Por Héctor GIULIANO
(18.10.2016)
El axioma fundamental
del establishment financiero para respaldar su teoría del sistema de deuda
pública perpetua es sostener que en el
mundo las deudas por capital nunca se pagan sino que se refinancian y que
ello está bien así mientras se disponga de los fondos suficientes para vivir soportando
el pago de los servicios de intereses de dicha deuda.
Esta fórmula, que
desde un punto de vista lógico y racional no aceptaría ningún individuo,
familia o empresa, sin embargo, es permanentemente aplicada por los gobiernos
de países ya sobre-endeudados como el nuestro – una política seguida por todas
las administraciones de turno hasta la
fecha – con el agravante que tales prácticas, que son las que generan un
desequilibrio estructural en las finanzas del Estado, se ponderan como
positivas y hasta laudatorias, como producto de una palabra que encierra un
concepto mágico: la confianza.
En virtud de este
razonamiento es que la Argentina sigue tomando dinero prestado en gran escala
que no puede reintegrar, es decir, asumiendo deudas sin demostración alguna de
capacidad de repago – como no sea cancelando total y sistemáticamente los
vencimientos de principal con nuevas deudas – y que los acreedores del país,
que son los grandes grupos financieros
internacionales y nacionales especializados en la materia, le siguen prestando
dinero que saben que la Argentina no puede devolver, reiteramos: que no puede
devolver sin contraer nuevas deudas que esos mismos grupos le vuelven a prestar.
En esto reside la trampa de deuda perpetua en que está
metido el Estado Argentino: en gran medida, una constante histórica pero
acentuada e institucionalizada en los últimos 40 años (1976-2016). Siendo este
proceso no reversible ni solucionable porque
no hay alternativa al problema de la Deuda dentro del Sistema de la Deuda.
En las recientes
Jornadas Monetarias y Bancarias del Banco Central (BCRA) – 19/20.9.2016 – el
presidente del BC de Brasil, Ilan Goldfajn, señaló en forma muy realista que el
principal problema del sistema financiero internacional hoy es la abundancia de liquidez mundial – léase sobra dinero en el mundo – y que ello
representaría una oportunidad para los países como el nuestro y el brasileño,
que son importadores de ahorro externo
y necesitan seguir siéndolos, a cambio de reformas estructurales en el Sector
Público.
En línea con esta
postura y en función de la idea-eje que las deudas que se contraen en el
mercado no se pagan sino que se viven refinanciando, el Ministro de Hacienda
Prat Gay declaró el 29.9 – en un discurso ante la Convención anual del
Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF), en Córdoba – que había sido algo así como un error de la administración K haber
cancelado gran parte de las deudas en efectivo en lugar de refinanciarlas.
El ministro – en un
fragmento de su exposición – dijo lo siguiente:
“Sólo en el país de
los Kirchner se hacían pagos en efectivo. La
deuda se paga con deuda (el destacado es nuestro) y se renueva a tasas más
bajas.”
Siendo además esto
último doblemente engañoso porque la rebaja de los intereses es muy relativa
cuando la Argentina paga una sobre-tasa por Riesgo-País poco menor de 500 PB
(Puntos Básicos porcentuales) – actualmente 465 – pero que es récord en el
mundo y cuando esa ligera reducción de la tasa es más que compensada, en valor
absoluto, por el crecimiento de los intereses a pagar sobre un monto
fuertemente creciente de nueva deuda que se suma a la heredada de la gestión K.
Los intereses previstos
originalmente para el corriente año eran unos 104.000 M$ (Millones de Pesos) –
equivalentes entonces a unos 10.000 MD – y ahora los intereses para el
ejercicio 2017 se elevan, según el proyecto de Presupuesto, a 248.000 M$
(equivalentes a unos 13.800 MD): esto es, un aumento de 140 %.
Con el advenimiento
de la nueva administración Macri la política de gobernar con Deuda continuó, se amplificó y se institucionalizó en
el marco del proceso permanente de endeudamiento público siempre creciente, lo
que ya venía manteniéndose bajo la administración Kirchner y que, precisamente por
ello, es el único punto de su política de gobierno – el de pago sistemático de
deuda externa - que es unánimemente elogiado por el establishment financiero,
por el gobierno macrista y por la clase política en general.
Notablemente, en
efecto, lo único que se le valora o reconoce así a la pasada gestión Kirchner
es haber transcurrido sus 12 años de gobierno manteniendo la condición de la
Argentina como pagadora serial –
según expresión de la propia ex presidenta Cristina Fernández – batiendo
récords históricos de pagos de la deuda externa (transformándola en deuda
intra-Estado igualmente impagable), con lo que se reducía el stock de la misma
– dentro de un total de deuda pública siempre en aumento – con el objeto
expreso de poder retornar al mercado internacional de capitales, es decir, para
volver a endeudarse.
Así, la
administración K logró el mérito de
descongestionar el endeudamiento del país con el exterior: un logro aparente
porque obtenido a costa de la descapitalización total del BCRA, el
desfinanciamiento de la ANSES, el desvío de fondos de los bancos oficiales (con
el Banco Nación a la cabeza) y la puesta de los sistemas de Caja de la mayoría
de los organismos del Estado al servicio de sostener su política de pagos de la
Deuda.
Fue así que la Deuda
creció bajo la administración Kirchner a un promedio de unos 10.000 MD
(Millones de Dólares) por año: de 150.000 a más de 250.000 MD en el período
2003-2015.
Y que no pudiera
lograr su meta de volver al mercado internacional de capitales por el fracaso
del Megacanje Kirchner-Lavagna 2005-2010 y de la Hoja de Ruta Boudou de 2008, que contemplaban
este regreso a la deuda externa como objetivo de la política del gobierno.
Con la paradoja que
este resultado se obtuvo bajo el engañoso
mito del des-endeudamiento del Estado.
Ahora, en cambio,
viene la nueva administración Macri para completar el tándem que la anterior le dejó preparada - un porcentaje
proporcionalmente menor de Deuda Externa medida sobre la Deuda Total
(aproximadamente un 30 %) – para poder desarrollar la nueva ola de
macro-endeudamiento del Estado en el marco de su política de gobernar con Deuda.
Según las últimas
cifras oficiales, la deuda pública en cabeza de la Administración Central era de
unos 260.000 MD al 30.6 pasado – un total no desgregado todavía ni muy claro en
cuanto al verdadero flujo y variaciones del primer semestre del año –
estimándose que el aumento del endeudamiento acumulado en el ejercicio estaría
hoy en el orden de los 40.000 MD (incluyendo la nueva deuda de las provincias)
y que pudiera llegar a sobrepasar los 50.000 MD a fin de año.
La administración
macrista se desliza así – sistemática e inexorablemente – a gobernar con deuda, que es lo mismo que
decir a depender de la deuda ya que
sin esa inyección permanente de fondos nuevos y refinanciación de todos los
pasivos existentes el gobierno Macri perdería su estabilidad financiera y
política.