Carlos Pissolito
Informador Público, 14-10-16
Hay cuestiones que a fuerza de ser machaconamente
repetidas pueden adquirir la apariencia de una verdad. Cuando, en realidad, no
lo son.
Por ejemplo, se dice y se repite que la guerra contra
el narcotráfico está perdida de antemano y que no se puede ganar. Citan en su
apoyo, especialmente, el caso de México al que asocian a la proximidad de los
EEUU.
Si la verdad es la adecuación de nuestra inteligencia
a una situación real, hay que empezar reconociendo que, efectivamente, la lucha
contra las drogas en México es un fracaso. Es más, se podría argumentar que su
estudio nos serviría para saber todo lo que no habría que hacer para ganarla.
La estrategia mexicana se basa en la idea muy
norteamericana del "descabezamiento". Una que los EEUU viene
aplicando desde hace tiempo con cierto éxito. La idea central es muy sencilla:
para eliminar una insurgencia, y el narcotráfico lo es, lo que hay que hacer es
privarlo de su conducción, mediante el simple expediente de eliminar
físicamente a su conducción.
Si bien esta estrategia es vieja y reconoce como su
antecedente más lejano a la seguimiento de Emilio Aguinaldo por parte de los
ocupantes norteamericanos durante la insurrección filipina a fines del siglo
XIX. Es mejor conocida por nosotros por la persecución y muerte de Osama bin
Laden y sus lugartenientes tras los atentados del 11S.
Decimos que la estrategia les ha funcionado a los
norteamericanos con cierto éxito, porque efectivamente, han conseguido la
módica ventaja de no volver a sufrir atentados catastróficos en su propio
territorio.
El problema está en sus daños y consecuencias
colaterales. En el caso citado, la necesidad norteamericana de eliminar a los
líderes de al´Queda los llevó, por ejemplo, a incentivar a liderazgos
terroristas rivales como el del Estado Islámico. Con las consecuencias que
todos conocemos.
Salvando las distancias esta es la estrategia que
emplean los EEUU contra el narcotráfico. Ellos no quieren combatirlo en sus
ciudades, donde hay millones de adictos. En función de ello lo hacen mediante
sus aliados en los territorios de esos mismos aliados; se llamen éstos
Sinaloa, Caquetá o Rosario.
La primer premisa para ganar una guerra contra las
droga es empezar por reconocer que conceptualmente no se trata de una
guerra. Por lo menos en los estrictos cánones establecidos por Carl von
Clausewitz. Y que hacerlo es reconocerles a los narcotraficantes y a sus
aliados el status legal de combatientes, el cual no se merecen.
Por otro lado, es fallar en la caracterización de la
amenaza y, consecuentemente, en su remedio.
Lo segundo es saber de antemano que la nuestra no
puede ser una estrategia "Made in USA". Pues, si a ellos les puede llegar
a servir, a nosotros no.
Nosotros necesitamos una estrategia propia basada en
nuestra realidad y en nuestras necesidades. Dicha estrategia se debe conjugar a
través de los siguientes verbos:
1. Detener: El ingreso y la salida por nuestras
fronteras de droga, precursores, personas, aeronaves, barcos, camiones, etc. y
de toda cuestión vinculada al narcotráfico.
2. Investigar: La ruta del dinero producto de la
compra-venta de drogas ilícitas, pero también de otras actividades
diversificadas del narcotráfico como la trata de personas, el tráfico de armas,
el trabajo ilegal y la falsificación de productos comerciales.
2. Restablecer: La plena vigencia del Estado y del
imperio de la ley en aquellos territorios ganados por el narcotráfico; a saber:
villas de emergencia y otros asentamientos ilegales; pero, también, en
reparticiones oficiales como la política justicia y las fuerzas policiales y de
seguridad, además del querido mundo del fútbol.
4. Recuperar: a los adictos mediante su tratamiento
médico y su reeducación.
Lo aquí expuesto dista de ser un plan estratégico.
Solo pretende dar una visión inicial de los lineamientos generales de uno
efectivo.