sábado, 29 de agosto de 2015

NAVEGABILIDAD DEL RÍO SALADO



Proyecto de resolución
Diputado Alberto Asseff

La Cámara de Diputados de la Nación
RESUELVE:
Solicitar al Poder Ejecutivo Nacional arbitre las medidas necesarias para que, por intermedio de los organismos que correspondan, disponga el estudio de factibilidad y de impacto ambiental para concretar la navegabilidad del río Salado, desde su nacimiento en la provincia de Salta hasta su desembocadura en el río Paraná, vinculando éste con la alta cuenca del río Bermejo y posibilitando la salida al mar de la hermana República de Bolivia.

FUNDAMENTOS
Señor Presidente:
La extensión territorial de la República Argentina y su posición relativa de aislamiento geográfico en el mundo de las redes y los flujos, especialmente los marítimos, muestran la necesidad de fortalecer los sistemas de transporte, disminuir los costos y aumentar las potencialidades de competitividad. En este marco adquiere gran importancia el transporte por agua, los nodos portuarios y la eficiencia del transporte terrestre en su vinculación intermodal con los puertos.

Diversos autores sostienen que en los países desarrollados el costo logístico puede ser estimado entre el 9 % y el 11 % sobre el costo final de los productos. En cambio, en nuestro país la estimación marca del 35 % al 50 %. Por eso recurrentemente se sostiene que el flete desde Salta al puerto demanda más recursos que desde Buenos Aires a Rotterdam.

Estos números evidencian la imperiosa necesidad de achicar los costos de nuestros productos para tomarlos más competitivos. Para esto necesitamos invertir en infraestructura del transporte.
Con el aprovechamiento múltiple de esta hidrovía quedarán soldados los espacios Noroeste y Nordeste de nuestro país, consolidando el tráfico Norte-Sur en la cuenca del Plata, poniendo, además, el océano Atlántico en la frontera con Bolivia y a un paso del puerto de Antofagasta (Chile).

Consideremos que el sistema de transporte de cargas en nuestro país no ha utilizado casi sus vías navegables. Desde 1932 existe una Comisión Permanente del Río Bermejo que no ha podido encontrar una solución lógica para la navegabilidad.
Si logramos concretar la navegabilidad del río Salado, una amplia e importante región de la República Argentina se vería beneficiada y ésta debiera ser una de las metas del gobierno nacional: dar solución a la problemática importante y perentoria de integrar a los espacios interiores con la utilización plena y racional de los recursos regionales.

Resulta muy digna la tarea de convertir al río Salado en una vía navegable y convertir a su curso en un extenso eje de desarrollo para todo el Norte Grande de nuestro país. Es hora de revertir la situación de postergación de las provincias que comprenden esta amplia región y caminar decididos al desarrollo anhelado y negado durante tantos años por las políticas erradas que sólo miraban hacia la Pampa Húmeda.
Este proyecto nos permitiría, entre otras cosas:

Dar una vía navegable para el transporte de la producción, de bajo costo.
Otorgar a los productos de la región mayor competitividad.
Dar las condiciones necesarias para llevar adelante una política de reforestación y colonización de tierras óptimas y ricas.
Permitir los asentamientos poblacionales y actividades económicas en regiones de frontera, hoy vacantes y salvajes.
Activar y expandir las explotaciones de los yacimientos minerales y petrolíferos del NOA.
Formalizar un polo de desarrollo de interés geopolítico-económico entre la Argentina y Bolivia, al que países como Paraguay, Chile y Brasil buscarán integrarse a través del territorio argentino, acercando el Pacífico y el Atlántico a las provincias del NOA y del NEA.
Prevención de desastres del río Salado.
Producción de energía hidroeléctrica para la región.
Generación de empleo.

Cabe destacar que este proyecto de recuperación territorial requiere sólo de voluntad política, ya que su financiamiento, organización y requerimientos técnicos se encuentran a su disposición, con el apoyo del BID y del Banco Mundial.
No perdamos de vista el concepto de competitividad, definido como la habilidad o capacidad de la economía de un país, región o territorio, para alcanzar la prosperidad económica sostenida. Esta definición no se limita a las ideas de crecimiento –del producto, el ingreso, las exportaciones– sino que incorpora también mejoras en la equidad, entendidas como la reducción de la pobreza y la desigualdad social y sustentabilidad ambiental.

