Por José Antonio Riesco
Instituto de Teoría del Estado
-Aunque el proyecto de
eliminación definitiva del servicio militar –promovido por la Subsecretaría de
Juventud (Piter Robledo)¨aún está verde” el asunto admite discusión.”-
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El llamado “servicio militar”
obligatorio –en cumplimiento del mandato que prescribe el art. 21 de la Constitución
Nacional-- fue establecido en 1901 por la ley 4301del
Congreso, acorde a un proyecto de Pablo Riccheri, eminente general de la Nación. Eran los días
de una situación tensa en nuestras relaciones con los vecinos, y además como
una forma de llevar adelante dos objetivos:
a) intensificar el arraigo de los descendientes de la inmigración que tanto
bien le venía haciendo al desarrollo del país; y b) ayudar a la juventud vernácula en una formación básica que
ayudara a su desempeño positivo en el país de que era parte.
O sea que a la preparación de
eventuales contingentes “armados”” (v. CN cit.) el ”servicio” presentaba una
dimensión cultural en eso de ayudar a la “socialización secundaria” de los
jóvenes, si es que usamos una expresión propia de la Sociología del
Conocimiento (cf. Berger-Luckmann, p. 174). Con ello, lograr su incorporación a
una sociedad –mejor, a una nación-- signada,
en todo lo posible, por el orden que brindan las instituciones, y por una
convivencia con signo moral.
En esta oportunidad no
incursionamos en la problemática técnico-militar específica, sobre la cual no
quiero oficiar de mero entrometido. Si digo, como simple ciudadano, que si en
verdad tendremos “defensa” habría que remozar la estrategia y las tácticas.
También los equipos; sabido es que en estos tiempos se tornan obsoletos a gran
velocidad. El “matagatos” ya no alcanza.
En el largo tiempo, por las
filas de las Fuerzas Armadas tuvieron su experiencia mu chos miles de
argentinos –ya como conscriptos ya como oficiales y suboficiales. Cada uno
contó o puede contar una ristra de hechos y antecedentes y un anecdotario de
datos de uno y otro sentido. Pero nadie podría negar el saldo positivo de dicha
trayec toria. Y si hubo una porción de negativos, siempre fue eso, una porción
y no otra co sa, aunque en esto mucho influyó el desmadre político en una etapa
ya superada. Los pueblos fuertes y prósperos no miran hacia atrás, salvo para
honrar a sus próceres.
Fue cuando el poder militar
desbordó los límites institucionales y se lanzó a ser el principal actor de la
política. Frente a lo cual cedió el control judicial y democrático. Hoy esa
condición parece superada, mientras nada bien le hace a los intereses
nacionales este demasiado extenso ciclo de hibernación de nuestra capacidad de
seguridad fundamental en lo exterior. De todos modos no ha desaparecido, como
lo demostró el en tusiasta aplauso de la ciudadanía --en los principales puntos del país-- ante el paso marcial de las agrupaciones militares
desfilando el 9 de julio último.
La cuestión que surge se
refiere a si hay una conexión sustantiva entre las necesida des de la sociedad
–además del tema “defensa y seguridad”—por un lado, y lo que puede aportar el
“servicio militar”. ¿Cómo actuamos los argentinos y en qué venimos fallando..?
Pues, somos una sociedad “anómica”, donde la disciplina social brilla por ausencia, y donde el orden moral y jurídico
está sustituido por la “ley del vivo”. En las relaciones humanas, comerciales,
laborales o profesionales, en el tránsito y en el deporte, quien no ejerce
eficazmente “la viveza” está perdido o se bate en retirada. El precio es un país decadente, infectado por la
corrupción pública y privada; de ahí que somos cualquier cosa menos “lo que
debemos ser”.
No es un problema de sectores (desocupados,
etc.) sino global. La indisciplina social está consumiendo la virilidad cívica
y ética de las nuevas promociones de la comuni dad y se ha tornado un hábito
generalizado en los menores y en los
mayores. En la Argentina no hay disciplina
en la calle, en la escuela, en los conventos, en la universi dad, en la función
pública y a veces tampoco en los cuarteles.
Vale, entonces, pensar si un “servicio
militar” concebido con un programa, sustan cialmente renovado, de formación de
los contingentes jóvenes, puede ser un instru mento para ayudarlos a superar
los vicios de la “ley del vivo”. ¿Cómo sería la Argenti na si durante una
década o más de los institutos pertinentes egresaran miles de jóve nes
preparados para vivir y actuar el medio social con una actitud positiva
respecto a lo que es y debe ser la disciplina social..? Una formación que,
junto a la preparación para actos específicamente militares, hoy más cerca de
la tecnología moderna que del “salto de rana”, les haga sentir como
natural y dominante una existencia donde el orden y la emulación estén por
encima de las tentaciones antisociales y antinacio nales de ”la viveza”.
Es verdad que hay que imaginar
casi todo de nuevo, con una capacitación de los en cargados del asunto
(oficiales, suboficiales, docentes, personal civil, etc.) acorde a la
pretensión arriba indicada. En lo cual vale tomar en cuenta lo que enseñan los
liceos militares y los modelos de otros países. Para que el destino del
“servicio” no termine en el afán de
eliminarlo que hoy parecer emerger; sin olvidar que la supresión, sancionada
ejecutivamente en 1994 fue, más que una decisión constructiva, la impron ta
oportunista de un caudillo político.
Formar las generaciones para
un orden democrático, respetando su entidad psico- espiritual, es una tremenda
y urgente demanda de las entrañas del pueblo. Sólo por vía de la disciplina social, asumida como
modalidad de vida por argentinos libres, podremos superar la tiranía, a veces
inconsciente, de la “ley del vivo”. Y avanzar hacia el ambicioso horizonte que
nos demanda la nacionalidad.-
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Referencia: Berger-Luckmann: La construcción social de la
realidad. (Amorrortu editores) – Ver otros proyectos sobre el asunto.-.