por Eduardo R. Saguier
Informador Público, 06/05/2015
En la historiografía política, económica y sociológica que debate el origen del subdesarrollo latinoamericano ha prevalecido una vieja y problemática hipótesis geopolítica que ignora la realidad geográfica. Esta vieja hipótesis, inspirada en la Escuela de los Anales y en la obra de Fernand Braudel Felipe II y el Mediterráneo, sostiene que a diferencia de Europa, que por contar con el Mar Mediterráneo, pudo despegar del atraso y el subdesarrollo y alcanzar altos grados de cultura y civilización (con la exclusión del Maghreb en la margen sur del Mediterráneo), Sudamérica en la América Latina, al carecer de un mar interior equivalente que comunicara entre sí sus regiones más profundas, se obligaba a implementar un transporte marítimo costero de larga distancia entre dos océanos conectados sólo por el Cabo de Hornos primero, y más luego por el Canal de Panamá.
Vale referir, sin embargo, geología histórica mediante, que hace diez millones de años, el Amazonas desembocaba en el Océano Pacífico, y que cuando un millón de años después emergió la Cordillera de los Andes, se formó un inmenso mar interior que con los milenios fue buscando su salida al Atlántico, hasta que lo logró. Recién millones de años después, en 1799, con la llegada a Venezuela del sabio alemán Alejandro von Humboldt, la utopía de integrar las cuencas hidrográficas del Orinoco, El Plata y el Amazonas comenzó a tomar cuerpo, pues remontó el Orinoco y el Casiquiare, descubrió la función de este último (esta expedición fue repetida dos siglos más tarde por otro alemán Klaus Reckling), y envió a su socio y colega el botánico y naturalista Aimée Bompland al Paraguay para que explorara la integración de la cuenca del Plata, en el Alto Paraguay, con el Amazonas, las que se frustraron por la actitud represiva del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia.
También, para esa época de fines del siglo XIX, el cauchero peruano Fitzcarrald descubrió el istmo o varadero (retratado por el cineasta Herzog) que comunica las cuencas de dos ríos amazónicos paralelos, el Apurimac-Ucayali y el Madre de Dios, confirmando la hipótesis que existen otros ríos amazónicos conectables. Recién medio siglo más tarde, el ingeniero francés Roger Courteville en la década del treinta, el geógrafo Horacio Gallart en 1947, el ingeniero y político Gabriel del Mazo en 1948, y los hermanos Georgescu, venezolanos de origen rumano, en la década del ochenta, recomendaron la misma ruta fluvial que va del Plata al Amazonas por el Guaporé-Madeira. Paralelamente, en 1967, se dio el trabajo erudito y pionero de Paulo Mendes da Rocha. Y recientemente, el geógrafo-historiador Manoel Fernandes de Sousa Neto ha resucitado la frustrada iniciativa imperial con su tesis doctoral publicada en 2012, Planos para o Império: os planos de viação do Segundo Reinado (1869-1889). Nuevamente, en la segunda mitad del siglo XIX, con Pedro II (motivado por las dificultades geográficas para aprovisionar sus ejércitos en la Guerra de la Triple Alianza) se resucitaron los proyectos de integración de cuencas fluviales, promovidas desde la década del sesenta por el Ingeniero militar brasilero Eduardo Jose de Moraes, y consagrada en su libro A Junccao Do Amazonas AoPrata: E Estudo Sobre O Rio Madeira (1890).
Mediante obras de ingeniería hidráulica (dragado, canalización, rectificación de meandros, extirpación de formaciones rocosas en los lechos que impiden la navegación, señalizaciones y terminales portuarias, etc.), complementadas con obras férreas y terrestres, se podrían comunicar entre sí relevantes cuencas hídricas. En efecto, la cuenca del Alto Paraguay y su afluente brasilero el Río Jaurú podría llegar a interconectarse con la cuenca del Río Guaporé (por el río Apa no sería posible debido a su muy corto calado), que cuando entra en Bolivia, sus habitantes lo conocen por el Río Iténez, que es afluente del Mamoré. Luego el Mamoré-Guaporé se une a su vez con el río Beni en Villabella, para desembocar en el Río Madeira, “donde salvando pequeños saltos de agua llamados “cachuelas” [rápidos], con un descenso de 66 metros, entre Guajará-Mirim y Porto Velho, se llega finalmente al gran río Amazonas” (Buela Lamas). Lamentablemente, en esta ruta se están programando tres mega-represas, dos en Brasil, las de Jiraú y San Antonio en Brasil (Estado de Rondonia), y una en Bolivia, la de Cachuela Esperanza (Departamento del Beni, provincia de Vaca Díez), con fines meramente hidroeléctricos que afectarían la construcción de la hidrovía.
Para Buela Lamas, la integración de ambas cuencas podría darse entonces con un canal de doce kilómetros en la llamada Serra do Aguapei, donde nacen hacia el sur los ríos Aguapei y Alegre. Navegando el Alto Paraguay de sur a norte uno se encuentra, en primer lugar, con la necesidad de un canal que conecte el río Aguapey (afluente del Jaurú, que lo es a su vez del Paraguay), con el río Alegre, afluente del Guaporé, pues ambos ríos nacen en la misma serranía, corren un largo trecho en paralelo, pero desembocan en ríos distintos pertenecientes a cuencas hidrográficas diferentes (Buela Lamas). Otros ingenieros, pertenecientes a la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA), que plantean proyectos semejantes, fueron duramente combatidos por los ambientalistas, por su naturaleza eminentemente extractivista y no integradora. La propuesta imperial sería comparable con la existente en Europa, la Hidrovía Rhin-Danubio, que conecta el Mar del Norte con el Mar Negro y la costa meridional del Cáucaso (Georgia), iniciada por Carlomagno a fines del siglo VIII y concluida recién hace medio siglo, en 1972.
Por intermedio de esta integración hidrográfica, las embarcaciones de cabotaje procedentes de puertos como los de Buenos Aires y Montevideo, remontando los ríos Paraná y Paraguay hasta sus afluentes occidentales del Mato Grosso (Brasil), podrían alcanzar el río Madeira, afluente a su vez del Amazonas, y de esa forma llegar a Manaos, y más arriba a Leticia en Colombia, la cantada por el compositor Pablo Parménides Martínez y el poeta Luis García (Luchín), y también hasta Iquitos, en el Perú amazónico.
Ver https://www.youtube.com/watch?v=s5y8v9JiFAI
Todo este arduo trabajo de hidrovías y de alta ingeniería fluvial y de cabotaje generaría un enorme hinterland o espacio interior a escala continental, que daría vida intensa a una inmensa región por siglos postergada, que emularía la proeza ingenieril que unió el Atlántico y el Pacífico a través del Canal de Panamá, y que tuvo la virtud histórica de consolidar la unidad geográfico-política de los Estados Unidos de América.
Esta integración de las cuencas hidrográficas cumpliría el ansiado sueño de Humboldt, de Pedro II, y de Moraes, de un mar interior surcado por hidrovías, que incrementaría el potencial económico y demográfico de todo un sub-continente y que les otorgaría a sus pueblos una motivación política que excedería intereses meramente nacionales, y sustentaría la mística unificadora de la América Latina.
Eduardo R. Saguier, Ph.D.
Museo Roca-CONICET
http://www.er-saguier.org