El crimen del gerenciamiento
Por José Antonio Riesco
El Presidente Macri sigue recibiendo recriminaciones
por que en su primer mensaje ante el Congreso –y otras expresiones de la
sociedad que asistían-- no mostró condiciones de orador al estilo de Belisario
Roldán, Alfredo Palacios, o doña Cristina. Le faltó. parece, calor emotivo y la
formulación de grandes objetivos de futuro.
A juicio de uno de sus impugnadores, vocero a la vez
de los intereses políticos del diario “Perfil” (Fontevecchia), mentamos a doña
Beatriz Sarlo, el Presidente expuso “el concepto de la política como
gerenciamiento. Está convencido de que hay soluciones puramente técnicas para
los problemas que la política tradicional describió como sociales, económicos o
culturales.”
En el fondo. le imputa el pecado de no ejercer el
gobierno con el estilo y la vocación del “guitarrero”, aquel que según el
diccionario “improvisa sin conocer el tema”, como en su tiempo lo hicieron
Isabelita Perón o Raúl Alfonsín. Dicho con todo respeto por estos antecedentes
con nombre y apellido, a los que evaluamos por su rol dirigente y nada más, sus
experiencias como gobernantes, con sus excepciones, fue un costo muy alto para
el proceso que siguió a la muerte de Perón. Los discursos de Isabel eran
heroicos y a la vez lamentables. Los de Alfonsín, no puede negarse, emocionaban
a la audiencia, pero su gestión al frente del Estado apenas si, como mérito,
dejó la ley de divorcio.
Pero está a la vista que presentar “el gerenciamiento”
como una modalidad gubernati va equivocada y dañina por parte del Presidente,
tal cual lo denuncia la columnista de marras, y reivindicar a la vez las
propias de la “política tradicional”, tiene al menos dos capítulos. Uno implica
ignorar la evolución de los criterios de manejo del poder público en las
naciones que, ya de largo tiempo, dejaron de lado el caudillismo comiteril y
el clientelismo sucio y descontrolado,
adoptando en cambio los procedimientos
propios del planeamiento y sin incurrir en la rigidez y excesos de la
concentración autocrática que hemos sufrido.
En segundo lugar, conlleva ignorar que, junto a otras
en el interior y exterior de cada nación, el Estado existe como “organización”
cuya unidad, eficiencia y eficacia le impone disponer de funcionarios y formas
de actividad que son propias de un sistema gerencial y no de uno de tipo
guitarrero. Esto supone que la conexión cibernética o información siempre
renovada y lo más completa posible, por parte de la conducción, requiere la mayor
precisión y ajuste con la complejidad material, social y cultural que presenta
la organización en su globalidad. Y en lo cual el auxilio de lo técnico es
indis pensable, tanto en el orden privado cuando en el ”espacio público”.
Salvando la distancia entre un sistema democrático y
otro de carácter totalitario (que todo lo decide y domina), bien se ha dicho
que “en términos muy generales”, la regulación (o el “control”) de un sistema
social está asegurada por otro sistema
(el gu bernativo) cuando los valores del sistema social que poseen las
variables esenciales (partidarias, burocráticas, sindicales, empresarias,
profesionales, etc.) o los estados de sus elementos, dependen de las decisiones
que emite el de orden político. (Ley de Ashby) (c. Lapierre, J. W. p. 137)
El término “control”, en el sentido de “cyberne o
timón” en la acepción griega, remite a la capacidad de un sistema de mando
para, en la experiencia democrática, operar coordinando el consenso con la
coerción, la cooperación y el poder. O sea una compo sición dinámica, a
condición de que el gobierno se integre con elementos humanos y técnicos con
aptitud suficiente al nivel de evolución de la vida social contemporánea y su
cultura. A esta altura del tiempo, diría Ramón J. Cárcano, gobernar no es
“soplar y hacer botellas”. Algo que no comparten muchos miembros de la
“política tradicional”, esos que no explican por qué la Argentina en lugar de
estar de pie y marchando apare ce caída y decadente.
De ahí que, en cada situación las decisiones y acciones
de “la gerencia” incluyen tanto relaciones de carácter funcional cuanto social,
que confieren a lo técnico una condi ción de legitimidad que no conoció el
pasado. Esto hace del ”gerenciamiento” un com promiso operante que excluye un
criterio de mando de índole pretoriana o autoritaria, ya se refiera al Estado o
a una entidad privada que despliega algún tipo de poder.
