Alieto A. Guadagni - Francisco Boero
La Nación, 11 DE NOVIEMBRE DE 2016
Hace pocos días, tuvo lugar en Brasil el Examen
Nacional de Enseñanza Media (ENEM), en el que participaron más de 8 millones de
estudiantes en 1727 ciudades. Durante dos días se evaluaron los conocimientos
adquiridos por los alumnos durante el nivel secundario. Los resultados del ENEM
determinarán el ingreso de los estudiantes a la universidad, como también el acceso
a las becas universitarias.
Brasil no es la única nación latinoamericana que lleva
a cabo este tipo de examen. Se aplican, con características diferentes, en
Cuba, Nicaragua, Costa Rica, Honduras, Colombia, México y Chile. En Ecuador,
los estudiantes realizan el denominado Examen Nacional para la Educación
Superior (ENES), establecido por mandato constitucional. Para ingresar a la
universidad, los estudiantes ecuatorianos tienen que sumar 550 puntos, pero
para ingresar a las facultades de Medicina o Educación se exigen 800 puntos.
Maestros y médicos cuidan al hombre y por eso tienen
que haber sido, como comienzo, los mejores estudiantes secundarios. Es
importante resaltar que en aquellos países el resultado del examen determinará
no sólo el ingreso a la universidad, sino también quiénes podrán beneficiarse
con las becas universitarias. En Ecuador, los alumnos que por sus altas
calificaciones ingresan al denominado Grupo de Alto Rendimiento son becados por
el Estado para estudiar en las mejores universidades del mundo.
La Argentina no tiene ningún tipo de examen de
evaluación de conocimientos al final del nivel secundario, ya que se los
considera "restrictivos" y por eso se los prohíbe, por la ley 27.204.
Pero al comparar nuestra realidad universitaria con las de otros países con
sistemas "restrictivos" se observa que en realidad nuestro sistema
termina siendo de hecho mucho más restrictivo todavía debido a la falta de
incentivos para el estudio que tienen nuestros estudiantes secundarios.
Mientras en la Argentina tenemos apenas 28 graduados
universitarios cada 10.000 habitantes, Brasil tiene 50; México y Chile, 48, y
Colombia, 59. Desde ya que en nuestro país hay muchos más estudiantes
universitarios que en estas naciones, pero como nuestra deserción durante la
carrera es la más alta no se gradúan en nuestras universidades estatales 70 de
cada 100 ingresantes, y en las privadas, 60. Nuestros estudiantes secundarios
ingresan fácilmente a la universidad, pero como no han tenido alicientes para
mejorar su preparación en el ciclo medio, abandonan rápidamente los estudios.
A pesar de que estos países son
"restrictivos", su graduación universitaria aumenta, año a año, mucho
más que la nuestra. Por esta razón todos esos países están acumulando capital
humano calificado a un ritmo muy superior al nuestro. En el siglo XXI una
nación no puede asegurar su crecimiento económico y desarrollo tecnológico sin
una significativa graduación universitaria de su población. Es difícil avanzar
en este siglo de la ciencia y la tecnología sin una significativa graduación
universitaria de calidad. Eso invita a plantearnos esta pregunta: ¿quién se
preocupa más por el futuro de los adolescentes: las autoridades brasileñas o
las argentinas, que no estimulan la dedicación al estudio de los adolescentes
para mejorar su futura graduación universitaria?
La aplicación de estos exámenes al finalizar el
secundario no resuelve mágicamente todos los problemas del ciclo
secundario-universitario, pero no aplicarlos agrava la situación. En su último
año de secundario, nuestros estudiantes tienen la agenda cargada con el viaje
de egresados y las fiestas nocturnas para celebrar la terminación de los
estudios. Pero en el resto de América latina la agenda de los alumnos es
distinta, ya que son conscientes de que el ingreso a la universidad exige un
esfuerzo. Eso explica que ingresen mejor preparados, que la deserción
universitaria sea muy inferior a la nuestra y que se gradúen muchos más
profesionales.
Los jóvenes no son los responsables de esto, son los
adultos quienes determinan la política educativa. Es común escuchar a las
autoridades universitarias y a los docentes destacar las grandes deficiencias
que encuentran en la preparación de los ingresantes a las diversas facultades,
tanto estatales como privadas. Pero las normas que regulan el acceso a la
universidad no las hicieron los jóvenes. En el siglo XXI una nación no puede
asegurar su crecimiento económico y desarrollo tecnológico sin una
significativa graduación universitaria de su población. Si seguimos como hasta
ahora, seguiremos comprometiendo el futuro de nuestros adolescentes.
Guadagni es miembro de la Academia Nacional de
Educación y Boero, de la Universidad de Belgrano