Por Héctor GIULIANO
(3.3.2017)
El gobierno Macri
mantiene el atraso cambiario como uno de los requisitos de su política de gobernar con deuda – deuda
pública externa e interna – que en su mayoría está tomada en moneda extranjera.
Esto le permite
comprar más dólares con la recaudación fiscal en pesos, lo que sirve como
garantía de pago a los acreedores del Estado ante las sumas crecientes de
intereses por el nuevo macro-endeudamiento público en curso y la contracción de
nuevas obligaciones.
Esta política de
retraso cambiario tiene tres efectos primarios:
- Favorece
abiertamente el negocio de los capitales especulativos, que lucran con el
arbitraje entre tipo de cambio estable y atrasado combinado con altas
tasas de interés locales.
- Frena
el estímulo de las Inversiones Extranjeras Directas – y de las inversiones
productivas en general – debido a la menor rentabilidad de las mismas
frente a las alternativas de inversiones financieras autónomas.
- Afecta
en forma directa la competitividad de nuestras exportaciones y favorece el
aumento de las importaciones por acción de un tipo de cambio que actúa en
la práctica como subsidio de las
compras provenientes del extranjero así como del turismo internacional
emisivo.
Tal política vigente de
retraso del tipo de cambio tiene una especial implicancia – desde el punto de
vista práctico y conceptual – en la distorsión del verdadero rol del comercio
internacional.
¿Para qué existe el
Comercio Exterior de un país y cuál es su papel en el desarrollo de la Economía
Nacional?
Sigamos una secuencia
lógica de razonamiento para responder a esta pregunta central:
a) Salvo
rarísimas excepciones, ningún estado posee autarquía completa en materia de
recursos como para no tener necesidades de importar materias primas, insumos
y/o bienes de capital. O bien puede disponer de los mismos pero a un costo tan
elevado y poco rentable que le conviene más importarlos.
b) Para
poder efectuar estas compras el país necesita divisas. Y
c) Para
poder conseguir tales divisas el país necesita exportar.
Ergo, el Comercio Exterior – desde el punto de
vista de la Economía Nacional – no existe para que los gobiernos subsidien negocios privados de ventas al
extranjero sino que existe para que los
países obtengan de sus exportaciones las divisas necesarias para poder pagar
sus importaciones.
De allí la necesidad
de que el comercio exterior esté equilibrado, dado que si las exportaciones
exceden el nivel compensatorio necesario de las importaciones habrá una
tendencia a la apreciación cambiaria local (peso más fuerte por mayor entrada
de divisas) y si, en cambio, las importaciones superan a las exportaciones, se
verificará la tendencia inversa: devaluación o depreciación de la moneda local.
Ésta es la forma en
que el comercio exterior influye en el mercado cambiario y monetario de los
países; aunque ciertamente no es el único factor de influencia en los complejos
ámbitos de la Economía y las Finanzas modernas.
En el caso argentino
actual, empero, se da un proceso inverso o anti-natural porque el tipo de
cambio retrasado no es producto del desequilibrio de la Balanza Comercial
(Exportaciones versus Importaciones) sino, por el contrario, consecuencia de la
Política Financiera – Monetaria, Cambiaria y Bancaria – del gobierno.
Porque el tipo de
cambio es aquí la resultante de pautas fijadas por el Banco Central (BCRA) en
función de las necesidades financieras de pago de los servicios de la deuda
externa y no de las necesidades económicas de crecimiento de la Economía
Nacional.
Ya que el BCRA
mantiene un alto nivel de tasas de interés que atrae capitales especulativos o
golondrina, que entran para lucrar con el diferencial entre tasas locales e
internacionales.
Al darse la irrupción
combinada de estos capitales financieros y de nueva deuda externa, fuertemente
creciente, suben en forma artificial las reservas internacionales del BCRA –
que no son propias del Banco sino que se sostienen fundamentalmente con deuda –
y con ello se produce una apreciación del peso argentino.
Siendo que este
proceso, de típica naturaleza financiero-cambiaria, se contrapone a la lógica
natural y perjudica el funcionamiento normal del comercio externo y de la
economía doméstica.
Puesto que, como
derivado de esta sobre-valuación inducida de la moneda local, se genera y
potencia el desequilibrio negativo de la Balanza Comercial – al que hicimos
referencia - con la consiguiente afectación de la Economía Física o Real en
materia de actividad y empleo.
Dicho con otras
palabras: que el desequilibrio y las distorsiones en el comercio exterior
argentino no son producto de un funcionamiento anormal del mercado comercial
sino consecuencia de la política cambiaria del gobierno – llevada a cabo a
través del BCRA - y que el actual
esquema de retraso cambiario que provoca ese desequilibrio externo es
consustancial a las necesidades de la política de endeudamiento deliberada e institucional
del Estado.
Es la forma clásica
en que el Sistema de la Deuda se transforma en obstáculo del Desarrollo de la Economía
Nacional.-