por Carlos Tórtora
Informador Público, • 27/05/2015
Hace ya un año y medio y para evitar que CFK lo
marginara de la carrera presidencial por sus permanentes intentos de
diferenciarse de ella, Daniel Scioli decidió optar por el camino contrario:
hacerse cristinista ortodoxo. Rodeado por un esquema de poder hostil, renunció
entonces a toda resistencia y se mimetizó con sus cuestionadores.
El síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica
en la que la víctima de un secuestro, violación o retención en contra de su
voluntad, desarrolla una relación de complicidad y de un fuerte vínculo
afectivo con quien la ha secuestrado. Principalmente se debe a que
malinterpretan la ausencia de violencia contra su persona como un acto de
humanidad por parte del secuestrador. Las víctimas que experimentan el síndrome
muestran típicamente dos tipos de reacción ante la situación: por una parte,
tienen sentimientos positivos hacia sus secuestradores. mientras que, por otra
parte, muestran miedo e ira contra las autoridades policiales. A la vez, los
propios secuestradores muestran sentimientos positivos hacia los rehenes.
Practicando una versión política del síndrome de
Estocolmo, el ex motonauta consiguió su objetivo: convertirse en el candidato
presidencial número uno de la Casa Rosada. Hoy por hoy, hablan bien de él
Carlos Kunkel, Diana Conti, Eduardo “Wado” de Pedro, Aníbal Fernández, etc.
Ahora, con la posibilidad de un triunfo en primera
vuelta, los problemas de Scioli empiezan a diversificarse: ya no puede pensarse
sólo como candidato sino también como eventual presidente dentro de seis meses.
Es cierto que la presidente no deja de hacerle sentir
el rigor. Por ejemplo, fue su rival Florencio Randazzo y no él, quien apareció
para sacarse foto con los vencedores Juan Manuel Urtubey y Jorge Capitanich en
el Chaco. Es obvio que el gobierno intenta que el Ministro de Interior y
Transporte levante en las encuestas, para que en las PASO del 9 de agosto la
diferencia entre éste y el gobernador sea mínima. La realidad es que la mayor
parte de los encuestadores considera que la ventaja de Scioli sobre Randazzo es
demasiado grande como para achicarse en tan poco tiempo. De ahí que el
resultado de las primarias esté cantado. Ello explica también por qué la
presidente, temerosa de que su candidato rehén tome vuelo, no deja pasar la
ocasión de marcar que ella seguirá siendo la jefa, sin importar quién la
suceda. En su discurso del 25 de mayo, se autodefinió como “jefa del
movimiento”, un título poco usado en su larga trayectoria retórica.
De este
modo, Cristina empezó a blanquear un esquema de poder similar al que rigió
brevemente durante el retorno de Juan Domingo Perón al país. Mientras fueron
presidentes Héctor Cámpora y Raúl Lastiri, la autoridad suprema la ejercía
desde Gaspar Campos el jefe del Movimiento.
Desde esta jefatura, Cristina ya dejó en claro que
Axel Kicillof seguirá siendo ministro de economía de Scioli, en caso de que
éste gane. Volvió así a manifestar nuevamente el síndrome de Estocolmo y no
esperó para aclarar que para él Kicillof es insustituible, sin medir que los
mercados esperan exactamente lo contrario.
Inmediatamente hubo un segundo paso que indicó que el
cristinismo está acelerando la formación de su cuarto gobierno. La funcionaria
judicial de mayor adhesión al oficialismo, la Procuradora Alejandra Gils Carbó,
aclaró que de ningún modo piensa renunciar en diciembre, ya que cuenta con
estabilidad en su mandato. Además explicó sin inmutarse que su función es muy
técnica y que ella mantiene distancia con el gobierno, al punto que estuvo a
favor del procesamiento de Amado Boudou. Según una versión, en las próximas
semanas, las otras figuras del gobierno que cuentan con mandatos que superan el
10 de diciembre, el presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, el Director
de la AFIP, Ricardo Echegaray, y el Director de la UIF, José Sbatella, harían
declaraciones muy similares a las de Gils Carbó.
El caso de Echegaray es
particularmente espinoso para Scioli, porque está imputado por actos de
corrupción en varias causas. Es más, para balancear el efecto político que
tendría el ascenso de este último de precandidato a candidato, distintos
operadores presidenciales dejarían trascender nombres de futuros ministros de
diversas áreas, dando a entender que el gabinete se está armando desde “el
movimiento” y que el eventual futuro presidente será apenas el ejecutor de un
mandato superior. En este sentido, una vez más, la presidente incurre en una
obvia contradicción: ella suele repetir -y lo hizo días atrás- que a partir del
2003 el que dirige la política económica es el presidente y no el ministro de
economía. Pero en el caso de la gestión Scioli no sería ninguno de los dos.
Un enigma que se agota
Como era de esperarse, desde la oposición empezaron
las críticas contra el proyecto de continuidad integral del kirchnerismo.
Legisladores opositores cuestionaron este fin de semana a Gils Carbó, por
afirmar a la prensa que permanecerá en el cargo más allá del cambio de gobierno
en diciembre y coincidieron en que el camino para separarla del cargo es a
través de un juicio político.
“Ella tiene una estabilidad que la Constitución
Nacional no se la da, sino la ley del Ministerio Público. Lo que está en la
Constitución es la estabilidad de los jueces”, dijo a Clarín el senador radical
Mario Cimadevilla, ex integrante del Consejo de la Magistratura.
“Es tradición que con un cambio de gobierno el
procurador renuncie o le pidan la renuncia”, expresó la diputada del PRO Laura
Alonso, integrante de la comisión de Juicio Político, donde ella planea
presentar nuevos pedidos de remoción de la procuradora a partir de sus
recientes afirmaciones ante los diputados a propósito del proyecto de
implementación de la reforma procesal penal.
Estas primeras reacciones esbozan cuál podría ser la
situación al 10 de diciembre. La oposición de opondría a la continuidad masiva
de los funcionarios K en el poder y Scioli, si como presidente continúa bajo el
síndrome de Estocolmo, le daría la razón a CFK y su grupo, asumiendo así el enorme
costo de empezar su gestión perfilándose como un presidente títere.
La otra alternativa es que, si gana, el gobernador
empiece a tratar de abandonar el síndrome y busque construir su propio poder
presidencial. En ese caso, se abriría en el peronismo un cisma de difícil
pronóstico. A diferencia de por ejemplo Carlos Menem y Eduardo Duhalde, el
kirchnerismo logró con éxito construir un aparato paraestatal compuesto por
multimedios, fuerzas de choque, grupos empresarios y organizaciones sociales
que pueden hacer temblar a cualquier gobierno, e incluso hacerlo caer.
El enigma de Scioli es probable que dure unos meses
más, tomando en cuenta su estilo tiempista. La diferencia con la etapa que está
terminando es que hasta ahora, con su adhesión incondicional al gobierno
nacional, buscó y está logrando su objetivo: ser candidato. A partir de que lo
logre, su incondicionalidad le pasaría a jugar en contra y hasta podría darse
el caso, teniendo en cuenta la virulencia del kirchnerismo, que llegue al 10 de
diciembre desgastado y sembrando dudas sobre su futuro en el poder. En este
punto hay hasta comentarios que hablan de post-sciolismo. Uno de los mismos lo
hizo recientemente en una reunión social Julio de Vido afirmando que Scioli
sería presidente no más de un año y que luego renunciaría para abrir el camino
a una nueva elección presidencial y que retorne Cristina.