoscible de las cosas” (frag.86).
Y, ¿qué es aquello que es lo más cognoscible de las cosas? Nosotros rechazamos
aquí aquellas interpretaciones platónicas de Aristóteles que sostienen que el
sapiente del Protréptico contempla Ideas en sí a la manera del sabio platónico
y, sostenemos que lo más cognoscible de las cosas son los primeros principios
del ser, que el hombre sapiente los proyecta necesariamente en el obrar.
Recordemos aquí al legislador del fragmento 47 que sostiene que: el legislador debe tener ciertos puntos de
referencia tomados de la naturaleza misma y de la verdad”. Esta
convertibilidad de physis y alétheia muestra
como para Aristóteles el orden natural implica al mismo tiempo un orden moral.
Para comprender mejor esta proposición es necesario considerar los rasgos
fundamentales de la doctrina de la phrónesis
tal como aparecen expuestos a través de los fragmentos 46 al 51, que son
los equivalentes al fragmento 31, según la nomenclatura de Walzer y Ross.[9]
En
fin, podemos resumir la doctrina de la phrónesis
de la siguiente manera: a) para ser buen médico, buen gimnasta, es
necesario tener un conocimiento experimental de la naturaleza, pero para llegar
a ser legislador es necesario también tener un conocimiento experimental de la
naturaleza, pero aun mayor. b) como es a través de la phrónesis que el filósofo (aquí hay una
equivalencia entre los términos de filósofo (frag. 48), legislador (frag. 49) y
político (frag. 47)) contempla las primeras cosas según su naturaleza y su
verdad. c) y es a partir de éstas que se obtienen las normas para juzgar lo que
es justo, lo que es bueno en cada ocasión hic
et nunc (frag.47). d) para finalmente obrar, “puesto que sólo a la filosofía pertenecen las leyes estables y las
acciones correctas y nobles” (frag. 47). En definitiva, como lo dirá más adelante:
“todo lo que es bueno y útil para la vida
humana, depende del uso y de la acción y no solamente de la contemplación”
(frag.52). O mejor aún, “el fin es el
punto de partida del pensamiento y la conclusión del pensamiento es el punto de
partida de la acción” (EE. 1127 b 33).
El
hombre sapiente tiene un gran libro donde leer: el de la naturaleza, que a
través de su orden deja entrever “la
intencionalidad que la guía physeos bulématos (frag.10). Y que esta
intención de grado superior que la conduce a sus fines propios no puede ser
otra que la voluntad de Dios que la mueve por aspiración y no por creación como
sucede en la visión creacionista.
Ahora
bien, como “los hombres no poseen nada
que sea divino y bienaventurado, salvo esa cosa que merece nuestros esfuerzos;
lo que hay en nosotros de entendimiento y sapiencia, y sólo eso de todo lo que
poseemos parece ser inmortal y divino athánaton kai théion” (frag. 108). Podemos decir entonces
que “el entendimiento nous es en nosotros el dios porque la vida mortal
participa de un Dios” (frag. 110).
De
modo tal que, por aquello que Aristóteles afirmará reiteradamente siguiendo a
Platón y éste a Empédocles, “lo semejante llama a lo semejante”, el fin final
del hombre, el fin supremo de su existencia terrenal será éste.
De
modo tal que expuesto el ejemplo del alma, ¿qué deducimos de ello? Que el mejor
y supremo fin del hombre es vivir de acuerdo con esta parte del alma llamada
entendimiento nous, puesto que ella
participa de un dios y dado que lo semejante llama lo semejante es probable que
viviendo de esa manera accedamos a la inmortalidad, pues “en la medida de lo posible debemos inmortalizarnos” (EN, 1177 b
35).
Pero,
y aquí arribamos a la cuestión fundamental ¿qué es vivir según el entendimiento?
Es obrar en coincidencia con el fin natural de los entes, o dicho de otra
manera, es adecuar nuestra acción a la intención que guía indirectamente cada
uno de los entes. Y ¿cómo se hace manifiesta al hombre esa intencionalidad que
guía la naturaleza? A través de los fines propios a los cuales está dispuesta
la cosa.
Se
ve claro entonces que el fundamento metafísico implícito de la ética en el
Protréptico es el principio teleológico que extraído de la ciencia de la
naturaleza nos muestra el orden, que no es otra cosa que la regularidad [10]de
las partes que tienden a un fin, de los entes cuando no son sacados, violencia
mediante, de sus fines específicos.
La
razón de ser de este espíritu teleológico se encuentra en la causa final en el
sentido pleno que le ha dado Herman Bonitz operis
alicuius perfectio et absoluto[11].
Pues no se puede olvidar que “la causa
final es un fin de una naturaleza tal que ella no existe en vista de otra cosa,
sino que es en vista de ella que las otras cosas existen” (Cfr. Met. 994 b
11 e; igualmente 996 a 24-27).
Es
así que el joven Aristóteles con sus escasos treinta y dos años pudo escribir
bellamente en el Protréptico: “Si un
barco debe existir para que pueda navegar por la mar, este fin explicará la
existencia del barco” (frag. 15).
