Por Héctor GIULIANO
(3.6.2016)
Existe una relación
directa entre el problema del retraso cambiario y el aumento de la deuda
externa argentina:
a) El
gobierno, por lógica, recauda la gran mayoría de sus ingresos tributarios en
pesos.
b) Los
servicios por capital e intereses de la deuda externa y también de una parte
creciente de la deuda colocada internamente, en cambio, tienen que pagarse en
moneda extranjera. Hoy aproximadamente el 70 % de la deuda pública total en
cabeza del Estado Central está en moneda extranjera.
c) Ergo,
el tipo de cambio deviene una variable de ajuste clave dentro de este esquema
de endeudamiento ya que cuanto más bajo se encuentre la referencia básica del
dólar ello permitirá una conversión de pesos a mayor cantidad de dólares para atender
el pago de estos servicios.
El retraso cambiario
relativo - después de la macro-devaluación del peso de Diciembre pasado – ha
vuelto a ser una realidad en nuestro país y se está dando en forma paulatina
pero sistemática: una situación que se agrava todavía más en la actualidad
debido al proceso de revalorización del dólar a nivel mundial, lo que hace que
a la apreciación real del peso que se está produciendo por tasa de devaluación
menor a la tasa de inflación se sume esta incidencia de la mayor fortaleza del
dólar frente a terceras monedas.
La administración
Macri ha planteado desde el inicio de su mandato una política de gobernar con deuda y su gestión sigue
consecuentemente la premisa clásica neo-liberal de no emitir moneda sino emitir deuda.
Con el agravante que
se plantea y materializa incluso la toma de gran parte de deuda en moneda
extranjera para obras públicas y de infraestructura que se pagan en pesos, lo
que constituye un despropósito financiero.
La estabilización del
tipo de cambio con el aumento extraordinario de las tasas internas de interés –
lideradas por las letras del Banco Central (BCRA) - y el acortamiento de los
plazos de salida en beneficio de capitales
golondrina – de 365 a 120 días – han convertido hoy a la Argentina
nuevamente en un paraíso para las ganancias especulativas de corto plazo de los
capitales financieros internacionales, que pueden aprovechar así el enorme
diferencial entre tasas locales y mundiales en un contexto de estabilidad y retraso
cambiario.
Requerir inversiones
extranjeras directas (IED) y/o inversiones locales productivas – dolarizadas o
en pesos – mientras las propias autoridades estimulan de esta forma ganancias
financieras récord constituye toda una contradicción: una sospechosa
contradicción por parte de un elenco de funcionarios de gobierno que provienen en
su gran mayoría precisamente del ámbito financiero, bursátil y bancario
privados.
La política
gubernamental Macri parte de la base de una clara jerarquización de la
rentabilidad financiera por encima de la rentabilidad económica: tasas de
interés positivas con respecto a la inflación y tasas de inflación superiores a
la tasa de devaluación del peso.
En este sentido, se
puede decir que actualmente el BCRA defiende más el precio de cotización del
dólar que el valor adquisitivo del peso, castigado por un proceso de
estanflación – estancamiento con inflación – producto de las acciones concretas
llevadas a cabo por el nuevo gobierno:
- Macro-devaluación
con traslado generalizado a precios (pass-through).
- Tarifazo
por aumento extraordinario de precios y tarifas de servicios públicos.
- Aumento
de las tasas de interés a niveles récord – que son también un factor de
inflación porque se trasladan a los precios a través del costo financiero
de las empresas – con sus efectos recesivos sobre la producción y el
consumo.
En consecuencia, el
proceso inflacionario en curso – con proyecciones actualizadas del orden del 40
% anual – junto con la estabilización y/o baja relativa de la cotización del
dólar – hoy en 14 $/US$ mayorista – configura un cuadro de retraso cambiario.
Y se trata de un
atraso cambiario que tiende a acentuarse cada vez más en la medida que ingresen
más capitales especulativos externos – atraídos por las altísimas tasas de
interés domésticas - y/o que se liquiden localmente más divisas por
exportaciones (estimuladas por el empuje inicial de la macro-devaluación de
Diciembre y la baja o eliminación de retenciones agrícolas).
Notablemente, el
gobierno Macri se rehúsa a aplicar controles de precios – mantiene el
inoperante sistema de precios cuidados
heredado de la administración Kirchner con los mismos inútiles resultados – y
dice encarar el problema de la inflación en el marco de la Política de Defensa
de la Competencia y no en el de la Política de Defensa del Consumidor.
La administración
Macri sostiene así una alianza fáctica, estratégica y estructural, con los
sectores financiero-bancarios y las grandes empresas – con los supermercados a
la cabeza - que preservan y aumentan sus ganancias a través de sus operaciones
especulativas y sus remarcaciones diarias de precios a costa del desfase
financiero de los salarios reales, que cargan con las desactualizaciones entre
precios variables e ingresos fijos y quedan afectados con los aumentos
periódicos retrasados e incrementos porcentuales compensatorios dados a futuro
y en cuotas.
Y la cosa puede
incluso ser peor aún cuando desde la administración Macri las autoridades amenazan a las Empresas con abrir el
mercado interno a las importaciones con el argumento de frenar así los aumentos de precios locales,
lo que agravaría todavía más el cuadro de recesión, pobreza y desempleo.
Este proceso de
estanflación – provocado desde el gobierno – configura un plan de ajuste que se
sostiene con y para el endeudamiento externo, siendo el retraso del tipo de
cambio una herramienta clave dentro del esquema.
