Es útil tomar conocimiento del durísimo camino que
deben recorrer adolescentes y jóvenes atraídos por el consumo de drogas
prohibidas, para volver a encauzar sus vidas por un sendero de trabajo honesto,
de estudio promisorio y de reintegración en la vida hogareña.
En ese sentido es ilustrativa una nota publicada
semanas atrás en LA NACION sobre casos que han tenido lugar en plena "zona
caliente" de la ciudad de Córdoba, donde Maldonado y Müller demarcan un
territorio en el cual prosperan las cocinas de drogas, cuyos productos se
expenden al menudeo. Por esa zona discurren numerosos jóvenes que inician o no
pueden abandonar un vicio que los adhiere a un consumo destructor hasta que,
por una reacción personal o bien por efectos de algún triste suceso familiar
que los estremece, sienten la necesidad de retomar una vida sana, limpia de
drogas, en la que puedan construir un futuro.
Los hechos y las acciones del citado barrio cordobés
ejercen una sugestión evidente, sobre todo entre sus habitantes más jóvenes.
Salir del territorio donde se ofrece la droga y donde también se vive genera
una barrera que no es fácil de superar. Chicos comprometidos tempranamente con
el comercio ilegal lo sienten como una convicción que los retiene y les impide
irse del lugar. Hay quienes se iniciaron a los 15 años en el comercio y en el
consumo. Algunos primero robaron y luego se dedicaron al transporte de la droga
en dosis menores, a guardarla o a hacer delivery.
No llama a nadie la atención que los vecinos tienen
conocimiento acerca de dónde están ubicadas las cocinas en que preparan la
droga para el consumo, una docena de las cuales se distribuyen en 400 metros,
según los testimonios de la gente del barrio. Esto que es una información
difundida parece ser una verdad que no ha movilizado a la policía, lo que
tampoco sorprende y abre dudas fundadas sobre la connivencia de esta fuerza de
seguridad. Lo cierto es que los jóvenes recorren un circuito de venta en que se
ofrecen porros, drogas y todo tipo de pastillas.
Quienes quieren abandonar el consumo no ignoran que
tendrán que vencer el deseo intenso de reincidir. Los que intentan esa
superación saben que la recaída en el hábito vicioso es algo fundamental a
evitar, para lo cual eluden invitaciones y determinados lugares. Cuando tienen
éxito en la decisión de abandonar la adicción, advierten que ahora lo que ganan
es de ellos, a través del trabajo, cuando antes quedaba en manos de los
mercaderes de la droga y de la muerte.