Aica, 26 Abr
2016
El doctor Miguel Ángel Schiavone, decano de la
Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Católica Argentina (UCA) y la
doctora Sabrina Julio, docente de Atención Primaria de la Salud de la casa de
altos estudios, advirtieron que la prevalencia del consumo de drogas se
encuentra en “aumento constante”, afectando a la población económicamente activa
y destruyendo la base productiva de la Nación.
El artículo titulado “Drogadicción: la esclavitud del
nuevo milenio” fue publicado en la revista de la Asociación Médica Argentina.
Drogadicción: la esclavitud del nuevo milenio
“Adicto” deriva etimológicamente de a-dicción, “sin
palabras”. Los que no tenían voz ni voto eran aquellos hermanos que por su
condición de esclavos no podían opinar. La persona adicta se vuelve esclava de
una conducta que nace para calmar impulsos internos, carencias afectivas,
psicológicas, sociales o espirituales. Si bien todas las conductas adictivas
representan un problema de salud (adicción al celular, al juego, a Internet,
etc.) nos interesa en este caso focalizar sobre las adicciones a drogas, por
ser ésta una pandemia que involucra al adicto, a su grupo familiar y a toda la
sociedad en su conjunto, vinculada con situaciones de corrupción, violencia,
muerte y destrucción del tejido social.
Deberíamos desterrar el falso concepto de que la
drogadicción es un problema de determinadas clases sociales. Esta enfermedad no
diferencia sectores, grupos, o edades. Si bien hay grupos de riesgo, cualquiera
puede ser vulnerable ante el aumento de la oferta de drogas en ámbitos no
esperados ni imaginados por la sociedad.
¿Por qué la drogadicción es un problema relevante para
la Salud Pública?
Definimos como droga a toda sustancia que introducida
en el organismo por cualquier vía de administración, produce una alteración del
natural funcionamiento del sistema nervioso central del individuo y es además,
susceptible de crear dependencia, ya sea psicológica, física o ambas.
Si bien existen numerosos problemas en el campo de la
salud, la drogadicción en nuestro país debería ser un tema prioritario. En
primer lugar porque se ha constituido en una verdadera epidemia; la información
que suministra el Observatorio Argentino de Drogas (SEDRONAR), registró un
incremento en la prevalencia de año en el consumo de sustancias para la
población entre 15 y 65 años. El consumo de marihuana creció, de 1,9% en 2004 a
3,2% en el 2014; la cocaína pasó de 0,3% a 0,7%, la pasta base de 0,01 a 0,04%
y el éxtasis de 0,01 a 0,05%. Pero también es preocupante la población a la
cual afecta, siendo prevalente entre los adolescentes y la población
económicamente activa, destruyendo la base productiva y creativa de la Nación.
Otro factor que hace relevante a esta epidemia es que no sólo afecta a la
persona enferma, sino también altera al grupo familiar con impacto negativo en
la convivencia y los vínculos familiares. Es de destacar que el efecto negativo
sobre la salud física, psicológica, social y espiritual termina, en algunos
casos, con la muerte del propio enfermo, o con asesinatos vinculados a actos
delictivos. Un último elemento que hace preocupante esta enfermedad es su
difícil abordaje terapéutico, que requiere de un trabajo interdisciplinario,
recursos económicos, apoyo social, familiar, tiempo y decisión política de
enfrentarlo.
¿Cuáles fueron las razones de la explosión epidémica
de la drogadicción?
Existen múltiples factores, causas, concausas y redes
de causalidad, que didácticamente podemos clasificar en factores biológicos y
sociales.
Factores biológicos:
El sistema límbico es el responsable, a través de la
liberación de dopamina, de la respuesta del organismo frente a estímulos
externos positivos o negativos. Es el centro que responde con estímulos
gratificantes para garantizar la supervivencia del individuo y la procreación.
El comer, la lactancia materna y el apareamiento, generan un estímulo positivo
con liberación de dopamina que recompensa al individuo y asegura la perpetuidad
de la especie y su supervivencia. Por otro lado, existen factores externos de
agresión que generan miedo o temor y preparan al individuo para enfrentarlos o
huir. Las sustancias adictivas afectan al cerebro de tal manera, que éste
reacciona de la misma forma en que responde a situaciones placenteras. El
contexto y la cultura de estos tiempos, contribuyen a entrar en el mundo de las
adicciones. En una sociedad de abundancia y sin retos, la dopamina termina
liberándose por actividades no saludables como el consumo de drogas, que cubren
el vacío que dejó el placer de la supervivencia. Pero no todas las personas
llegan a las adicciones, para que esto ocurra deben estar presentes tres
elementos: una predisposición genética, un medioambiente favorecedor y la
presencia del agente (droga).
