Infocatolica, 23/12/15
Max Silva Abbott
Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad
Católica de la Ssma. Concepción de Chile.
Actualmente, en Alemania, el Instituto Max Plank de
Física está por dar un paso decisivo en sus pruebas con el reactor
«Stellarator», que produciría energía mediante la fusión de núcleos atómicos
(imitando lo que ocurre en el núcleo del Sol), pero sin los riesgos de las
centrales nucleares, tanto de seguridad como de desechos radiactivos. Se podría
crear así energía de forma totalmente limpia e incluso, aseguran sus
promotores, infinita, con lo cual a la postre sería prácticamente gratuita.
Las posibilidades que traería este proyecto son
también ilimitadas, y vendrían a demostrar una vez más que la realidad supera a
la ficción. Ello, porque uno de los mayores límites para prácticamente toda
labor de emprendimiento material desde los orígenes de la humanidad, estaría
solucionado, con lo que sus repercusiones en la industria, la agricultura o la
investigación ni siquiera pueden vaticinarse.
De hecho, podría ser la gran fuerza que derrote por
fin a la pobreza en el mundo –la material al menos–, a condición, eso sí, que
para combatirla y generar condiciones de vida más justas y humanas, se utilice
el mismo ingenio que ha permitido proyectar este gran invento. Ello, porque
nuestra mayor riqueza es la inteligencia, el llamado «capital humano», la gran
promesa del siglo XXI.
Por otro lado, conseguir una fuente limpia de energía solucionaría
muchos de los actuales problemas de contaminación, con lo cual los acuerdos y
protocolos internacionales, como el último de París, perderían gran parte de su
importancia. Aunque resulta claro que podrían generarse varios otros
inconvenientes –que ni siquiera planteamos–, fruto de un eventual aumento
exponencial de la producción en general.
Sin embargo, y como siempre ocurre, el gran problema
no será tanto técnico sino ético: qué uso daríamos, de llegar a ser realidad, a
este prodigioso invento. Ello, porque la tentación de utilizarlo como
herramienta para vencer a los rivales, como instrumento de dominación en
cualquiera de sus formas o incluso como arma, resultan por desgracia, también
posibles. De hecho, la historia muestra que casi no ha habido creación que el
hombre no haya utilizado de alguna u otra manera contra su hermano. Así por
ejemplo, ¿quedaría esta fuente energética solo en manos de unos pocos o se
haría universal? Y en caso de darse esto último, ¿cómo impedir que se utilice
también para el mal?
Por tanto, el desafío podría ser mayúsculo, tal vez el
más grande de la historia, paradójicamente, si se solucionara uno de los
mayores problemas materiales, que ha sido nuestro «techo» para tantos sueños.
De ahí que nuestro deber sea evitar que estos sueños se conviertan en
pesadillas.
Publicado originalmente en Viva Chile