El Río Salado se desbordó porque desde hace tres siglos se postergan proyectos en torno a su canalización y navegabilidad. Porque hemos omitido como legisladores priorizar obras regionales. Porque las dictaduras de la segunda mitad del siglo XX eliminaron partidas presupuestarias para las obras hidráulicas del norte argentino y de las propia provincias de Buenos Aires y Santa Fe. Porque las administraciones locales desoyeron las advertencias que a principios de los años noventa hicieron investigadores y geógrafos en estudios publicados en el mismo territorio. Porque el gobierno Kirchner subejecutó partidas presupuestarias o las transfirió hacia otros menesteres del Estado. A las provincias de Buenos Aires y Santa Fe les faltó decisión política para reclamar soluciones ante el poder central y ante el unitarismo de facto instaurado por el kirchnerismo, para sus habitantes de la Cuenca del Salado.

Una historia política del Río Salado, un recorrido por los proyectos olvidados que explica gran parte de la pesadilla en la que están sumergidos decenas de miles de personas. Semejante desprecio acumulado durante décadas debía tener una consecuencia trágica.
Porque el agua tiene historia.  Los cursos de los ríos están atravesados de intereses políticos y económicos. Sobre ellos hay obras, promesas y postergaciones. Y esa crónica puede explicar lo que después se presenta como “tragedia” o “catástrofe”.

A fines del siglo XVIII, Manuel Belgrano escribió sobre la necesidad de canalizar los ríos Bermejo y Salado. Lo volvió a hacer en 1808. Como le sucedería con sus ideas políticas económicas de distribución de las riquezas tampoco fue tenido en cuenta por los distintos factores de poder que fueron haciéndose cargo de la República Chica. Así se llamaba a la Argentina hasta bien entrado el siglo XIX: República Chica.
Juan Larrea le contestó al inventor de la bandera que “si bien el proyecto será, a su debido tiempo de suma utilidad para los hombres y el comercio, sin embargo todo esto deberá realizarse en tiempos más tranquilos”. Ni el Bermejo ni el Salado fueron canalizados. Pero hay antecedentes aún más lejanos en el tiempo que hablan de la necesidad de humanizar al Salado.

En el año 1755 se hizo una expedición en bote entre Matará, Santiago del Estero, y Santa Fe con la idea de proponer algunos trabajos artificiales para asegurar la navegación por las aguas del Salado. Tres siglos antes del desborde que asoló a los santafesinos y bonaerenses desde 2003 a la actualidad se proyectaban “trabajos artificiales” sobre el río.
Pero fue “recién con el marino norteamericano Thomas Page, en el año 1855” cuando “se recorrió casi en toda su extensión este río, probando su navegabilidad. Esta expedición tuvo una importancia fundamental ya que fue el origen mismo de una serie de grandes proyectos para convertir el río Salado en la gran arteria fluvial de América”, escribió el investigador y periodista Raúl Dargoltz en su imprescindible trabajo “Hacha y quebracho. Santiago del Estero, el drama de una provincia”.

El 13 de julio de 1855 centenares de santafesinos despidieron al norteamericano desde el puerto. En el vapor “Yerba” iniciaba la navegación por el Salado.  Junto a él estaba el propio gobernador santafesino, Domingo Cullen y su familia, en una clara muestra de apoyo al proyecto. El vapor llegó hasta el paraje Monte Aguará donde debieron seguir la navegación por botes debido a la bajante de las aguas.
“Con gran sentimiento deshago el camino, pero con haber ascendido y demostrado la navegabilidad del río Salado hasta Monte Aguará hemos obtenido algo. Su carácter uniforme, curso firme y barrancas bien definidas; su creciente tal como lo indican marcas en los árboles; la pampa firme a través de la cual todo corre, todo induce a creer que es un río apropiado para la navegación hasta un punto superior al alcanzado. Su explotación completa es de importancia no sólo para la Confederación Argentina sino para todo el mundo comercial”, escribió Page el 26 de julio de 1855, dos años después de la jura de la Constitución Nacional en la propia ciudad de Santa Fe.

La idea era poner en comunicación con el océano Atlántico las mercaderías de Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy “cuyos productos hasta hoy han sido llevados al puerto de Rosario por carretas de bueyes, empleando diez meses para ir y volver, y los que ahora en botes pueden llegar al mismo puerto en quince días y volver cargados de mercaderías en veinticinco”, sostuvo Page.
El 14 de enero de 1856, la Casa Smith Hermanos firmó con la Confederación Argentina un contrato para establecer una compañía de Navegación a Vapor por el Salado. Debían transportar tanto a las personas como mercaderías. El gobierno, mientras tanto, cedería parcelas en las costas del río para colonizar la zona. Pero ese primer acuerdo se cayó porque la firma no realizó un viaje exploratorio que también estaba contenido entre las exigencias que marcaba la administración santafesina.

