Emilio Apud
LA NACION, 18
DE NOVIEMBRE DE 2016
Dada la magnitud y calidad de nuestros recursos
energéticos, el sector tiene la responsabilidad y el desafío de abastecer la
demanda del país y transformarse luego en un exportador internacional dentro de
8 a 10 años.
La producción de energía en el país es marginal
respecto de la global. Sin embargo, nuestros recursos energéticos tienen escala
mundial, lo que indica un potencial exportador relevante: excepcionales vientos
y radiación solar, caudalosos ríos, capacidad para producir biocombustible,
conocimiento y experiencia en energía nuclear y ahora los shale, hablan de una
gran potencialidad dormida. Pero el sector energético debe primero resolver la
crítica situación del abastecimiento local, fruto de la irresponsable política
del kirchnerismo.
En 2013, la EIA (Energy Information Administration de
EE.UU.) confirmó que el segundo recurso de shale gas del mundo y el cuarto de
petróleo estaban en la Argentina. Identificó cuatro cuencas con shale de las
cuales la neuquina, con los yacimientos de Vaca Muerta (VM) y Los Molles,
resultó la más importante, con 72% de shale gas del país, de los cuales 53% son
de VM.
Para extraer el shale se requiere de técnicas no
convencionales iniciadas comercialmente en los EE.UU. hace unos 10 años y en la
Argentina hace tres, en VM. Los recursos de shale gas detectados por la EIA son
de 802 TCF (Trillon Cubic Meters), equivalente a 22,7 billones de metros cúbicos,
el consumo actual argentino durante 400 años.
Pero, ¿de qué sirve regodearnos con que tenemos el
segundo recurso gasífero del mundo o el cuarto en petróleo si, por malas
praxis, existe una elevada probabilidad de que no lo saquemos y quede in
aeternum bajo tierra? Solo en gas, suponiendo que pudiera extraerse un 40% del
recurso identificado por la EIA y venderse al precio promedio internacional,
significaría que tenemos enterrados unos 2 billones de dólares, algo así como
3,4 PIB actuales. Para desenterrarlos harían falta unos 400.000 millones, con
un flujo de inversión anual de unos 8000 millones durante 50 años, en razón de
las previsiones sobre el final del uso de gas y petróleo hacia fines de este
siglo: en apenas 80 años.
Una aplicación masiva de la electricidad sobre la base
de recursos renovables y nuclear en los hogares, la industria y el transporte,
los reemplazará. Solo el transporte consume un tercio de la producción de
petróleo y ésa fue, a mi criterio, la principal causa por la que todavía usemos
una motorización de hace 150 años, no obstante los enormes adelantos
tecnológicos experimentados desde entonces.
El avance en desarrollos de vehículos eléctricos
acelera la sustitución en el transporte, y las celdas de acumulación eléctrica,
todavía en experimentación, eliminarán las restricciones a las energías eólica
y solar originadas por la intermitencia de sus fuentes.
La tecnología y las comunicaciones son los
catalizadores en la propagación de conciencia global sobre desarrollo
sustentable y uso racional de los recursos. La gente ya no quiere las emisiones
de la combustión fósil, como los gases CO2, de efecto invernadero, o el OC,
tóxico contaminante del aire en los grandes centros urbanos.
Estamos ante un cambio de perspectiva que torna obsoleta
la teoría del Peak Oil formulada en 1956 por el geólogo Hubbert, según la cual
se dejaría de usar hidrocarburos porque se agotarían. El deadline para los
hidrocarburos lo definirá la demanda, al haber decidido la gente cambiarlos por
energías más sustentables y saludables.
Al final, el petróleo y el gas serán reemplazados por
energía renovable y nuclear. Pero durante la transición, el gas natural jugará
un rol determinante, sustituyendo combustibles líquidos y carbón, por varias
razones: es el menos contaminante de los hidrocarburos, su extracción y
transporte son cada vez más competitivos y es un recurso al que la tecnología
ha tornado abundante. Es decir, el inevitable proceso de sustitución del carbón
y el petróleo por energías limpias irá acompañado también por el gas natural y
en particular el shale gas, futuro commodity.
Entonces, si tenemos el segundo recurso mundial de
shale gas, y el gas será prioritario en la transición, pero dejará de usarse
hacia fines de este siglo, la estrategia a seguir debería ser extraer y
exportar la mayor cantidad posible de shale antes que el gas natural pierda
valor económico en el mundo.
¿Por qué priorizar VM? Por ser el yacimiento de shale
más importante del país, dado su potencial hidrocarburífero y su localización
en el corazón de la actividad petrolera argentina, la provincia de Neuquén.
También, por los avances en el aprendizaje de la nueva tecnología de fractura
hidráulica o fracking en ese yacimiento y por contar un calificado equipo
humano, factores que facilitarán una rápida entrada en producción industrial a
medida que lleguen las inversiones.
Sin embargo, de no modificarse las condiciones
vigentes en el sector petrolero argentino, será muy difícil que califiquemos
para atraer inversores de fuste. Problemas de larga data en lo laboral,
impositivo y normativo le quitan productividad a la industria y la hacen poco
competitiva. Encarar los cambios necesarios en todas las cuencas petroleras del
país además de complicado sería un proceso sumamente lento ante la crítica
situación socioeconómica y política heredada.
Una salida transitoria y a la vez eficaz a este dilema
sería crear para la zona de Vaca Muerta una entidad ejecutiva del tipo Área
Administrativa Especial, AAE, con regulaciones y acuerdos ad hoc que faciliten
y hagan atractiva el área para la inversión. Sería un leading case de
organización por objetivos, trasladable oportunamente a otras áreas petroleras.
Los acuerdos logrados recientemente por el Gobierno con el sector laboral de la
cuenca neuquina para mejorar su productividad son un paso importante hacia el
armado de un AAE, pero resta aún compatibilizar acciones entre los estados
nacional y provincial para dotar al área de la infraestructura necesaria,
atenuar el peso de los impuestos que gravan a la industria y convocar a las
empresas a mejorar su productividad. Por eso, insisto en la necesidad de que
los gobiernos nacional y neuquino avancen en la formación de un área
administrativa especial coordinadamente con el sindicato y las empresas que
operan en Vaca Muerta.
Tal vez, todavía resulte difícil entusiasmar con
iniciativas como ésta, cuyos beneficios se verán recién dentro de varias
décadas. Sobre todo cuando todavía no logramos expulsar de nuestro inconsciente
un cortoplacismo fuertemente arraigado después de tanto populismo. Pero es la
única manera de emprender proyectos que transforman en riqueza recursos no
renovables. Riquezas que no pertenecen sólo a nuestra generación, sino también
a las por venir, que ya no contarán con el valor económico del recurso natural,
pero sí con el de los sustitutos que tenemos la obligación de crear y que, a mi
criterio, deben ser una infraestructura física adecuada y los medios necesarios
para desarrollar el conocimiento en la población, que es sin duda la mejor
inversión a futuro.
Ingeniero, director de YPF, ex secretario de Energía y
Minería