Alberto Buela (*)
Una situación
dilemática se produce cuando las alternativas ante la situación conducen a la
misma conclusión o son igualmente buenas y malas.
Jorge Joaquín
Martínez a quien no conozco, y además los Martínez son muchos, volcó en una
carta de lectores una breve pero brillante meditación sobre Venezuela. Primero,
afirmando como Noam Chomsky que su régimen es un desastre, pero que no se les
vaya a ocurrir a las fuerzas armadas dar un golpe de Estado porque en ese caso
serán demonizadas por el mundo masmediático internacional y terminarán siendo
los auténticos derrotados.
Entonces nos
preguntamos, qué cabe esperar. Qué Maduro se transforme súbitamente en un
estratega como Bismark o como De Gaulle? O qué Venezuela se desangre y se hunda
en el pozo negro de la nada?
Todo indica que es
más probable lo segundo que lo primero.
El régimen
soviético tardó setenta años en disolverse y lo hizo a través de una implosión
interna producto de sus propias contradicciones. Su costo fue de 40 millones de
muertos.
La historia
reciente nos enseña que el marxismo, el comunismo, el castrismo, incluso el
socialismo, no dejan nunca el poder sin costos altísimos en vidas. Hay que
recordar el récord del Pol Pot en Camboya que asesinó en noventa días 2,5
millones. Venezuela lleva solo ciento treinta. Cabe esperar muchos más muertos.
Macri, ingenuamente, piensa que Maduro no
puede dormir por los muertos que caen en su conciencia, sin darse cuenta que el
marxismo, el comunismo, el castrismo e incluso el socialismo son, antes que
nada, anticristianos y por lo tanto, los hombres no son personas sino solo
individuos, engranajes de la revolución, de los que no se sienten responsables.
Los valores que
mueven a los mass media internacionales son dos: en economía el libre mercado y
en cultura, la izquierda progresista. Y el régimen de Maduro cumple con ambos a
raja tabla. Le vende su petróleo a los Estados Unidos y, de la mano de los
cubanos, proclama el socialismo del siglo XXI.
Muchachos, los
venezolanos están muy jodidos.