Por Héctor GIULIANO
(27.12.2016)
El desplazamiento de
Alfonso Prat Gay y las circunstancias asociadas al hecho tienden a dejar en un
segundo plano una cuestión tanto o más importante que la renuncia forzada del
ministro: la creación de un Ministerio de la Deuda Pública.
Aunque la noticia es
demasiado reciente como para hacer comentarios en firme y la complejidad de los
cambios en curso dentro del gobierno Macri todavía no pueden ser debidamente
evaluados - incluso el decreto correspondiente todavía no ha sido emitido - hay
tres aspectos concurrentes que sí pueden ser destacados:
- La
expulsión de Prat Gay está asociada al desdoblamiento del Ministerio de
Hacienda y Finanzas Públicas (MHFP) en dos: Hacienda y Finanzas, teniendo
este último a cargo todo el paquete de la Deuda Pública.
- El
ministro no renunció voluntariamente sino que fue forzado a ello y quien asumió
la tarea de echarlo no fue el presidente Macri sino su Jefe de Gabinete,
Marcos Peña, enfrentado internamente con Prat Gay y a cargo del ámbito donde se toman las decisiones más
importantes de gobierno.
- La
oportunidad de su alejamiento – en medio de las fiestas de fin de año e
inmediatamente antes de las vacaciones de verano, y rodeada la noticia con
varios distractivos de prensa (especialmente los relacionados con la
corrupción Kirchner) - se da en
momentos que el gobierno no puede mostrar resultados positivos de su
gestión a través de las principales variables económico-financieras de la
Argentina.
Vamos a intentar una
interpretación fundada de estas observaciones personales.
El rol de Prat Gay,
objetivamente hablando, estaba desdibujado desde el inicio de la gestión Macri:
el Decreto 13/2015 (del 10.12) sustituyó el entonces Ministerio de Economía y
Finanzas Públicas (MEFP o MECON) por el nuevo Ministerio de Hacienda y Finanzas
Públicas (MHFP), subdividiendo su competencia en seis de lo que eran sus
secretarías y que pasaron a ser ministerios independientes: 1.
Hacienda/Finanzas (las únicas que quedaron dentro del MHFP), 2. Trabajo, 3.
Agro-Industria, 4. Energía, 5. Transporte y 6. Producción.
El margen de decisión
del MHFP, por lo tanto, devino así fuertemente recortado desde un comienzo, limitándolo
fundamentalmente al manejo de las cuentas fiscales - ya que Hacienda y Finanzas Públicas son
sinónimos técnicos (aunque incluyen el tema sustancial de la Deuda Pública) - y sin capacidad para imponer en forma
unilateral sus criterios en materia de Política Económica general.
Con el agravante que
después de un año de gobierno la administración Macri todavía no ha presentado
un programa integral y concreto de tal Política Económica.
Además, la
dependencia o coordinación de la
Jefatura de Gabinete de Ministros (JGM), a cargo de Marcos Peña y sus dos
vice-ministros – Mario Quintana y Gustavo Lopetegui – que es donde se tomarían
las principales decisiones de gobierno, se reveló muy conflictiva.
En estas condiciones,
el papel del ministro Prat Gay quedaba con facultades desbalanceadas ya que no
tenía poder decisorio propio sobre temas que ya no abarcaba su área, como el
caso de precios/tarifas de servicios públicos, transportes/comunicaciones, relaciones
con las provincias, economías regionales, etc., y tampoco sobre el problema clave
de una política financiera - monetaria, cambiaria y fiscal – que es fijada
desde el Banco Central (BCRA) con
independencia de las necesidades de la Política Económica.
Dado que el balance
del primer año de gestión del nuevo gobierno fue tomando un cariz más
inoperante e incierto y que el país no sale de un cuadro de estanflación
generalizado (recesión con inflación) era previsible que algo tenía que pasar:
que algo tenía que hacerse para intentar reacomodar la imagen pública de las
autoridades.
