Por José Antonio Riesco
(-“El
poder de los grupos de presión, sean empresarios, sindicales o burocráticos,
queda sin toda legitimidad cuando colocan sus intereses al margen o por encima
de los valores globales de la Nación ” ( R. Shalde)—
“La
comunidad de beneficios es una necesidad de
la sociedad moderna y democrática; pero se hace trizas cuando uno de sus
estamentos impone la fuerza, el número o sus recursos contra los derechos e
intereses del conjunto. De esto suelen pecar los grandes capitales y la llamada
burocracia sindical.” (Paolo Sartori)
El acto sindical reciente no
perdió autenticidad por haber sido compartido con los muchachos de Cristina;
fue obra de las organizaciones obreras expresada con cierta variedad de rótulos
(dos CGT, CTA y otras, más la concurrencia de las agrupaciones de izquierda.
Los dos liderazgos principales fueron de Hugo Moyano, equidistante del gobierno
K en los dos últimos años de su mandato, y el metalúrgico Antonio Caló de
reconocida pasión por el modelo K. La defección de Luis Barrionuevo, jefe de
los gastronómicos, fue ante todo por motivos políticos y se compensó con la
presencia en primera fila de Aníbal Fernández y el ex ministro Tomada. También,
discreta, estuvo La Cámpora.
Moyano –muy enojado con la
diputada Elisa Carrió por que le quiere exigir que declare “su patrimonio”-- dijo, a posteriori de la concentración, que
la misma no se realizó contra el
Presidente Macri sino para impugnar “la política económica”. Fue en la mesa de
Mirtha Legrand donde Moyano se siente bien con la GCU (gente como uno). Allí
lanzó su misilística: “Están sincerando
la economía de una forma muy brutal”. O sea no cuestiona las tesis del
gobierno sino el modo de su implementación: “Los
aumentos de electricidad y agua debieron ser progresivos.”
Esto indica que su diferencia
con el macrismo no es una cuestión de fondo, sino de aplicación del “sinceramiento”.
Tampoco es hermano de Prats-Gay, apenas parientes. Para disimular y no afectar
su frente interno, Moyano seguidamente acusó al Presidente de “no entender de
política”, ¿fue un cargo o un elogio..? En la Argentina actual y en
buena proporción, cierta política exitosa a veces huele a pestilencia, la otra no
suele tener poder, o no le dura.
Para ver las cosas, como son,
vale más leer a Maquiavelo que a Santo Tomás, aunque también sea sabio que,
para gobernar este país, Macri debe cuidarse de no igualar a San Francisco de
Asís. Aunque el poema de Rubén Darío diga
lo contrario, parece cierto que al santo se lo comió el lobo.
A pesar de la prudencia de
Moyano –con los años siempre algo se aprende-- hay dos temas que se vienen. Uno
es la versión de que en agosto próximo se unificarán las dos o tres CGT. Otro,
que estaría próximo el retiro de Moyano de la conducción de su aparato gremial
para dedicarse al golf o algo parecido. En el primer caso, de concretarse, se
está anunciando una sinergia de poder que nadie puede ignorar ni desmerecer. El
sindicalismo unificado siempre constituyó una fuerza de negociación y, sobre
todo de choque, decididamente contundente. Las demoliciones nunca le fueron
extrañas. Máxime por su connubio con
el peronismo donde suele haber sensatez y otras veces iracundia. Y no es justo
ignorar su largo amorío con Cristina.
Esto último tiene su historia.
La potencia sindical ayudó con mucho a importantes logros en la legislación
social, y en otros casos a servir políticas a las cuales el destino nacional
nada les debe. Fue participe de la furia que el “gorilismo” desató para voltearlo
a Frondizi, luego le pasó otro tanto a Arturo Illia y sin renegar de cuanto hizo
para que Lanusse lo desalojara a Onganía del gobierno. Ni cabe olvidar el rol
de ciertos caciques de importantes organizaciones obreras en la designación que
Isabel Perón hizo en agosto de 1975 para que Videla fuera comandante del
Ejército. Un regalo que les pagó a una y a otros, con la cárcel.
