Por Pablo Esteban Dávila
Alfil, 23 mayo, 2016
Juan Viarnes es un gran mentiroso. No hay dudas de
ello. Pero, si se confirman sus declaraciones reproducidas ayer por el matutino
La Voz del Interior (o al menos, parte de ellas), puede transformarse en el
protagonista central de una enorme felonía contra el exgobernador José Manuel
de la Sota, urdida desde las entrañas del kirchnerismo.
Vale la pena reproducir textualmente los conceptos
centrales que expresó desde una cárcel en Paraguay. Afirmó que no quiere ser
extraditado a la Argentina porque teme por su vida; especialmente, porque sabe
mucho del “Gobierno nacional que se fue” (de Cristina Fernández de Kirchner) y
para el que aseguró haber trabajado. Respecto a su rol dentro del
“narcoescándalo”, dijo que fue mandado a hacer el trabajo por “ellos” (el gobierno
K) y que luego le soltaron la mano porque “no quiso ir contra De la Sota”, como
le “habían pedido”. Finalmente, aseguró que se “reportaba directamente a Sergio
Berni”, el ex secretario de Seguridad de la Nación, que dejó el cargo en
diciembre.
En otras palabras: Según Viarnes, fue un agente del
gobierno de Cristina Fernández para desestabilizar al gobierno de Córdoba.
El asunto es particularmente grave. No solamente
porque a raíz de la novela de “el Francés” seis personas estuvieron presas por
más de dos años sin que hubiera motivos suficientes para su detención, sino
porque Viarnes contó con la complicidad (o la estupidez o una combinación de
ambas) de la Justicia Federal de Córdoba y de los Servicios de Radio y
Televisión (SRT) de la Universidad Nacional.
Esta combinación dio origen, como se recuerda, al
sonado “narcoescándalo”, que finalmente resultó ser una enorme fábula, tal como
terminó comprobándose.
Para Alfil, el asunto siempre fue poco claro, pero fue
el único medio que lo dijo sin medias tintas. La mayor parte del periodismo
cordobés aceptó acríticamente la versión de Viarnes, hecha suya por el fiscal
Enrique Senestrari y propagada con enorme irresponsabilidad por el programa ADN
conducido por el actual concejal Tomás Méndez.
Durante buena parte del segundo semestre de 2013, para
muchos sectores de la opinión pública De la Sota y la Policía de Córdoba
estaban coaligados con el narcotráfico.
Ahora, todo esto se cae, como una vulgar mascarada de
carnaval. Viarnes dejó en claro, por si quedaba alguna duda, que Berni estuvo
detrás de la jugada y que, al final del túnel, el propio Carlos Zaninni asomaba
su nariz. No hace falta ser muy sagaz para adivinar la maniobra. El propio
Berni afirmó en el programa “Intratables” el año pasado: “Tuvimos que detener a
un montón de policías (cordobeses) acusados de narcotráfico”, en el medio de un
duro cruce con De la Sota. A confesión de partes relevo de pruebas: El
mentiroso ha revelado una colosal mentira.
Todo esto es escandaloso por donde se lo mire. El gobierno
nacional, con recursos públicos, compró a un informante para que desparramara
una versión trucha sobre un adversario político. Luego un programa de
televisión, emitido por un canal universitario desembozadamente kirchnerista,
difundió la especie y produjo, entre otros efectos, un suicidio, renuncias
políticas y un terremoto en la cúpula policial de Córdoba. Finalmente, un
fiscal de Justicia Legítima terminó cerrando el círculo, acusando a los
oficiales señalados por Viarnes y llevándolos a prisión.
En cualquier país serio esta cadena de mentiras
tendría consecuencias muy serias. Berni y compañía deberían ser investigados a
fondo por esta operación, destinada a desestabilizar a un gobernador legítimo.
El kirchnerismo no sólo privó a los cordobeses de los fondos que les
correspondían por una represalia contra De la Sota, sino que utilizó los
recursos del bajo mundo para inventar un episodio delictivo y amplificarlo con
dineros públicos.
Lo lamentable de todo esto fue que, en el medio de la
crisis, los que hoy se escandalizan por las revelaciones de Viarnes prefirieron
entonces sospechar de las autoridades provinciales. Para ellos, quienes
señalaban a la Casa Rosada por lo que estaba ocurrido apelaban a vulgares
coartadas para escapar de sus responsabilidades. ¿Reconocerán ahora el yerro?
La falta de escrúpulos del kirchnerismo ya era
legendaria pero, con esta revelación, se transforma en una conducta
antidemocrática y delictiva. ¿Hasta dónde estaban dispuestos a llegar los
funcionarios de la señora de Kirchner con tal de esmerilar al gobierno
provincial? ¿Qué hubiera sucedido de haber triunfado Daniel Scioli? Son
preguntas de cuyas respuestas es preferible no imaginar.
Quién seguramente no haya previsto este giro ha sido
Méndez. Diez días atrás, al conocerse la detención de “el francés” en Paraguay,
el periodista afirmó, enigmático: “Se acabó la impunidad si es que Viarnes
cuenta todo lo que tiene que contar”. Ya dijo algo y, la verdad sea dicha, no
lo deja bien parado. El conductor de ADN aparece como un cazador cazado, un
mero instrumento del plan urdido por Berni y centro de todas las sospechas
Viarnes ha mentido una vez y puede que esté haciéndolo
ahora. Nada puede descartarse. Pero son muchas casualidades juntas, y todas
apuntan al kirchnerismo. El eje Berni – Justicia Legítima (Senestrari) – ADN
(Ménde es suficientemente revelador) sobre la trama oculta detrás de todo lo
sucedido que, nunca debe olvidarse, costó la vida a un policía, arruinó la
reputación de otros cinco y permitió que los narcotraficantes gozaran de un
veranito fantástico, bonificado alegremente desde la Casa Rosada gracias a la
tirria contra De la Sota y el peronismo cordobés.