por Claudio Chaves
Informador Público, 12-6-17
Noche del miércoles 7 de junio de 2017. Un barrio
cualquiera del gran Buenos Aires, da lo mismo porque la tragedia se ha
apoderado de todo el conurbano. Sin embargo importa nombrarlo fue en Lomas de
Zamora. Un trabajador lleva en brazos a su pequeño hijo de tres años. Son las
20 horas. Dos jóvenes delincuentes lo asaltan e inmediatamente parten raudos.
Apenas dan unos pasos uno de ellos, endemoniado, se voltea esboza una sonrisa y
dispara. La criaturita en brazos alcanza a decir “me duele papá”. Fueron sus
últimas palabras. ¡Hay que ser hijo de puta! Que el lector me disculpe, no
hallo otras palabras.
La sociedad argentina está destruida. Son escenas que
se repiten una y otra vez y la élite política no reacciona. La élite
intelectual tampoco. Hablan, opinan, pontifican pero no tienen la solución que
el sufriente pueblo argentino demanda.
Hay una guerra civil no declarada. Y no se dan por
enterados Un sector de la sociedad mata a otro y nadie los para. Es una guerra
con todos sus componentes, incluso con vínculos que afectan la seguridad
nacional. Y el Estado está ausente. Aquellos que siempre se han manifestado a
favor de un Estado interventor, miran para otro lado. La cobardía y la
hipocresía que los define no guarda parangón con ningún momento de nuestra
historia.
Los que nos hacen la guerra cuentan con la ventaja de
la voluntad y el desinterés por la vida y su avidez por el tránsito fácil y
vertiginoso asociado al consumo de drogas y de indumentaria superflua que no
están dispuestos a alcanzar por el trabajo digno o la changa pasajera, pues
como decía Luca Prodán “no sé lo que quiero pero lo quiero ya.” No es el hambre
lo que hace a un ser humano un asesino o una fiera. Es otra cosa. Cuentan
además con un Estado Mayor Intelectual que son las organizaciones de Derechos Humanos,
el kirchnerismo, la progresía, la gente bien pensante y la izquierda. Es un
ejército en ofensiva. Incluso la cultura del delito traducida en canciones,
vestimenta y habla nos dice que esta guerra ya está instalada en el plano de la
cultura.
Si se quiere salir airoso de este gravísimo conflicto
a los delincuentes hay que ir a buscarlos a sus guaridas asquerosas y vencerlos
en los términos con que ellos nos pelean. No hay otra forma. Ya ocurrió en
nuestra historia. Fue el general Julio Argentino Roca quien en su momento
asumió la responsabilidad de dar seguridad interior y exterior al País. ¡Un
liberal que pensaba que lo más importante era la seguridad de su pueblo y la
tranquilidad de su Patria. Que por encima de las libertades individuales estaba
el bien común. Muy duras parecen hoy sus palabras pero hacía más de cien años
que los argentinos vivíamos la inseguridad de las pampas “Vamos pues a
disputarles sus propias guaridas, lo que no conseguiremos sino por medio de la
fuerza. A mi juicio el mejor sistema de concluir con los indios es el de la
guerra ofensiva. Hay que ir a buscarlos a sus guaridas y causarles un terror y
un espanto indescriptibles” Claro la diferencia con la actualidad es abrumadora
eran políticos de coraje y largo aliento que no contaban con asesores de imagen
ni coach sicodélicos. La imagen era la fuerza de sus argumentos y el compromiso
social de realizarlos.
Da pena por no decir bronca escuchar al intendente de
Lomas de Zamora, Martin Insaurralde, explicar por radio su inoperancia. Se
atropellaba con las palabras, se encimaba con frases sin sentido, afirmó y aquí
se halla la gravedad en la que nos encontramos que se trataba de una bandita
conocida que llevaba adelante delitos menores, jamás pensamos que
desencadenarían lo que estamos viviendo. Tomaban cerveza en las esquinas. Hubo
que esperar que mataran para detenerlos. ¿Por qué no se los capturó antes?
Finalmente admitió que más ya no puede hacer. ¿Es cierta esta afirmación? No,
es falsa. ¡Sí que puede hacer más Insaurralde! Lo primero apartarse del Estado
Mayor que conduce la guerra de los delincuentes: esto es el kirchnerismo y
segundo plantear una guerra ofensiva contra el delito. Arrancarlos de sus
aguantaderos que él conoce muy bien en su distrito.
Se equivoca también María Eugenia Vidal al sacar a la
calle las últimas reservas policiales para hacerlas pasear por los centros
comerciales más calientes. La ingenuidad no tiene antecedente. Los ladrones no
estarán allí. Robarán colectivos a simples y humildes trabajadores, matarán
porque se saben molestados pero no vencidos. ¿Con quién creen que están
midiendo fuerzas?
No señores ustedes hacen lo mismo que el anterior
gobernador Daniel Scioli, ponen policías en los cruces de avenidas y “’saturan”
de uniformados las calles más transitadas. No sirve. No alcanza. ¡Hay que ir a
buscarlos1
Ahora bien, la guerra civil que estamos viviendo no se
gana solo en el terreno de las armas. Otras respuestas hay que dar en paralelo.
Profundas, serias, revolucionarias. La inmensa mayoría de ni-ni que deambulan
por las calles al borde del delito deben ser incorporados obligatoriamente a
hogares-escuelas de oficio. Sin atenuantes. Como era el servicio militar
obligatorio instaurado por el liberal Roca y como era la ley 1420 de enseñanza
primaria obligatoria promulgada por el liberal Roca. Hay que invertir allí.
Sabemos que los delinquen o están a punto de hacerlo padecen la ausencia de
familia, al menos en su inmensa mayoría. Pues entonces si la familia no está
debe estar el Estado y no como opción sino como obligación.
No hay tiempo para las medias tintas. Ni el
kirchnerismo, ni el Pro, ni los radicales, ni el Frente Renovador, ni la
izquierda tienen políticas para remediar o disminuir este flagelo. Se habla de
bajar la edad de imputabilidad, está bien, una vez cometido el delito pero
tenemos miles a punto de delinquir. Sobre los delincuentes, la guerra, sobre
los ni-ni, hogares-escuelas obligatorios. He llegado a escuchar del ecuánime
Daniel Arroyo (FR), al parecer joven y aplomado estudioso del asunto el
disparate mayúsculo de qué hacer con los ni-ni y ¿cuál es su genialidad? pues
ponerles un tutor. ¿Sabe el ecuánime Arroyo todos los tutores que hay que
nombrar? No, la fantasía me supera.
Finalmente debemos convenir que en el caso de los
delincuentes lo que abunda son los desescolarizados y sin familia. Sobre formas
escolares novedosas que sustituyan la familia ausente y una variable de
instituciones intermedias entre el individuo y el Estado se hallará la solución
para quienes todavía no han ingresado a la antesala del delito y del crimen
pero que la merodean.