Drogas: ¿y si nos preguntamos por qué?
Casi nadie respondía que no sabía que las drogas
afectan la salud o que dañan el cerebro. La respuesta era mucho más parecida a
la que sigue: ¿y por qué no?, si estoy triste.
Por Luis María Caballero*
La Voz del Interior, 29-5-16
La tragedia vivida hace unos días en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires en una fiesta electrónica ha vuelto a despertar
nuestras conciencias.
Tanto en la prensa como en las redes sociales, en los
bares y en los centros educativos, todos han tenido cosas para decir sobre las
maneras más convenientes de combatir esta tremenda situación, que ocasiona
muertes y accidentes, y amenaza con destruir a una generación en nuestro país.
Cada vez de forma más directa, nuestros jóvenes se ven
expuestos al influjo de comerciantes de la muerte que trafican con sustancias
nocivas y tremendamente adictivas.
El dato objetivo es ese, pero a la hora de pensar en
respuestas, desde las distintas vertientes del pensamiento político e
ideológico se han presentado alternativas de solución muy diferentes, que van
desde la necesidad de aumentar los controles policiales en rutas, boliches y
vía pública, pasando por quienes alientan el desarrollo y la difusión masiva de
campañas de información que alerten a la ciudadanía sobre los efectos y sobre
los riesgos que trae aparejado el consumo, hasta llegar a la postura de quienes
plantean que el Estado debe limitarse a efectuar control y reducción de daños,
o de los que proponen la despenalización absoluta de cualquier tipo de
sustancia.
Falta de proyectos
Sin entrar a analizar los pros y los contras de todas
estas ideas, llama la atención la ausencia de un estudio sobre el factor más
oscuro de las estadísticas. ¿Por qué son tantos los jóvenes que consumen? ¿Qué
lleva a un adolescente de vida aparentemente ordenada durante la semana –que
estudia o trabaja, que vive con su familia y tiene una relación normal con sus
amigos– a emborracharse hasta el desmayo o a drogarse durante los fines de
semana?
A lo largo de 2010, desde la Secretaría de Prevención
de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico de la Provincia de Córdoba,
durante la gestión de Sebastián García Díaz, quedó patente que casi ningún
consumidor ignora los efectos de las drogas –legales e ilegales– en su propia
salud. Y nadie ignora tampoco la profunda relación que existe entre accidentes
de tránsito y toxicología.
También quedó meridianamente claro la íntima relación
entre delito violento y consumo de sustancias.
Ante estos datos, los profesionales de distintas
disciplinas vinculadas a la temática –psicólogos, trabajadores sociales y
médicos– entrevistados desde la Secretaría eran unánimes cuando decían que, si
se le pregunta al consumidor ocasional o al adicto los motivos que los llevaron
a incursionar en las drogas, la respuesta no se vincula a la falta de
información sino a la falta de proyectos.
Casi nadie respondía que no sabía que las drogas
afectan la salud o que dañan el cerebro. La respuesta era mucho más parecida a
la que sigue: ¿y por qué no?, si estoy triste. Si no me imagino formando una
familia. Si no tengo unos padres que me cuiden. Si mis amigos también lo
hacen...
No vamos a avanzar hacia una verdadera solución
mientras no abordemos la situación de manera integral.
El Estado, por supuesto, debe controlar. Deben existir
también, sin duda, campañas de concientización que nos “recuerden” lo malas que
son las drogas. Pero de manera principal, desde cada familia, desde cada
organización no gubernamental, desde los clubes y también desde el Estado,
debemos trabajar en combatir el vacío existencial de nuestros jóvenes.
Contención
Para lograr resultados positivos en la tarea de
combatir este flagelo, hay que realizar un profundo trabajo de contención
emocional y fortalecimiento familiar.
Es necesario alentar a los jóvenes a ser fuertes ante
las presiones de grupo. Es preciso ayudarlos a construir proyectos de largo
plazo y a saberse protagonistas de su propio destino. Es clave, en definitiva,
facilitar el desarrollo de personalidades sanas y capaces de enfrentar los
desafíos y oportunidades que nos regala la vida.
Diferentes estudios demuestran que cuando los padres o
adultos referentes dan pautas de disciplina y apoyo emocional, los adolescentes
tienen menos problemas y son menos proclives a asumir conductas de riesgo.
En este sentido, la Organización Panamericana de la
Salud, junto con el Instituto de Salud Pública de la Universidad de Harvard, ha
desarrollado hace unos años un programa para la prevención de conductas de
riesgo entre los jóvenes, que busca prevenir el abuso de alcohol y otras
sustancias psicotrópicas.
El programa se llama “Familias Fuertes:
fortalecimiento de familias para prevenir conductas de riesgo en adolescentes”,
y sus destinatarios principales son familias con hijos de 10 a 14 años, a las
que se entregan herramientas que ayudan a fortalecer vínculos afectivos y
plantear límites claros, con buenos resultados.
En nuestra región, ya hay instituciones que trabajan
desde esta perspectiva, pero quizá esté haciendo falta articular esta labor,
para que los resultados sean visibles y duraderos.
No podemos dejar pasar más tiempo. Si no es ahora,
¿cuándo? Y si no somos nosotros, ¿quiénes?
* Abogado, exdirector de Coordinación Institucional y
Comunitaria de la Secretaría de Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el
Narcotráfico de la Provincia de Córdoba