Factores sociales:
Desempeñan un rol tan o más importante que los
biológicos. En primer lugar, la razón que explica este crecimiento exponencial
de la drogadicción es la altísima rentabilidad del negocio de las drogas. Sin
temor, deberíamos remarcar que este factor debe ser tenido en cuenta al momento
de analizar el problema en su conjunto.
No menos importante es el marketing positivo que está teniendo
el consumo de drogas en la sociedad y los medios de difusión, que nos hacen
creer que su consumo es inocuo. Tal vez por ignorancia, por esnobismo o por
intereses económicos, el mensaje: “la marihuana no hace nada, podes fumarte un
porrito”, es tan falaz como perverso. La actual marihuana no tiene nada que ver
con la utilizada por los hippies en la década del sesenta. Se trata de cultivos
con semillas transgénicas que tienen efectos potenciados a los de aquel
momento. El mensaje y la conducta de famosos, influyen sobre el adolescente,
figuras de la televisión, el cine o el deporte que se manifiestan abiertamente
sobre la libertad de consumo, induciendo a su emulación. La desintegración del
grupo familiar, la falta de diálogo, de comunicación, con familias
monoparentales o familias ensambladas contribuyen al crecimiento exponencial
del número de enfermos.
La sociedad de consumo que privilegia éxitos rápidos,
en donde se valora el tener y no el ser de las personas, conducen a la
drogadicción como un estimulante para alcanzar el éxito, o a la inversa para
olvidar el fracaso.
Otro factor a mencionar como explicativo de esta
epidemia es el éxito parcial que tuvo la lucha por reducir la producción y
comercialización de drogas. Los países centrales le han declarado la guerra a
la droga y han destinado millones de dólares para controlar o reducir la
oferta, pero el resultado no ha sido equivalente al esfuerzo realizado.
Solamente se incauta el 10% del total de la droga circulante o producida. Es
muy difícil identificar a los grupos que actúan en células similares al
accionar de los terroristas. El éxito para controlar esta verdadera pandemia
será entonces poner énfasis en la reducción de la demanda y el consumo; no
limitarse solamente al control en la producción y comercialización. ¿Por qué
las campañas para reducir el consumo de tabaco fueron efectivas en todo el
mundo, y no hay igual énfasis en publicitar la reducción en el consumo de
drogas? Con los programas de control en el consumo de tabaco, EE.UU. redujo del
37 al 18% su tasa de fumadores.
Finalmente mencionaremos la falta de criterio
epidemiológico para la utilización de la información disponible a ser aplicada
en programas y acciones de control: la epidemiología nos enseñó a identificar
riesgos según persona, tiempo y lugar, el SEDRONAR identificó que en el 2014 la
prevalencia para el consumo de cocaína en Rosario fue de 1.7% (dos veces y
media más que el promedio del país) y el de la pasta base de 0.4% (diez veces
más que el promedio del país). En epidemiología decimos “información para la
acción”, y ahora que tenemos la información, ¿qué estamos haciendo? No existe
más la división entre países productores (en general pobres) y países
consumidores (en general desarrollados), hoy por hoy, estamos frente a una
verdadera pandemia.
Ejes estratégicos para prevenir el consumo y reducir
la demanda
Podemos identificar tres grandes ejes: la familia, los
medios de difusión y el sistema educativo.
La familia: Es el arma más eficaz y fundamental para
construir un ámbito libre de drogas. Criar hijos es tal vez la tarea más
importante que una persona puede desempeñar, pero increíblemente es para la que
menos se está preparado formalmente. Se aprende a ensayo y error, en algunos
casos imitando a los padres, y en situaciones de rebeldía contradiciendo el
ejemplo de los progenitores.
De acuerdo a nuestra experiencia, observamos mayor
prevalencia de adicciones en los hijos de aquellos padres que tienen dificultad
para transformar algunas palabras en actitud, y lo que fundamentalmente hace
falta es:
Amor, para fortificar los vínculos familiares
Consistencia, para intercambiar posturas y argumentos,
a fin de que tanto el padre como la madre tomen una posición única y definitiva
frente a las drogas.
Comunicación, para fortalecer espacios de diálogo.
Calidad de vida, para adoptar hábitos saludables, con
una visión biopsicosocial y espiritual de la salud que incluya el tema drogas
pero también alimentación, higiene, recreación, descanso, fe.
Ejemplos, más que palabras son necesarios para
trasmitir mensajes positivos. Los hijos no obedecen, sino que observan e imitan
la conducta de sus padres.
Educación, a fin de poder orientar a los hijos hacia
un aprovechamiento saludable de los tiempos libres (deporte, trabajo comunitario,
contacto y respeto con la Naturaleza, lectura, música, cine).
Autoridad, para poner límites. Los padres son padres,
no amigos de sus hijos. Se transforman en amigos los que tienen incapacidad o
temor a ejercer ese rol. Un padre-amigo, finalmente deja a su hijo huérfano.
