Felipe de la Balze
Clarín, 27-9-15
El potencial minero de la Argentina es enorme aunque
su desarrollo actual es aún modesto.Las políticas gubernamentales son
fluctuantes, lo que dificulta el financiamiento de un sector capital intensivo,
donde las cuantiosas inversiones iniciales solo se recuperan en el largo plazo.
Además, muchas de las áreas, potencialmente ricas en minerales, aún no fueron
exploradas.
Antes de 1993 la minería fue una actividad marginal,
principalmente controlada por el Estado, el cual no contaba con el capital ni
con la capacidad gerencial para encarar su desarrollo.
Un profundo cambio de escenario ocurrió en 1993 con la
aprobación unánime en el Congreso de la Ley No. 24196 de Inversiones Mineras.
El nuevo marco legal y fiscal consiguió atraer importantes capitales privados,
lo que facilitó la concreción de varios proyectos de importancia mundial, (como
Bajo de la Alumbrera en Catamarca, Cerro Vanguardia en Santa Cruz y Veladero en
San Juan) y generó un veloz crecimiento de las inversiones en exploración, que
confirmaron el gran potencial geológico del país.
Pero los progresos realizados se diluyeron durante los
últimos años. La producción se estancó, las inversiones se plancharon y los
esfuerzos en exploración se redujeron a un mínimo.
El intervencionismo estatal discrecional desvirtuó la
estabilidad jurídica y fiscal, incrementó los costos de inversión y deterioró
las perspectivas del negocio. El control de cambios, las retenciones a la
exportación y los cambios regulatorios al nivel provincial contribuyeron a
bloquear el progreso.
El crecimiento minero generó temores en algunas
provincias respecto a un potencial impacto desfavorable sobre el medio
ambiente. Como lo demuestran las experiencias de Australia, Canadá, Chile y los
Estados Unidos –todos ellos grandes productores- la minería impacta el medio
ambiente, pero no contamina si se toman los recaudos necesarios para equilibrar
los beneficios de la producción y la protección del entorno.
Argentina puede consolidar una minería sustentable,
pero necesita más transparencia en la información, un dialogo franco
desprovisto de retórica entre las partes y agencias gubernamentales que
controlen eficazmente la actividad.
Los próximos gobiernos deberán poner en marcha
políticas apropiadas para convertir a la Argentina en una potencia minera a
nivel mundial. Las ventajas en términos de producción, empleo, exportaciones,
ingresos fiscales y desarrollo de regiones pobres del país serán muy
significativas.
Se trata en lo esencial de volver a respetar la letra
y el espíritu de la Ley No. 24.196 y reorganizar el marco legal, impositivo y
de control ambiental a nivel nacional y provincial.
En minerales como cobre, oro, plata, molibdeno, litio
y potasio, las reservas disponibles nos permitirían incorporarnos rápidamente
al pelotón de los países mineros más importantes.
La Argentina tiene enormes reservas de cobre que,
explotadas, podrían convertir al país en un actor de escala mundial. Producimos
anualmente aproximadamente 200.000 toneladas versus 6 millones de toneladas en
el caso de Chile (líder mundial) y más de un millón de toneladas en los casos
de Australia, China, Congo, Estados Unidos y Perú.
Numerosos yacimientos de cobre de gran tamaño fueron
identificados durante los últimos veinte años (Agua Rica, San Jorge, el Pachón,
José María, los Azules y el Altar en la Cordillera de los Andes y Taca Taca en
Jujuy). Si logramos incorporar algunos de estos yacimientos a la producción,
alcanzaríamos quizás las 900.000 toneladas anuales y ocuparíamos el sexto lugar
en el ranking mundial.
En materia de oro, producimos anualmente unas 55
toneladas por año versus más de 150 toneladas en el caso de los mayores
productores mundiales (Australia, Canadá, China, Estados Unidos, Rusia y Sud
África).
De acuerdo a estudios realizados por la Cámara Minera
de San Juan, existen yacimientos de oro ya identificados que contienen más de
80 millones de onzas de oro. Se destacan por su importancia en la provincia de
Santa Cruz numerosos proyectos en el Macizo del Deseado y en la zona
cordillerana, Pascua Lama (oro y plata), así como varios yacimientos de cobre y
oro (como Agua Rica, el Altar, Bajo del Durazno y el distrito Vicuña).
La puesta en marcha de varios de estos proyectos
durante los próximos años incrementaría quizás la producción aurífera argentina
a más de 110 toneladas por año, lo que nos transformaría en el séptimo mayor
productor mundial.
En materia de litio (provincias del noroeste) y
potasio (Potasio Río Colorado en Mendoza), las reservas disponibles son
cuantiosas y permiten vislumbrar una posición de liderazgo internacional.
La Argentina tiene también la posibilidad de
transformarse en un importante actor en el mercado mundial de plata (se
descubrieron más de 1500 millones de onzas) si explotan proyectos como Navidad,
Cerro Moro y San Nicolás en la estepa patagónica, Filo del Sol en San Juan y
Pirquitas y Chinchillas en la puna jujeña.
Para crecer productivamente en la zona de la
Cordillera de los Andes, contamos con un valioso activo institucional: el
Tratado de Integración Minera entre la Argentina y Chile firmado en 1997. Este
acuerdo facilita el desarrollo de yacimientos mineros transfronterizos que de
otra manera serian inexplotables.
Es cierto que, como el resto de las materias primas,
los precios de los minerales cayeron sustancialmente en el último año. Estas
circunstancias adversas no son razón para flaquear en el esfuerzo y recrear a
nivel nacional y provincial las condiciones jurídicas, fiscales y ambientales
para que nuestro país sea competitivo a la hora de disputar los flujos de
capitales que se dirigen al sector. Sobre todo, porque el sector es cíclico y
el periodo de maduración de los proyectos es largo.
Las experiencias de Australia y Canadá, países que
supieron desarrollarse complementando su potencial agropecuario e industrial
con un desarrollo sustentable de la minería, deberían servirnos de faro. La
Argentina tiene las condiciones geológicas, empresarias y tecnológicas para
transformarse en un gran país minero.
Felipe de la Balze es economista y negociador
internacional.