Tampoco es acertado decir que “la técnica en el puesto
de mando excluiría preguntas indiscretas del tipo: ¿a quién conviene esto?, ¿a
quién perjudica?” – La columnista ignora cuestiones fundamentales –o lo hace
para usar una falacia como argumento polémico-- ya que un sistema racional
permite superar la oscuridad y el desorden en la administración; y donde el capricho o la mala
fe de los administradores se sustituya con la legalidad de las decisiones, la
precisión del presupuesto, la contabilidad de cos tos, el control de los gastos
e inversiones, la asignación de personal y funciones, etc.
Vale tener presente el manejo personalista, al margen
de normas, que este país so portó
durante el gobierno kirschnerista, con sus excepciones, en las tres jurisdic
ciones. Y vale recordar cómo el caos en el manejo de los recursos públicos
encontró soluciones sustantivas en Francia con la reforma Debré (1945) y la
incorporación del método PPBS (“Planning, Programming, Budgeting”) en los
Estados Unidos (1965).
El gerenciamiento supone, asimismo, en la “sociedad
activa” de nuestro tiempo, que la cúpula de la organización ejerce su función
directriz asumiendo la problemática de ventas, producción, logística,
financiamiento, etc. combinada con la de índole social y humana. Ya sea sobre
el conjunto de funcionarios, colaboradores y mano de obra, sin excluir las
condiciones del entorno, en el caso de las grandes empresas privadas; y
asimismo de la población total y de su propia masa burocrática si se trata del
Estado. Lo cual implica, junto a la aptitud para la dirección, un plus de
idoneidad que mira hacia el liderazgo. Tal es el cometido y la eficacia de un
sistema donde se sabe qué se gasta y en beneficio de quién; todo lo contrario
del régimen de la politiquería tradicio nal, donde el reparto arbitrario e
inmoral es la ley..
Otro gazapo conceptual de la columnista, se refiere a
que el gerenciamiento implica “la creencia en que la razón técnica puede
dominar conflictos y tensiones sociales”.
Decimos, de nuestra parte, que la sociedad –las interacciones que le dan
vida-- es conflictiva en alta medida,
una consecuencia de las diferencias de intereses y de la libertad de acción de
que gozan los individuos y los grupos. También que en impor tante proporción los entredichos se encaminan
a soluciones formales (jurídicas) cuando se las somete al arbitraje
administrativo o al conocimiento y resolución de los jueces. Por caso los de orden laboral que suman
miles.
Algunas disputas –en general de índole
socioeconómica-- no se expresan francamente como tales, se mantienen en estado
de tensión y comprometen a sectores sociales de más o menos envergadura. Pero los de una y otra categoría, cuando
superan los lími tes domésticos, requieren de la atención del Poder. A éste,
personificado en el gober nante, no
puede faltarle la adecuada percepción realista aún con las restricciones cognitivas
de la intuición del fenómeno, acaso inmediata, para atenderlo en la oportu
nidad debida (la urgencia) y someter a control su evolución. La percepción
aguda, en lo posible directa y con aprehensión de los elementos básicos y
principales, es una de las “virtudes” del político esté o no en al frente del
Estado.
Pero no basta, ni es suficiente un informe provisional
o lo que aporta la prensa a veces muy útil. Si el problema presenta una cierta
complejidad cuya escalada puede afectar un escenario social amplio, con
repercusiones en la convivencia de miles de ciudada nos y la misma autoridad
del gobernante, se torna inexcusable una “apreciación de situación” a cargo de
expertos experimentados en la materia del conflicto.
Y con ello el diagnóstico completo con las propuestas
de solución que sean pertinen tes para la negociación eficaz del asunto. A esto
no lo sustituye el “ojo de buen cube ro” ni los chismes de un correligionario,
pese a que los datos y consejos extra-sistema contengan elementos valiosos que
cabe agregar al “expediente”. En la administración de Justicia la incorporación
de expertos (ingenieros, contadores, médicos, psicólogos, técnicos en
accidentología y en balística, etc.) en carácter de peritos, forma parte de la
producción de probanzas
De manera que, como lo hacen los jueces con un
conflicto bajo su competencia –dando garantías a las partes y a la sociedad--
no se ve que en el ámbito de los otros “poderes” el legislativo y, sobre todo,
el ejecutivo, deba ser el imperio de los guitarreros que, a no dudarlo, añora
tanto la ilustre Sra. Beatriz Sarlo. Los
poderes políticos y el jurisdiccional son diferentes en su misión, pero no
tanto.-
-Lapierre, Jean-William: El análisis de los sistemas
políticos; ed. Península, 1986. –
--Del autor: El gobierno – en Teoría del Estado
Contemporáneo; ed. Alveroni, 1995.