Medios masivos de difusión
Son formadores de opinión, especialmente entre los
jóvenes. La credibilidad que la sociedad deposita en los medios de comunicación
hace de ellos un instrumento valiosísimo para difundir mensajes de interés
público que deberían estar encaminados a modificar actitudes en torno al
problema de las drogas. Estos medios de comunicación que podemos rotular como
medios de penetración, inducen al hombre a encontrar respuestas a interrogantes
tales como: ¿quién soy?, ¿qué quiero ser?, ¿cómo lograrlo?, y cuando el hombre
no alcanza estos objetivos predeterminados lo destruyen, relegándolo al olvido
más absoluto.
Los medios que más influyen en la población son la
televisión y la radio; y en menor medida los diarios y las revistas. En los
últimos años se han agregado Internet y las redes sociales. El adolescente
tiene dudas sobre cómo enfrentar la nueva etapa que le toca vivir, y reclama
explicaciones a esos interrogantes; primero dentro de su núcleo familiar, pero
si el ambiente no es propicio o siente que no es tomado en serio, buscará las
respuestas en otro ámbito. Y allí es donde los medios ejercen una gran
influencia en su formación. Los medios propagan o inducen modelos positivos,
pero en algunos casos negativos, exaltando el triunfalismo, el individualismo,
el materialismo, o minimizando el resultado devastador de la drogas. Provocan
tres efectos sobres las personas, el primero cognitivo al elegir los temas de
interés que quieren introducir en la sociedad: lo que no aparece en los grandes
medios es como si no existiera. Así los adolescentes hablan de los personajes
de sus series favoritas, les gustan las mismas cosas y valoran los mismos
comportamientos. El segundo efecto es actitudinal, al presentar los temas de
interés de una determinada forma, le dictan a la sociedad o al menos influyen
en la manera de pensar sobre esos temas para que adopten posicionamientos
previamente elaborados por esos mismos medios. El tercer efecto es conductual,
influyendo en las conductas que el consumidor del medio va a ejercer.
Para que esta pandemia continúe en su etapa expansiva
y llegue a millones de personas, se requiere de sofisticados medios de
promoción, de inducción al consumo, y también de distribución y
comercialización. Los medios de comunicación, por acción u omisión, pueden
inducir al consumo, cuando su responsabilidad debería ser mostrar una visión
veraz de la actual situación en el consumo de drogas y el efecto negativo sobre
la salud del adicto, de su grupo familiar y de la sociedad en su conjunto. Los
medios de comunicación no deberían ser neutrales frente al problema de las
drogas, pero la realidad nos muestra que son muy pocos los que definen su
posición contra el uso de las mismas. No alcanza con informar sobre la captura
de un narcotraficante o el decomiso de drogas, deberían mostrar el efecto
deletéreo de las mismas.
El Sistema Educativo
La vida de los niños y adolescentes no son de
incumbencia privada, es una responsabilidad de todos (sociedad civil y estado)
en la medida que las nuevas generaciones garantizan la perpetuidad de la
especie, la familia y la sociedad en su conjunto. Siempre que sea posible, se
intentara que los adultos responsables del niño trabajen junto a las
instituciones educativas y colaboren en la prevención de las adicciones. Cuando
los padres no asumen este rol, cuando la familia está ausente, es el Estado a
través de las instituciones correspondientes el que debe acompañar, asesorar y
suplir esta falencia.
La escuela es el espacio institucional por excelencia
en el que se construyen los modos o formas de interpretar la realidad, es el
lugar ideal para abordar la problemática de las drogas, trasmitiendo valores y
hábitos que promuevan una vida saludable. El eje será reducir, controlar o erradicar,
si es posible, la demanda, interviniendo tempranamente.
La escuela cumple un importante rol socializador
durante la maduración de los niños, detectando factores de riesgo e
interviniendo en los momentos de cambio y de crisis. Para cumplir este rol es
necesario retener a los niños y jóvenes en la escuela e incluir a los que no
estudian ni trabajan (generación ni-ni). Pero también debemos recuperar al
MAESTRO como autoridad, como ejemplo, como trasmisor de conocimiento, de
valores, y como modelo.
Es fundamental mantener los vínculos que el alumno
conserva con la escuela, este lazo puede llegar a ser el único con el que
cuente en momentos críticos de su vida. La escuela debe recuperar la cultura
del saber esperar…sembrar para cosechar, combatir la inmediatez, recuperar la
cultura del esfuerzo. Formar hacia el futuro pero con un presente sólido basado
en el trabajo, la solidaridad, la honestidad, y la fe. Los educadores deben
cumplir como una de sus obligaciones, la de informar y promover una actitud
reflexiva frente al efecto devastador de las drogas, proteger al adolescente
vulnerable y preservar la familia como base del tejido social.+