El 2 de junio de 1856, Esteban Rams y Ruper, ex proveedor del ejército de Justo José de Urquiza, ganó la nueva licitación para lograr la navegación del Salado. El encargado de llevar adelante la expedición fue el baqueano Lino Belbey desde Matará, en Santiago del Estero, hasta Santa Fe. El 28 de noviembre de aquel año, centenares de santafesinos recibieron a la falúa “General Urquiza” como si se trataran de héroes.
“El Río Salado o Juramento es navegable en toda estación, desde Santa Fe hasta Sandía Paso, a cuarenta leguas de la ciudad de Santiago del Estero. La sola dificultad se encuentra en el estero de El Bracho, cuando el agua que se encuentra y esa desaparecerá con algunos trabajos, está muy baja…Desde diciembre hasta junio el río será navegable hasta Salta. Por medio de la navegación del Salado cuatro provincias van a mudar de aspecto transformándose completamente: Santa Fe, Santiago del Estero, Tucumán y el Chaco…Las provincias interiores se pondrán en comunicación rápida con el océano y el Paraná, beneficiando así las riquezas que duermen allí inexploradas, atrayendo brazos y capitales. En seguida la navegación del Salado vendrá la del Bermejo que establecerá nuevas relaciones con la extremidad septentrional de la República y la misma Bolivia, que tiene más interés en acercarse a nosotros que buscar una difícil travesía hasta el océano Pacífico”, remarcó el periódico entrerriano “El Nacional Argentino”, al comentar el viaje del empleado de Rams y Ruper.

El 26 de enero de 1857, una nueva expedición solventada por el empresario volvió a navegar por el Salado. Allí estaba, entre sus tripulantes, el ingeniero Rodolfo Blandovsky, contratado por el gobierno nacional para levantar un plano del río y recoger cualquier tipo de información sobre su cauce.
Se iniciaron las obras de limpieza del mencionado cauce con dos rastras compradas a tal efecto y en noviembre de 1858 Rams presentó al gobierno nacional un plan en el que marcaba la imprescindible necesidad de “encarar algunas obras de mejoramiento y encauzamiento del Salado”, sostuvo Dargoltz.
Santa Fe promulgó una ley que concedía a la empresa tierras para la colonización de las costas del Salado. Santiago del Estero, por su parte, cedería cien leguas cuadradas con el mismo objeto y la provincia de Salta comisionó al doctor Pablo Saravia para que procediera a construir un camino que uniera el Salado con el Bermejo desde Miraflores.

El 25 de diciembre de 1863 se inauguraron las obras de “Canalización, desmonte y limpieza del antiguo cauce del Río Salado”. Parecía que iba a cumplirse el deseo de Belgrano.
A fines de 1865, con el apoyo del gobernador santafesino Nicasio Oroño, Rams y Ruper inició un plan de colonización de las costas del río en el que se comprometía a establecer entre tres mil y cinco mil familias extranjeras. Pero el 17 de abril de 1867, Rams y Ruper murió.
“Solo habían pasado escasos siete años de la muerte de Rams y Ruper y el proyecto de navegación del Salado moría irremediablemente. El “progreso” bajo las formas del ferrocarril ingresaba por territorios santiagueño. La suerte había sido echada de antemano por el capital inglés y sus aliados nativos al condenar a Santiago del Estero a ser la productora de los miles de kilómetros de durmientes para las vías férreas y los postes para los alambrados divisorios de las grandes estancias de la pampa húmeda, aprovechando sus interminables quebrachales”, concluyó Raúl Dargoltz.
El proyecto de canalización, navegación y colonización del Salado se moría como consecuencia de aquellos intereses. Esa elección comenzaría a embarazar las aguas que a principios del tercer milenio inundarían Santa Fe y Buenos Aires. No se trató de una tragedia, sino de la consecuencia política de la desidia acumulada durante decenas de gobiernos provinciales y nacionales.

A fines del siglo XIX Argentina ya había ingresado en la llamada División Internacional del Trabajo. Tenía relaciones carnales con la potencia hegemónica del momento, el imperio inglés. Dos compañías relacionadas con Gran Bretaña diseñaban el mapa del país dependiente: el Swift y La Forestal, tanto en la Patagonia como en el Litoral y en el Chaco.
En 1899, el ingeniero Jesús Fernández escribió en la revista del Centro Nacional de Ingenieros un estudio socioeconómico en relación a la canalización y navegación del Salado desde Icaño, Santiago del Estero, al sur y su alimentación por medio del río Dulce desde Estación Salavina. Nadie le prestó atención.
También en 1899 los empresarios Dutilloy y Compañía se acercaron al parlamento argentino con la idea de concretar un canal navegable que partiendo desde un punto cualquiera de Santiago del Estero llegaría hasta el río Coronda en Santa Fe. Contó con el apoyo de la Inspección de Obras Hidráulicas de la Nación pero tampoco fue tratado. Alejandro Gancedo fue más lejos aún. Cuando amanecía el siglo XX presentó un proyecto al Congreso de la Nación para concretar un canal navegable desde Santiago del Estero al río Paraná en un trayecto de más de 500 kilómetros. No fue tenido en cuenta.

