Eduardo Fracchia
La Nación, 31-1-16
Es notoria la incorporación de gerentes al Gobierno. Expresa una intención de querer poner el hombro en esta nueva etapa que ha iniciado el país el 10 de diciembre y rejuvenece al Estado en su función de buscar el bien común. En principio es muy valioso este aporte de capital humano. Es un lugar común que existen competencias comunes entre estos roles. Según Mintzberg, las funciones similares en el ámbito público y en el privado son las interpersonales, las informativas y las decisorias. Es una tradición que en países como Estados Unidos haya una rotación entre sector público y privado con mayor naturalidad que en nuestro país. La visión de la nueva gerencia pública (NGP) fue muy impulsada por el trabajo de Osborne y Gaebler de 1992, que promueve al interior del sector público la eficiencia, la innovación, el enfoque en servicios y la orientación al ciudadano. Este enfoque vino a reemplazar al modelo weberiano. La idea de la NGP es pasar de un modelo burocrático a otro más empresarial. Es una tradición que ha recogido críticas, básicamente porque el gerente público precisa conocer el contexto político en el que se desenvuelven las instituciones. Si bien la política está presente en el campo privado, en la administración pública es más compleja y tiene mayores tensiones.
La gestión pública requiere del componente político para alcanzar los objetivos previamente establecidos. Según lo escrito por Moore en un trabajo de 1995, muchas de las técnicas de gestión empresarial son igualmente aplicables al sector público. A veces se plasman de manera equivocada, ya que el sector público crea valor de un modo distinto al privado. El sector público está más influido por el diálogo comunitario, la participación social y el respeto a valores constitucionales y democráticos. El gerente público, en definitiva, debe ser un experto conocedor del funcionamiento del sistema político. Debe saber cómo estructurar coaliciones ganadoras. No alcanza con que sea capaz de elaborar soluciones técnicas. Muchas veces hay buenas ideas que no se implementan por ausencia de esa cualidad política. Un país, como bien dice Krugman, no es una empresa.
Hay muchas experiencias valiosas de la migración de gerentes privados a lo público. El caso chileno con Sebastián Piñera abre una puerta para reflexionar a partir de las luces y las sombras. En definitiva, se trata de una oportunidad muy valiosa teniendo en cuenta la dificultad que la experiencia internacional demuestra. Es clave, en paralelo, formar cuadros al interior del sector público, tanto en posiciones medias como en puestos de vértice. Se descuenta la vocación de estas personas que han dado el salto para servir en este año del Bicentenario a la patria, tratando de colaborar con sus capacidades. Muchas veces con menores ingresos, lo han hecho en esta circunstancia difícil dado el desequilibrio socioeconómico notable que dejó el kirchnerismo al dejar el poder.
El autor es director del área Economía IAE Universidad Austral