Alieto Aldo Guadagni
LA NACION,
LUNES 12 DE OCTUBRE DE 2015
El 10 de diciembre de este año asumirá un nuevo
presidente en la Argentina, quien deberá encarar muchos problemas sociales y
económicos, entre los que se encuentra la necesidad de recuperar el
autoabastecimiento energético perdido en la última década. La producción de gas
y petróleo avanzó en el mundo en las últimas décadas a un ritmo sostenido: hoy
se produce 20% más de petróleo y 45% más de gas que a inicios de este siglo.
A pesar de este aumento en la extracción de
hidrocarburos, las reservas comprobadas, gracias a los progresos en las
tecnologías de exploración de nuevos recursos, han trepado más rápido que el
agotamiento causado por la extracción. Hacia 1980 las reservas petroleras
mundiales cubrían apenas 30 años de producción, mientras que hoy cubren 52
años. En el caso del gas, a pesar de que registra mayor aumento en la
extracción que el petróleo, las reservas mundiales también aumentan, y hoy
cubren nada menos que 54 años de producción.
América latina no fue ajena a esta expansión de la
producción y el horizonte de reservas, fruto de un sistemático proceso
exploratorio. A partir de 2003 las reservas gasíferas se duplicaron en Perú y
Colombia, mientras que aumentaron un 150% en Brasil. En petróleo a partir de
2003 se registraron los siguientes aumentos en las reservas: Colombia 50%,
Ecuador 57%, Perú 60% y Brasil 65%. La producción de gas registró también
significativos aumentos desde 2003: Colombia 90%, Brasil 117%, Trinidad y
Tobago 118%, Bolivia 250%; por su parte, Perú multiplicó su producción 30
veces.
La Argentina registra en estos años una evolución
opuesta a la de la región, debido a nuestra caída tanto en la producción como
en las reservas hidrocarburíferas. Nuestra producción de petróleo en 2002 era
un 42% superior a la actual, mientras que la de gas en 2004 era un 20%
superior. Este persistente retroceso debilita nuestra posición en la región.
Hoy producimos menos de la mitad del petróleo de Colombia, pero en 2002 nuestra
producción era un 40% mayor,
Se trata de un retroceso inédito en nuestra historia,
ya que a partir del descubrimiento del petróleo, en 1907, nunca se había
registrado un período tan prolongado de caída productiva. Estamos pagando ahora
el alto costo del capitalismo de amigos petrolero propiciado por el Gobierno.
El retroceso en hidrocarburos perjudica nuestro desarrollo, ya que debilita la
balanza comercial con crecientes importaciones, consumiendo así divisas que
deberían dedicarse a incorporar bienes de capital para modernizar nuestra
infraestructura y los servicios básicos que registran carencias de agua
potable, cloacas, control de inundaciones rurales y urbanas, saneamiento
ambiental, transporte, red vial y distribución de energía eléctrica.
La buena noticia es que este retroceso energético no
es irreversible, ya que no responde a carencias geológicas, sino que es
consecuencia de prácticas nocivas que desalentaron las inversiones requeridas
en exploración y desarrollo. La exploración descendió en los últimos años a
niveles mínimos, a pesar del incremento en los precios internacionales; por esa
razón gastamos mucho dinero no en desarrollar nuevas áreas, sino en importar
combustibles a precios altos y con contratos poco transparentes.
Lamentablemente, la nueva ley de hidrocarburos no
contribuye a despejar el horizonte, ya que no estimula la competencia entre los
inversores petroleros. Recuperar el tiempo perdido exigirá otras normas legales
claras y estables que atraigan, en procesos abiertamente competitivos y sin
negociaciones oscuras, a genuinos inversores dispuestos a asumir los riesgos
propios de esta actividad.
Ex secretario de Energía de la Nación