Una administración de
gobierno que plantea, en forma cuasi-dogmática, que fuera de la deuda externa no hay salvación de la Economía – que es
la reedición de la denominada Política de Crecimiento con Deuda, ya experimentada
con resultados finales desastrosos bajo la gestión Martínez de Hoz durante el
Proceso Militar primero y luego bajo la convertibilidad menemista durante la
década del ´90 – está condenada a cosechar, temprano o tarde, los mismos
resultados.
Y ello es y seguirá
siendo así en la medida que se propenda a que exista una mayor rentabilidad de
las Finanzas sobre la Economía Física o Real: es la eterna controversia entre
la naturaleza y magnitud de la tasa de ganancia que se logre sobre las inversiones reales o directas y la tasa
de ganancia sobre las llamadas inversiones
financieras autónomas o especulativas, que son las que priman en nuestro
país y en el mundo.
El objetivo del gobierno
Macri es gobernar con deuda, y no es
un objetivo declarativo sino en perfecta ejecución, con eje en una nueva ola de
macro-endeudamiento externo que está en curso.
Esta política de
endeudamiento actúa como disparador
de un nuevo circuito perverso en materia económico-financiera en la Argentina:
a) Para
poder pagar los servicios de intereses de la deuda exterior – sólo los
intereses, porque hasta el último centavo de capital se refinancia íntegramente
con nuevas deudas – y para poder garantizar además la toma de más deuda externa
e interna en moneda extranjera el gobierno necesita mantener un retraso
cambiario relativo.
b) Para
poder mantener este retraso cambiario la administración Macri aumenta las tasas
de interés favoreciendo la entrada de dólares financieros y tomando más deuda
externa para sostener el nivel de las reservas internacionales del BCRA (como
ya se ha hecho con el préstamo repo
de Enero pasado – por 5.000 MD-Millones de Dólares – concertado con un grupo de
bancos liderados por la banca Morgan, cuyas características y cláusulas se
mantienen en secreto).
c) Al
aumentar las tasas de interés se provoca recesión económica, retracción del
consumo (lo que acentúa el proceso recesivo) y se retro-alimenta la inflación
por vía financiera.
Se da así – otra vez
en la Historia Argentina - la paradoja que enseñara hace ya muchos años el
fallecido ingeniero Marcelo Diamand: que pagamos
la deuda externa no con mayor esfuerzo o trabajo sino al revés, dejando de trabajar; porque la recesión
económica deviene una condición necesaria del pago de la deuda debido a que
favorecería una mayor balanza comercial por aumento de los saldos exportables y
que los desbalances de la cuenta corriente se cubrirían con más endeudamiento
externo.
El retorno a este
esquema de re-endeudamiento perpetuo, empero, no puede entenderse acabadamente si
no se comprende la funcionalidad de las gestiones Kirchner y Macri en materia
de Deuda Pública:
- El
gobierno Kirchner vivió pagando deuda externa para bajar el stock de la
deuda con terceros – acreedores privados y organismos financieros
internacionales (con el FMI a la
cabeza) – a la vez que manteniendo una elevada proporción de deuda pública
en moneda extranjera.
- Este
desagote relativo de deuda externa fue realizado a costa de la creación
por traspaso de una enorme e impagable deuda interna intra-Estado - del
Tesoro fundamentalmente con la ANSES, el BCRA y el BNA - lo que llevó a su
empapelamiento con títulos oficiales y, con ello, a la descapitalización y
desfinanciamiento del sector público.
- Tanto
la política llevada a cabo por la administración Kirchner como la actual de
la administración Macri comparten el mismo objetivo declarado: regresar al
mercado internacional de capitales, esto es, volver a endeudarse (que tal
era la finalidad del Megacanje Kirchner-Lavagna 2005-2010 y de la Hoja de
Ruta Boudou 2008).
La idea era y es que
la deuda interna en pesos – mayoritariamente en manos del propio Estado - se
vaya licuando por inflación y por reducción gradual de las tasas de interés,
con lo que se iría produciendo una disminución progresiva de esta deuda interna
para reconstituir sus montos como nueva deuda con terceros.
Y esto ya está
ocurriendo: durante el ejercicio 2015 – según cifras oficiales del Ministerio
de Economía (MECON, hoy Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas) – el
endeudamiento público aumentó en 95.400 MD durante el año, de los que 62.400
fueron para cubrir amortizaciones de capital (refinanciación total de los
vencimientos) y la diferencia de 33.000 MD constituyó nueva deuda. Pero la
licuación de deuda por devaluación (y, en menor medida, por CER o sub-indexación
por inflación), fue equivalente a 32.000 MD, por lo que según el cuadro de
Flujos y Variaciones de Deuda, el aumento neto fue de sólo menos de 1.000 MD (840), expresado en dólares.
El desagote de gran
parte de la deuda pública con terceros - bajo el mito kirchnerista del
des-endeudamiento (mito compartido también por la actual administración y por
todo el establishment financiero) – el re-endeudamiento del Estado con toma de
Deuda Nueva y el retraso cambiario relativo para poder garantizar el pago de
intereses son las tres piezas clave de la nueva política de gobernar con deuda.
El allanamiento a un
nuevo enfoque monetario de la balanza de pagos, sostenido con deuda externa en
gran escala, vuelve de este modo a determinar la política económico-financiera
de la Argentina y bajo el eufemismo de la reinserción
en el mundo reabre así un nuevo ciclo de endeudamiento dentro del sistema
de deuda perpetua que rige en nuestro país desde hace 40 años.