En tal contexto,
resulta lógico pensar que la administración Macri, ante sus problemas
irresueltos de alta inflación, caída de los ingresos fijos reales (asalariados
y jubilados), retraso cambiario, caída del consumo, recesión, gasto público y
déficit fiscal crecientes, problemas de balanza comercial y cuenta corriente de
la balanza de pago y – en particular – nuevo sobre-endeudamiento público
impagable, sacrificase alguna pieza
de su plantel de funcionarios para tratar de presentar una imagen de cambio
frente al año electoral que comienza después de haber mostrado su inoperancia
en todos los campos citados.
Y para ello, nada
mejor que echar a uno de los altos funcionarios que no era precisamente del entorno del Pro – núcleo original de la
alianza Cambiemos – sino producto de alianzas electorales con otros grupos
políticos y con estructuras de poder económico-financiero internacional (como
el caso de la banca JP Morgan, de la que Prat Gay fuera alto ejecutivo).
Desde este punto de
vista, la salida del ministro de economía estaría actuando como una suerte de cabeza de turco para evitar una catarsis
colectiva del gobierno Macri (con la importante aclaración que ello no libera
ni atenúa ninguna de las responsabilidades propias en las decisiones tomadas
por el ex ministro desde su cargo).
Pero, sin enredarnos
aquí en consideraciones y/o conjeturas acerca de las internas de la administración
Macri, cabe identificar algunos puntos concretos donde la gestión del gobierno
– con o sin la titularidad de Prat Gay en el MHFP – explicarían (si no
justificarían) la necesidad de vender esta imagen de cambio ante la opinión
pública frente a la falta de resultados reales positivos en sus políticas de
Gobierno:
a) La
caída del mito de una nueva y fácil política de macro-endeudamiento público
cuasi-irrestricto y sin demostración alguna de capacidad de repago, basada en
la falsa idea que la deuda del Estado recibida de la administración Kirchner
era manejable y que la confianza
internacional iba a permitir que el gobierno colocase nuevos bonos externos
en gran escala y con tasas de interés relativamente más bajas después de su
rendición ante los holdouts.
b) La
frustración de que iban a llover
inversiones extranjeras directas mientras, en la práctica, se creaban
condiciones inversas al estímulo de verdaderas inversiones productivas debido a
las medidas extraordinariamente favorables para la especulación financiera: tipo
de cambio estable y retrasado con altas tasas de interés locales y libre
movilidad de capitales.
c) El
debilitamiento de las expectativas de freno anti-inflacionario y crecimiento
económico – el citado problema de estanflación - con sus secuelas de aumento de
la pobreza, el desempleo y la consiguiente necesidad de más planes de
contención social para sostener las consecuencias de su propia política
económico-financiera.
Este cuadro de
situación, producto de la herencia recibida de la administración Kirchner pero
no revertida sino acentuada por el nuevo gobierno Macri está en el nudo de su
actual problemática política frente a un año electoral.
La traducción
práctica de esta encerrona financiera fiscal está centrada en el círculo
vicioso de incremento de la deuda pública y sus servicios (deuda y servicios
fuertemente crecientes del Tesoro Nacional, del Banco Central – BCRA – y de las
Provincias), de su incidencia directa en el aumento del gasto público y,
consecuentemente, del correlativo aumento del déficit fiscal, que a su vez se
cubre con más endeudamiento.
Y la clave de todo
esto se encuentra en la lógica de la deuda pública perpetua como forma de
financiamiento estructural del Estado - hoy política macrista de gobernar con deuda - esto es, la
inveterada práctica de refinanciar en forma total y permanente los vencimientos
de capital pagando cada vez más
intereses y tomando simultáneamente más deuda nueva.
Las cosas se agravaron
para la administración Macri – en el marco de un esquema financiero
insostenible (como no sea colocando sistemáticamente más deuda) - cuando
después del supuestamente exitoso allanamiento a las exigencias del juez Griesa
y los fondos buitre[1]
las facilidades relativas esperadas en el nuevo endeudamiento no se dieron y la
tasa de riesgo-país no tuvo una baja significativa,[2]
siendo así que hoy el país se encuentra frente a la aspiración de colocar más
de 30.000 MD[3] de nueva
deuda externa durante el 2017 cuando no existen las condiciones ni las
opiniones externas favorables como para que esto ocurra en los términos que necesitan
las autoridades nacionales.
