o mejor Por: Jorge Medina
Especialista en organización del Estado y
responsabilidad moral en las organizaciones
La Voz del Interior, 2-8-17S
HABLAR DE ETICA Y MORAL
SIN CONOCER LAS VIRTUDES SERIA COMO PRETENDER DIBUJAR UN PAISAJE SIN CONOCER
LOS COLORES.
Pregunta: ¿Existe el frío? No, por física se sabe que lo que existe es el
calor. El frío es ausencia de calor.
¿Existe la oscuridad?
No. También lo que existe es la luz. La oscuridad es la ausencia de luz.
Parafraseando, se podría
preguntar si existe la corrupción. Diríamos que no, que sólo existen el mérito
o la virtud. La corrupción sería la falta de virtudes.
Sin embargo, en todos los ámbitos
sociales, empresariales y políticos se habla poco o nada de virtudes y sin
ninguna precisión conceptual. Por el contrario, se habla todo el tiempo de
corrupción. Se ignora que la carencia de virtudes es la verdadera causa de la
denominada “corrupción”.
Parece más fácil generar
cómodos contraconceptos al referirnos a las inconductas humanas. Por ejemplo,
cuando se dice que alguien fue corrupto, sin ningún cuidado ni precisión, en
vez de decir que a esa persona le faltó sinceridad, prudencia, justicia u
honradez, según sea el caso.
Esto es semejante a la
opción que tiene un médico de precisar de forma profesional cuál es la
enfermedad de su paciente, o decir simplemente que está enfermo.
Aceptando que virtudes y
valores no son lo mismo (aunque a veces se las utilice de manera indistinta) y
que lo mismo sucede con ética y moral, hablar de ética y moral sin conocer las
virtudes sería como pretender dibujar un paisaje sin conocer los colores.
Se desconoce que el
tejido de la ética se fabrica con los hilos de las virtudes, entrelazadas y
complementadas entre sí.
Al dar conferencias en
organizaciones empresariales, estatales y universitarias, asombra comprobar el
gran desconocimiento de sus dirigentes respecto de los verdaderos conceptos
deontológicos o prácticos de las virtudes, en sus ámbitos.
Sin embargo, al ver las
descripciones de las misiones y visiones de sus organizaciones, abundan en
ellas objetivos ético-morales.
Ejemplo de esa falta de
conocimiento y aplicación profesional de las virtudes es el hecho de que de
manera analógica y cómoda se habla de transparencia en vez de hablar de
sinceridad, que sería la verdadera virtud. La transparencia es sólo una
propiedad física, nunca una virtud.
Otro ejemplo lo
constituye considerar que sólo son inconductas las que producen daños
económicos en las organizaciones, y se dejan de lado inconductas motivadas por
falta de justicia, de prudencia, de sinceridad, de humildad, de laboriosidad,
etc.
En la misma línea de
razonamiento, se observa hoy cómo las organizaciones elaboran voluminosos
código de ética, que regulan su compliance (compromiso con las normativas),
aunque en su mayoría son códigos coactivos saturados de prohibiciones y con una
casuística interminable de malas praxis, pero sin dedicar una sola línea a promover
el mejoramiento de las defensas morales de la organización.
Es semejante al caso de
un médico que observa que su paciente se enferma con frecuencia y no propone
fortalecer sus defensas para así disminuir futuros episodios de enfermedad.
En las organizaciones
político-partidarias y estatales, tampoco se dedican esfuerzos para levantar
los valores morales de sus cuadros ni de la sociedad misma, para así intentar
disminuir futuras inconductas de gobierno.
A modo de ejemplo, se
puede referir que la Oficina de Anticorrupción podría llamarse con más
propiedad “de Responsabilidad moral en el Estado”; es decir, ser
preferentemente proactiva y preventiva.
Por suerte está naciendo
una materia superadora y englobante, llamada “Responsabilidad moral en las organizaciones”, que actúa como
garantía del mérito de una organización desde adentro y no sólo para exhibir
una imagen externa de responsabilidad social.
Obsérvese que se habló
de responsabilidad moral “en” y no “de” las organizaciones, ya que es el
único tema indelegable y de responsabilidad individual, además de ser también
el único tema universal, pues compete a todos los niveles de la organización.
La responsabilidad moral
da sentido y autenticidad a los conceptos de calidad, sostenibilidad y
responsabilidad de las organizaciones.
Por fortuna, están
comenzando a surgir organizaciones, sobre todo empresariales, llamadas
“virtuosas”, que promueven y ejecutan en todos sus niveles las buenas prácticas
laborales, fundándose en el conocimiento y en la aplicación de las virtudes y
valores y rigiéndose más por “Credos de méritos” que por Códigos policíacos de
conducta o ética.