Alberto Föhrig
Clarín, 2-3-15
Ojalá estemos a
tiempo de evitar la mexicanización”, advirtió días atrás el Papa Francisco en
un correo electrónico enviado al legislador porteño Gustavo Vera. Las
expresiones, surgidas de una comunicación privada que no debió hacerse pública,
permiten, sin embargo, reflexionar sobre el tema. ¿Existe, a nivel general,
algo así como un fenómeno de mexicanización? No. La criminalidad organizada
vinculada al narcotráfico es global y, por lo tanto, resulta inútil reducirla a
un país en particular.
México padece un
panorama de violencia social producto del narcotráfico, pero es una de las
muchas naciones que se encuentran en la misma situación. Si hacemos a un lado
este aspecto estigmatizador del concepto, lo que podemos interpretar de la idea
a la que alude el Papa es que existe un proceso de incremento de la
criminalidad organizada producto del narcotráfico que pone en jaque a la
sociedad por medio de la violencia; al Estado por la vía de la cooptación de
agentes públicos de todo nivel (policías de baja graduación, agentes de Aduana
e Inmigración, legisladores, ministros y/o presidentes); y al mercado, un
aspecto que se analiza comparativamente poco en Argentina pero que es muy
relevante. En varios países latinoamericanos hay sectores de la economía formal
dominados por el narcotráfico, por eso pensar que la influencia del
narcotráfico solo se vincula a las drogas es una visión acotada.
Argentina tiene ciertas
condiciones de aceptación del proceso de penetración del narcotráfico. Una de
ellas es el aumento de la circulación de cocaína: 120 toneladas por año. La
tasa de incremento de este fenómeno se dio en un período muy corto, entre 2005
y 2010, y sirve para explicar una segunda dimensión del problema que es el
aumento del consumo interno de cocaína, que en una década pasó de 1% a 2,9% en
una población de entre 15 y 64 años. Otra es la elaboración local de la droga:
Argentina posee laboratorios que finalizan el proceso químico de producción de
clorhidrato de cocaína. En este marco, también se observa una creciente
presencia en materia de lavado de dinero en sectores de la economía formal que
comienza a condicionar el mercado. Basta con destacar que más de la mitad de
los departamentos construidos en Puerto Madero están vacíos y que Rosario tiene
70.000 inmuebles sin ocupar. A eso se suman las manifestaciones de violencia
surgidas del narcotráfico que se ven en varias ciudades del país: el Gran
Buenos Aires, el Gran Mendoza, el Gran Córdoba, Rosario, Santa Fe, Comodoro
Rivadavia y Bariloche son algunas donde se registran hechos de violencia
asociados al narco.
¿Somos México? De
ninguna manera, pero para que esto no evolucione se deben implementar políticas
que Argentina por el momento no tiene para evitar maniobras de lavado de
dinero, de cooptación de agentes públicos, de financiamiento ilegal de las
campañas políticas y de represión a las bandas organizadas.
Las tendencias,
entonces, no permiten ser demasiado optimistas.
Alberto Föhrig,
Profesor de Ciencia Política en la Universidad de San Andrés