Nicolás Márquez
Informador Público, 27-10-16
Lo que ayer supo ser una derecha[1] con defectos y
virtudes pero vigorosa, activa y orgullosa, hoy ha quedado reducida
principalmente al insípido PRO y colateralmente a intrascendentes ateneos de
aplausos propios que se suponen inspirados en principios liberales. Estos
últimos se dicen “think tanks” (tanques de pensamiento), pero sus ideas
testimoniales y actividades protocolares no le han hecho ni cosquillas a la
hegemonía neomarxista, y no precisamente por falta de financiamiento.
En efecto, la nueva tiranía cultural progresista se
impuso no sólo por la habilidad y el tesón de sus voceros y referentes, sino
fundamentalmente por la pusilanimidad y el entreguismo de sus paródicos
detractores, es decir, de aquellos que deberían ocupar el rol de férreos
gladiadores pero que no son más que centristas timoratos y vergonzantes, esos
“neutrales” de espíritu culposo que se rindieron mansamente a la agenda
neo-izquierdista con la ideología de género a la cabeza, la reescritura del
pasado, el ecumenismo moral, el relativismo cultural, el buenismo verbal y en
ciertos casos hasta de condescendencia ante la falsa solidaridad como mecanismo
distributivo de riqueza.
Ocurre que el centrista del Siglo XXI considera que en
todas las opiniones siempre hay algo “bueno” y “rescatable”: artimaña
discursiva que sirve para disfrazar su cobardía en una “tolerancia” dialoguista
y concesiva para con el enemigo izquierdista y sus diversas metástasis.
Por supuesto, expresiones rotundas como las aquí
transcriptas molestan y mucho al centrista bienpensante, porque lo obligan a
tomar partido. Éste prefiere las opiniones que picotean en todas las canastas,
ese sincretismo ambiguo que le permite caerle bien a todo el mundo y con ello
conservar intactos sus sponsors, su cátedra universitaria o su nombramiento
burocrático: nunca jamás la izquierda se ha sentido tan a gusto con un
“enemigo” tan falto de alma, tan carente de convicción y tan fácil de aplastar.
En efecto, mientras la podredumbre progresista arrasa
con todo y con todos, el desteñido centrismo local celebra como épico triunfo
una mísera sentencia judicial que autoriza a la firma UBER a competir con el
taxi. Sin dudas que esta fue una buena noticia: ¿Pero no existen urgencias
mayores ante un contrincante que domina el pasado, controla el presente y nos
esclaviza el futuro que brindar una encendida cruzada por una puja urbana entre
remises?
El renacer de la derecha
Ante la maloliente atmósfera vigente, en el mundo
occidental está surgiendo con vigor una nueva derecha que se rearma para dar,
aunque de manera improvisada y no sin desprolijidades inherentes a la
desesperación, una batalla sin cuartel en los muchos frentes de combate.
Va de
suyo que ésta sana reacción es ajena y lejana a la desdichada República
Argentina, dado que, como fuera dicho, el grueso de los tanques de pensamiento
liberales locales sólo han demostrado ser capaces de organizar copetines de
autoayuda y tertulias de autoelogio. Con tan frívolos como inofensivos
convites, estos cónclaves acabaron siendo funcionales al marxismo cultural.
Ante este fracaso vernáculo, muchos jóvenes ubicados a la derecha del abanico
ideológico y sedientos de acción o vocación pero que no se han sentido
contenidos en estos clubes de autoestima, se hayan ávidos de un espacio que los
represente y retroalimente con renovada energía intelectual y espiritual para
librar el buen combate contra el progresismo revolucionario, hoy auxiliado por
sus primos hermanos del centrismo bienpensante (“idiotas útiles” les llamaría
Lenin) y los indignos cultores de la corrección política.
Similar irrelevancia aunque con otro matíz ideológico
es el que revisten no pocos espacios del nacionalismo de estricta observancia,
cuya intrascendencia se debe no a la cobardía y el correctivimo político (como
en los ambientes liberales antedichos), sino a lo poco serio que resultan las
fantasías conspiracionistas y su insistente apego a un corporativismo viejo y
estatizante cuyo fracaso empírico es tan evidente como el de los colectivismos
socialistas.
Es por todo lo expuesto que con Agustín Laje hemos
decidido comenzar a trabajar en la fundación y formación de una escuela de
pensamiento, cuyo manifiesto será publicado en un corto libro de 200 páginas el
año próximo, el cual contemplará y desarrollará todos los ítems de urgencia
(políticos, económicos, culturales, históricos, filosóficos y estratégicos) en
el afán de diseñar, fundar y reconvertir una corriente intelectual de la Nueva
Derecha con el fin de brindar la herramienta inicial para librar enfrentamiento
sin cuartel ante la modalidad psico-política de lucha en ciernes.
Aspiramos así a forjar una escuela que sepa rescatar a
los mejores referentes intelectuales del conservadurismo inglés, del
revisionismo francés, del tradicionalismo español, del republicanismo
norteamericano, del liberalismo austríaco, de la generación patriótica que supo
hacer de la Argentina la sexta potencia mundial, de la nobilísima intelectualidad
paulina de Brasil y en suma, de todas las corrientes que sinteticen la unión de
los afines, buscando así enfatizar los puntos de contacto entre las diversas
corrientes amigas y minimizar las diferencias no esenciales.
Pretendemos entonces a articular un pensamiento de
derecha que cuente con tradicionalistas que no renieguen del progreso. Con
devotos del progreso que acepten la tradición. Con liberales que defiendan el
derecho de propiedad pero también el de la vida. Con conservadores que exhiban
sus glorias pero para enseñarlas y transmitirlas y no para vivir de la
nostalgia de un pasado irrecuperable, y con nacionalistas que nos ilustren con
su cultura, su arrojo y su amor a la Patria pero despojados de los infructuosos
aislacionismos chauvinistas.
Esta Escuela de la Nueva Derecha buscará ampararse en
el principio de libertad individual y su correlato necesario, la propiedad
privada; en un Estado presente en aquello que es fundamental y funcionando
conforme el principio de subsidiariedad; se basará en las normas que emanan del
orden natural; concebirá al individuo como la primera minoría -constitutiva- de
la sociedad; aceptará tanto la tradición como el progreso en cuanto dos
vertientes que, lejos de excluirse, se complementan en perfectísima armonía
(tal como lo enseñara Pío XII en su radiomensaje de 1944); se abrirá al mundo
sin por ello desechar nuestras sanas características locales; aceptará el
principio de igualdad pero no el del igualitarismo y por ende, reconocerá a las
jerarquías naturales de la sociedad; entenderá el sistema democrático como una
forma de hacer a la sociedad civil partícipe y soberana de la política, pero
colocando a la República como freno a la “tiranía de las mayorías”; reconocerá
plenamente el derecho a la intimidad sexual, sin por ello desconocer que el
valor ideal a defender y sostener es el de la familia; reestablecerá lazos
institucionales y afectivos entre la sociedad civil y nuestras Fuerzas Armadas
de la Nación; rescatará las instituciones naturales y fundantes de nuestra
Patria aceptando además que el presente y el futuros nos deparará nuevos
desafíos que exigirán por completo reactualizar el debate y reacomodar nuestras
cosmovisiones.
Hacia allá vamos. ¿Contamos con vos?
Nicolás Márquez
Prensa Republicana
_________________
[1] Entendemos por “derecha” toda manifestación
política y filosófica antitética de las izquierdistas, más allá de que la
etiqueta o el nombre de dicha manifestación pueda verse representada en otra
sigla o denominación.