Por Adrián Simioni
La Voz del Interior, 6 de junio de 2017
Debe ser casi tan incoherente saber tanto y no hacer
nada como calificar de “cáscara” al sistema institucional que le ha encargado a
él mismo la responsabilidad de llevar adelante la acusación pública en nombre
de la sociedad.
Escuchar la entrevista completa en la que al fiscal
federal kirchnerista Enrique Senestrari le preguntan por Odebrecht, es entrar
al planeta Conspiración.
A lo largo de todo el diálogo, Senestrari dice no
tener “la menor duda” de que escándalos como el de Odebrecht “son todas cosas
controladas, no es que explotó de golpe porque alguien lo descubrió. Hay un
poder muy grande que necesita generar esto, veremos para qué, porque uno no
sabe todavía. Evidentemente ese poder ha estudiado muy bien la psicología de
masas, los medios grandes de comunicación y cómo manejar a partidos políticos”.
“Todo eso es lo que hoy con Odebrecht se ve y pasa en
todos lados (...) tenemos que ser conscientes de que Odebrecht es sólo una
señal, yo no sé con qué hilos manejada desde atrás, porque estoy seguro de que
hay algo que está generando que aparezca como quieren que aparezca el tema y
con los resultados que ellos prevén, que no sé cuáles son. Pero lo que sí, la
sociedad está como atontada en esto”.
Es una lástima que, pese a ser Senestrari fiscal y
constándole tantas cosas graves, no las lleve de una buena vez a juicio. Podría
empezar por denunciar con nombre y apellido a los jueces que, dice, se dejan
extorsionar.
Reclaman que Gils Carbó suspenda al fiscal Senestrari
por haber pedido que “caiga” Macri.
Un fiscal que desea la caída de un gobierno elegido
por el voto popular es un beneficiario desleal de la democracia, la república y
la división de poderes. Pero un fiscal que, pese a sabérselas todas, no pone
tras las rejas a los malos es tal vez peor: es desleal con los necesitados de
justicia.