De allí que la
creación de un Ministerio de la Deuda Pública constituya hoy una suerte de blanqueo de la emergencia argentina
derivada de la nueva Crisis de Deuda que las autoridades y el establishment
financiero quieren ocultar: una crisis de endeudamiento perpetuo del que la
administración Macri no puede ni quiere salir sino, por el contrario, profundizar.
Por eso se jerarquiza
ahora aún más el área de la Deuda Pública y se promueve al frente del nuevo
ministerio a otro funcionario - dentro de la dotación de CEO´s provenientes de
la actividad privada que integran la actual administración - como Luis Caputo, ligado a la banca Morgan (lo
mismo que el ministro saliente Prat Gay), al Deutsche Bank y a la actividad
bursátil de colocación de bonos públicos, como garantía de continuar y
desarrollar la política del gobierno Macri de gobernar con deuda, de la que depende inexorablemente su
estabilidad financiera y política.
Este nuevo Ministerio
de la Deuda – cuyos detalles, aunque sólo sean de forma, todavía no se conocen
porque aún no ha sido emitido el decreto correspondiente (que es otro DNU que
modifica la Ley de Ministerios) – va a manejar las decisiones sobre la mayor
suma de fondos públicos del Estado porque la Ley 27.341 de Presupuesto 2017
prevé la colocación de 1.727.200 M$ (equivalentes a 96.400 MD) de endeudamiento
público durante el ejercicio y el pago de 247.600 M$ (≡ 13.800 MD) de
intereses.
El total de
vencimientos de capital durante el año – 1.042.500 M$ (≡ 58.200 MD) que serán
íntegramente refinanciados (hasta el último centavo) porque toda la deuda que
vence se paga con nueva deuda – más la toma de deuda adicional por 684.700 M$
(≡ 38.200 MD) y más el citado pago de intereses por 247.600 M$ (≡ 13.800 MD) –
que se abonan en efectivo como parte del Gasto Público Corriente – implica que
el nuevo Ministerio de la Deuda tomará decisiones sobre un monto de 1.974.800
M$ (≡ 110.200 MD), prácticamente unos 2 Billones de Pesos; mientras el total de
gastos del presupuesto 2017 es de 2.363.600 M$ (≡ 132.000 MD).
Desde un crudo punto
de vista funcional, la gravedad del cuadro de situación de la Deuda Pública – y
particularmente de la Deuda Externa oficial – explica la jerarquización del tema (y sobre todo del problema) a nivel de un ministerio
específico y a la vez desnuda la realidad e importancia de la política de la
administración Macri de gobernar con deuda.
Lic. Héctor L.
GIULIANO
Buenos Aires,
27.12.2016
Archivo: GIULIANO
ARTICULO 2016 12 27 MRIO DP
[1] El arreglo con los holdouts – en Abril de
este año - fue realizado mediante acuerdos secretos de los que hasta ahora no
se tienen informaciones concretas, convenios éstos que están siendo
investigados por la Justicia y que habrían dejado todavía la mitad de los pagos
a los holdouts por hacerse (8.800 sobre el reconocimiento de 19.000 MD).
[2] La sobretasa por riesgo-país
de la Argentina es actualmente de 480-450 puntos básicos (PB), es decir, de 4.8-4.5
puntos porcentuales por sobre la tasa que pagan los Bonos del Tesoro
Norteamericano a 10 años de plazo (hoy 1.87 % anual), que se toman como
referencia para el cálculo del índice EMBI+ de JP Morgan, lo que da un piso
nominal para la colocación de títulos argentinos en el exterior entre 6.5-7.0 %
anual o más según las evaluaciones pormenorizadas.
[3] Las abreviaturas MD/M$ significan Millones de
Dólares/Pesos respectivamente y se expresan siempre con redondeo, por lo que
pueden darse mínimas diferencias entre totales y sumatoria de términos.