La deforestación, el cambio de clima, se sumaron para modificar el ciclo del Salado.  Los gobiernos democráticos del peronismo, desarrollismo y radicalismo incluyeron los estudios y las respectivas obras para volver a pensar en la canalización del río.  Pero las dictaduras del 55 en adelante los olvidaron.
Hans Albert Einstein (1904-1973), hijo del padre de la teoría de la relatividad, quien vivió un tiempo en Argentina y era profesor de ingeniería hidráulica en la Universidad de Berkeley se ocupó del tema. Es momento oportuno de exhumar sus estudios científicos y actualizarlos a los tiempos actuales. No en vano, en 1988 la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles (ASCE) instituyó el premio Hans Albert Einstein Award como reconocimiento a los logros destacados en control de erosión, sedimentación y desarrollo de acueductos
Desde 1983 a la fecha, el Salado pasó al olvido. Su cauce se incrementaba y sus cambios solamente fueron anotados por los ignotos hidrólogos y geógrafos que todavía susbsisten en la Argentina, la República Chica.

Ana del Carmen Yeannes, investigadora y profesora de la Universidad Nacional de Mar del Plata, y Federico Daus, profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires y ex Presidente de la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos, escribieron en 1991 que “la cuenca del Río Salado forma una banda deprimida en la que la marcada nivelación origina la existencia de áreas de desagüe incompleto que forman distritos de lagunas encadenadas como el de Mar Chiquita, que en el curso superior del río se dilata hasta la provincia de Santa Fe y el de Chascomús – Pilar, en el curso inferior. La nivelación general y la escasa altitud sobre el nivel del mar son responsables de grandes inundaciones episódicas invernales, a las que no ha remediado el extenso sistema de canales”. También se ignoró esta advertencia.

En octubre de 1993 se presentó el tercer tomo de la llamada “Nueva Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe”, publicada por “Ediciones Sudamericanas”. En el capítulo dedicado a las inundaciones se afirma que “en los últimos años ha surgido la variante de las inundaciones pluviales en el noroeste de la provincia, obedeciendo a tres factores conjugados: cambios climáticos generadores de desequilibrios en el régimen de lluvias en la zona; ascenso de las capas freáticas; realización de obras de infraestructura (pavimentación de rutas con elevación del talud y escasas obras de arte) que dificultan y muchas veces impiden el escurrimiento de las aguas de lluvia. La consecuencia de la acción conjunta de estos tres factores es la inundación de vastas áreas del noroeste”.
Se calificaba al río Salado de “muy importante como factor de inundación en la ciudad de Santa Fe, en razón de que en épocas de creciente del Paraná, al encontrar taponada su descarga en el río Coronda se desparrama en bañados hacia el este y oeste, inundando áreas de ambas ciudades”, escribió Felipe Justo Cervera.

Veintidós años después de la publicación de aquella postal, todavía se escucha hablar de lo imprevisible del comportamiento del Salado.
No existen antecedentes de un fenómeno de esta magnitud desde 1914. En las últimas décadas desaparecieron los organismos que estudiaban el comportamiento del Río Salado por lo que hoy carecemos de elementos técnicos para hacer un estudio serio y lamentablemente, tengo que decir que casi tocamos de oído”, dijo Enrique Rodríguez, director del Centro de Información Meteorológica de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral.
He reseñado una larga cadena de decisiones políticas que priorizaron otros proyectos en desmedro de aquellas ideas que aparecieron tres siglos atrás, a mediados del siglo XVIII, cuando ni siquiera existía el Virreinato del Río de la Plata.
Hoy, agosto de 2015, 800 mil hectáreas de la Cuenca del Salado se encuentran inundadas. Huelgan mayores comentarios al respecto.
En suma, el proyecto plantea como ejes el desarrollo sustentable del Noroeste y Noreste argentino, la prevención de desastres del Río Salado, la salida al mar de Bolivia, entre otros, pero sobre todo, la integración de los espacios interiores con la utilización plena y racional de los recursos regionales. Estos estudios posibilitarían también la evaluación de viabilidad de otro tipo de proyectos, como ser: el estudio del comportamiento del río, la elaboración de acciones de prevención ante las inundaciones, más carreteras, programas de Asistencia Técnica y desarrollo económico mediante turismo y comercio, la recuperación de tierras, una legislación que regularice la utilización de aguas para el riego y la construcción de pequeñas centrales hidroeléctricas.
Por las razones arriba mencionadas, solicito a mis pares la aprobación del presente proyecto de resolución, que tiene como antecedente el Expte 1935-D-2004 del diputado nacional (m.c.) Hugo Storero.

Dr. Alberto Asseff

Diputado de la Nación