por Carlos Tórtora
• 17/06/2015 •
Informador Público
El gobierno blanqueó ayer una de las principales
incógnitas de la campaña electoral, el compañero de fórmula de Daniel Scioli,
posiblemente apurado por una situación negativa. Las reiteradas versiones sobre
que Máximo Kirchner podría ser candidato a vicepresidente, rematadas por la
afirmación de Eduardo Jozami, de Carta Abierta, de que la maniobra terminaría
con la renuncia de Scioli, habrían caído pésimo en la opinión pública. En
cambio, la elección de Carlos Zannini, si bien tiene la misma sustancia que
digitarlo a Máximo, cumple con los requisitos de una decisión política
racional. Por lo menos desde la lógica del cristinismo. La mano derecha de CFK
será el encargado de custodiar la continuidad del modelo y, claramente, de
imponerle a Scioli, si es que gana, el acatamiento a la conducción política de
Cristina.
Desde la salida del gobierno de Alberto Fernández,
Zannini fue el verdadero jefe de gabinete en las sombras, ya que Sergio Massa,
Juan Manuel Medina y Jorge Capitanich jamás tuvieron poder de decisión real y
sólo Aníbal Fernández ocupó algo más de espacio, aunque jamás se sentó en la
mesa chica del poder.
Cabe analizar, aparte de lo señalado, que la
presidente, con esta decisión, deja en claro su decisión de continuar
ejerciendo el poder, convirtiéndolo a Scioli en una especie de delegado. A
partir de ahora, el gobernador bonaerense empezaría a sufrir un serio desgaste
político, porque el cristinismo acaba de sacarse formalmente la careta,
poniendo en claro que él no ejercerá el poder. Sobre todo, hay que tener en
cuenta que, desde la muerte de Néstor Kirchner y al mostrar CFK su estilo de
escaso contacto con los gobernadores y funcionarios nacionales, el que habla
con todos y transmite las órdenes es Zannini. Son pocos los que efectivamente
consiguen conversar con Cristina.
Habrá que ver si Mauricio Macri y Sergio Massa
aprovechan esta oportunidad para desgastar a Scioli. Si esto ocurriera, claro
está, el favorecido en las urnas de las PASO sería Florencio Randazzo, cuyo
compañero de fórmula se conocería en las próximas horas.
La digitación de Zannini preanuncia asimismo que en
las listas de candidatos a diputados nacionales predominarán los candidatos
ultracristinistas.
Ayer se especulaba también con algunas consecuencias
lógicas del encumbramiento de Zannini: durante doce años, éste rearmó a su
antojo no sólo la estratégica Secretaría Legal y Técnica sino la Secretaría
General y las demás áreas de la Casa Rosada, como la Casa Militar. La idea en
Olivos sería que los futuros secretario general y legal y técnico sean hombres
de la escuela de Zannini. Es más, existiría la posibilidad de que -como otra señal
de continuidad- la presidente imponga que Eduardo Wado de Pedro, de excelente
relación con Scioli, continúe como Secretario General.
Macri también preferiría su mesa chica
La jugada del gobierno presiona ahora sobre los
candidatos opositores para que muestren las cartas de sus vices. En este
sentido, entre Ernesto Sanz y Mauricio Macri estaría aumentando la tensión. La
razón es que la dirigencia radical, que sabe que Sanz perderá ampliamente la
interna con Macri, pretende que éste elija un compañero de fórmula que sea
representativo del radicalismo del interior. De este modo, incentivarían en la
primera vuelta el voto de los radicales a Macri, al que en su mayoría no
aprecian, y esto le permitiría a la UCR obtener más bancas de legisladores
nacionales y provinciales, intendentes y hasta algún gobernador. Pero la cúpula
radical empieza a preocuparse porque, Jaime Durán Barba mediante, Macri estaría
a punto de usar el mismo método que el kirchnerismo: designar como su compañero
de fórmula a un representante de la máxima ortodoxia del PRO, que en este caso
sería Marcos Peña.
De este modo el macrismo reafirmaría su criterio de
salir a ganar o perder pero con figuras de la nueva política como María Eugenia
Vidal o Peña. De terminar esto así, también indicaría que a Macri no le
preocuparía demasiado que los radicales acumulen demasiadas bancas o que más
bien preferiría lo contrario.
Así las cosas, tanto Macri como Massa están a punto de
tomar decisiones claves que reflejarán la opción entre la apertura hacia los
aliados o la profundización de la ortodoxia partidaria por sobre cualquier
alianza.