Gracias a la famosa obra de Lucio V Mansilla, “Una
excursión a los indios Ranqueles”, tenemos la oportunidad de revivir la vida en
las tolderías, inclusive con insólitos datos domésticos. Pero, además, este
excelente y florido relato ha generado una diversidad de publicaciones
posteriores.
Precisamente el nuevo libro del padre Durán[1]
trata una derivación de un episodio (que a priori parecería menor), que se
desarrolló durante el bautismo de una de las hijas del célebre cacique
ranquelino Mariano Rosas. En dicha oportunidad al Coronel Mansilla lo obsesionó
el vestido que llevaba la pequeña princesa ranquel, que sería su ahijada. Dice
Mansilla:
“… ¿Qué vestido es ése? ¿De dónde venía?, ¿quién lo
había hecho?, era todo mi pensamiento. Quería atender a lo que el sacerdote
hacía y decía ¡En vano! El vestido y las botas me absorbían. Examinaba el
primero con minucioso cuidado. Estaba perfectamente bien hecho y cortado. Las
mangas eran a lo María Estuardo. Aquello no era de modista Tierra Adentro.
Tampoco podía ser en el saqueo de una tropa de carretas, estancia, diligencia o
villa fronteriza. Entre nosotros ninguna niña se viste así… A mi lado estaba un
cristiano agregado al toldo…, le pregunté con disimulo: -¿De dónde ha sacado mi
compadre este vestido? -¡Oh, me dijo, con voz bronca y tonada cordobesa, ése es
el vestido de la Virgen de la Villa de La Paz…”.
Dicha localidad, conocida antes como San José de
Corocorto, cuyos primeros habitantes fueron los indios huarpes, estaba a orilla
del río Tunuyán, y fue fundada por el gobernador de Córdoba, Rafael de
Sobremonte, en 1791.
El 22 de noviembre de 1868, la Villa recibió la inesperada
acción de un malón de 500 ranquelinos. La Iglesia fue incendiada, saquearon sus
ornamentos sagrados y los santos despojados de sus ropas, incluso el vestido de
la Virgen que luego fue visto en las tolderías. Lo lucía una niña de ocho años
que era la hija del cacique y de una cristiana.
(La Nación, Campo, 12-12-15)