Nota Bene: nuestra experiencia de cuarenta años en estudios
sobre filosofía antigua con la acumulación de medio centenar de artículos anotados
y publicados sobre la disciplina, nos muestra como entre nosotros, aquellos que
utilizamos la lengua castellana para expresarnos, no nos tenemos en cuenta. En
este caso puntual del Protréptico de Aristóteles hemos visto como autores posteriores
como el colombiano Fabio Ramirez S.J., los españoles González Escudero, Megino
Rodríguez, Vallejo Campos, las argentinos Claudia Seggiaro y Rodolfo Buzón, se
desgañitan citando autores ingleses, franceses, alemanes y, eso sí, a ellos
mismos, pero nunca a un autor de su misma lengua. Esa mentalidad colonizada y
colonizante es lo que hace hervir la sangre. Eruditos al ñudo que imitan y para
colmo imitan mal. ¿Existe acaso algún autor inglés, francés o alemán que cite
algún trabajo en español en filosofía antigua? No, no existe. Pierre Aubenque,
que es un señor, un honnete homme y
que lee castellano, en su extensa bibliografía de 305 títulos y autores de su
famoso Le problème de l´etre chez
Aristote solo cita un trabajo que es el del profesor argentino don Diego
Pró. Exactamente lo mismo sucede con el voluminoso Aristóteles de Ingemar Düring, quien sobre más de 500 títulos solo
cita un trabajo del buen profesor español don Luis Cencillo. Qué podemos
esperar del resto, que nos miran del rabo de ojo a un costado: nada de nada. Es
hora que en filosofía comencemos a preferirnos a nosotros mismos. Esto es, a
aquellos que forman parte de nuestra ecúmene cultural. De lo contrario
seguiremos a la cola de un carro que conducen otros.
(*)
arkegueta, aprendiz constante
Universidad
Tecnológica Nacional (UTN- Buenos Aires)
[1] Conferencia en el Departament de Filosofia Teorètica i Pràctica,
Facultat de Filosofia, Universitat de Barcelona, 20 /1/15
[2] Jaeger, Werner: Aristóteles, Méjico. Bs.As., 1946 p. 75
[3] Düring, Ingemar: Aristotle´sProtepticus, Almqvist and Wiksell, Stockholm, 1961,
p.173
[4] San Agustín: De Trinitate, X, III 4
[5] Cfr. con la Introducción de
nuestra traducción del texto en sus diferentes ediciones: Buenos Aires, Ed.
Revista Nao (cultura del mediterráneo), 1982, Ed. Cultura et Labor 1984 y 1982,
Ed. Docencia, 2014
[6] Jaeger, Werner: op.cit., p. 99
[7] Esto ocurría en 1981
cuando el castellano no era aun considerada una lengua filosófica por la Sociedad Internacional
de Filosofía, que recién la reconoció 1983 a partir del XVIII Congreso Mundial
de Filosofía en Canadá, por gestión de los profesores Alberto Caturelli de
Argentina y Ernesto Maiz Vallenilla de
Venezuela. España, como de costumbre, niente
piu para defender lo suyo.
[8] En este fragmento 65
entendemos que se encuentra uno de los goznes de la polémica entre Jaeger y I.
Düring: ¿si el Aristóteles del Protréptico es más platónico que aristotélico o
viceversa? Para que ello se vea más claro traduciremos la primera parte del
fragmento hasta la cita tomada: “Si el
hombre es un animal simple su ser está ordenado según la razón y el
entendimiento, y su función propia no es otra que la verdad más exacta (aquí
termina la primera parte) y el decir la verdad sobre las cosas” (esta es la
cita tomada). Vemos como la primera parte es de neto corte platónico,
puesto que la idea de que la filosofía debe convertirse en una ciencia exacta y
matemática la encontramos ya en el Filebo
(56 b-c; 59 a; 59 d), mientras que la segunda parte es típicamente
aristotélica, en lo que hace a la encarnación del pensamiento en las cosas. De
modo tal que en este aspecto afirmamos, sin temor a quedar como eclécticos pues
el texto nos habilita, que Aristóteles no es ni totalmente platónico como
quiere Jaeger, ni está radicalmente separado de su maestro como deja entrever
I. Düring. Él, mas bien, ejecuta su propia phrónesis.
[9] Walzer, Richard: Aristotelis dialogorum fragmenta,Firenze,1934
y Ross, D: Fragmenta selecta, Oxford, 1955
[10] Regularidad que significa
en ética que los enunciados de esta disciplina no tienen la exactitud
matemática sino el rigor de “lo que se da en la mayoría de los casos hos epí to polú” (Cfr. EN 1096 b 21).
Por otra parte, el carácter de ciencia de la ética encuentra en esta
proposición su justificación más fuerte, porque la constancia, lo verosímil, la
regularidad como afirma J.Tricot, “es una
noción eminentemente aristotélica. Substituto imperfecto para el mundo sublunar
de lo necesario e inmutable. La regularidad epí to polú es la manifestación del
orden de la naturaleza” (Comentario a EN p. 38, nota 21).
[11] Bonitz, Herman: Index aristotelicum, Berlin, 1960,
primera edición de 1870.