No vale, empero, alarmarse
antes de tiempo, para agosto falta tanto como lo que lleva el PRO en el poder. Y
éste recién está procesando el “cambio” pro metido y con cuya bandera ganó las
elecciones. La solución del grave problema con los “fondos buitres” fue
fundamental para superar el aislamiento inter nacional. Con este logro, más las
medidas en marcha de orden interno, se espera que desde el exterior lleguen
inversiones suficientes para superar la recesión en cuanto a producción y
exportaciones y curar los déficits de obras de infraestructura y otros rubros
del presupuesto público.
Vale el reclamo sindical para
que las medidas se apliquen progresivamente..? La respuesta la tendrán, como
siempre, los hechos. Los cabecillas de cada agrupamiento (Moyano, Caló, etc)
deberán lidiar con dos frentes: el gobierno y su plan económico, y, más complicado,
el frente interno. Aquí operan la segunda y tercera línea, que pujan hacia
arriba presionados por su propia ambición (sustituir a los actuales caciques
máximos) y además por las corrientes de izquierda, que existen y hacen ruido. A
veces mucho ruido y daño.
Pero el nivel de atracción de las
inversiones de afuera, no será el esperado si el orden interno se reconvierte
en “desorden” y afecta las condiciones razona bles que necesitan los inversores
respecto al peso enorme de la inflación, a la rentabilidad y la seguridad
jurídica y, algo importante, la presión impositiva y la relación entre el costo
laboral interno y el propio de los mercados exteriores. Aunque sea exagerado
eso de que “el capital es cobarde” tampoco debe pasarse por
alto que, si se trata de negocios, nadie arriesga gratis. La experiencia
anarquizante de los años 70 dejó huellas que no ayudan al respecto. Puede
volver…? Al menos Cristina y La
Cámpora parecen estar en eso.
Los problemas antes anotados
suelen no figurar en la agenda de quienes actúan como representantes “de los
trabajadores”, se conforman con que el porcentaje de la paritaria de positivo.
Y una cuestión preocupante se refiere a la falta de definiciones programáticas
del movimiento obrero con relación a los intereses actuales y futuros de la Nación. Algo
que lo torne previsible, sin la influencia de ideólogos caprichosos, y que lo
obligue en el buen sentido.
El culto al “consumismo” sirve
para las paritarias y sus negocios finales “conexos”, pero nada tiene que ver con
el crecimiento cualitativo de la economía de que depende el desarrollo de todas
las clases que aportan al proceso y que también trabajan, a veces más que un
operario. Ignorarlo siembre fue un motivo por el cual el macaneo trotskysta (Kicilloff y asociados) sólo
sirvió para incentivar el desastre.
Superar ese infantilismo y la
corrupción anexa, implica que el interés de cada parcialidad socioeconómica solamente
debe legitimarse en tanto y en cuanto se acomode a los valores de orden global.
Nuestro sindicalismo, en el largo tiempo, tuvo influencias y fuerza para
imponer o voltear gobernantes, lo hizo combinando su derecha, “los empresarios”
(tipo Caló, Moyano, Cavalieri, etc), con la izquierda, “los revolucionarios”
(como fueron Tosco, Salamanca, Tumini). La
Nación sigue esperando algo mejor. Su carencia, sin embargo,
no justifica los extremos del liberalismo decimonónico. Esos que parieron a la
lucha de clases. Un vicio que suele entusiasma a los anti-populistas y que es,
en el fondo, aliado estratégico del populismo.
De otro modo el sindicalismo
–según en algún momento pretendió Moyano-- nunca alcanzará la jerarquía de
“factor de poder”, condenado a persistir y ve getar en su mera condición de
“grupo de presión”. Acaso ignorando o menospreciando que en el horizonte la
tecnología de avanzada (robótica y otras), inexorable como otras veces en la
historia, lo puede privar de su principal capacidad de acción o sea de la
cantidad movilizable.-
- - - -