viernes, 24 de noviembre de 2017

TRIUNFO DEL LOBBY FEMINISTA

 para demagógica ley de cupo

Por Alejandro Moreno
Alfil, 24 noviembre, 2017

Las leyes de cupo provocan discusiones desde hace un cuarto de siglo, pero el debate debió quedar concluido en la noche del 28 de octubre de 2007, cuando se conocieron los resultados del escrutinio de la elección presidencial. No existe, desde entonces, un argumento sólido para justificar tal demagogia; menos, para acentuarla, como hicieron la mayoría de los diputados en la madrugada del miércoles, al elevar del 33 al 50 % el mínimo de participación por género en las listas de candidatos a legisladores nacionales.

Cristina Kirchner ganó la elección de 2007 con el 45,28 %. Los argentinos, hombres y mujeres, demostraron que no tenían en cuenta el sexo de un candidato a la hora de votar. Y no se trató de la decisión de un partido político o de un grupo ideológico, porque otra mujer, Elisa Carrió, fue segunda y se convirtió en la principal figura de la oposición, con el 23,05 %. Entre las dos sumaron casi 7 de cada 10 votos.

Esa noche quedó en claro, para quienes querían verlo, que en la Argentina no existe discriminación política hacia la mujer, pero por si alguien dudaba de ello, cuatro años más tarde Cristina Kirchner logró, ya sin el espaldarazo de su esposo, ser reelecta con el 54,11 %.

Más: en 2015, María Eugenia Vidal se convirtió en gobernadora de la provincia de Buenos Aires; y en 2017 Carrió ganó con amplitud la elección de diputada nacional en la Ciudad de Buenos Aires.

La cuestión de género no es, entonces, una cuestión de los votantes. Sin embargo, la demagogia del cupo siguió vigente. En buena medida, le toca la responsabilidad a la propia Cristina Kirchner, porque cuando la criticaban por su gestión en la Casa Rosada solía llorar como mujer lo que no podía defender como presidente.
Por cierto, las leyes de cupo de género se aplican a las candidaturas legislativas, y no a las ejecutivas, pero los antecedentes de 2007 y 2011 revelan que cuando alguien consigue el favor popular, independientemente de polleras y pantalones, gana.

Las defensoras del cupo insistieron en medio de un clima de creciente feminismo, no entendido éste como la lucha por la igualdad (como lo fue en sus heroicos orígenes) sino como el lobby de aquellas que buscan atajos para conseguir espacios de poder.
¿Las mujeres tienen virtudes de las que carecen los hombres? Ellas dirán que sí, pero no se pondrán de acuerdo si se refieren a las de Cristina Kirchner o a las de Elisa Carrió; porque unas ven sólo defectos en aquélla y otras lo mismo, en ésta. Incluso, unas y otras le desean o le han deseado hasta la cárcel a la antagonista de su favorita.

Las candidatas no son discriminadas por los votantes. ¿Lo son, por los partidos políticos? Ellas dirán que sí, otra vez, pero volvemos a la contradicción que exhiben las elecciones de 2007 y 2011. Y si de candidaturas legislativas se trata, ¿acaso se conoce algún partido o alianza que decida dejar afuera de la lista a una mujer que tracciona votos, sólo por su género? 
En estos tiempos de consultores pragmáticos, si es necesario colgar de la boleta a un extraterrestre, se lo hace; todo sea por ganar la elección. Las encuestas, antes que nada. ¿No han sido candidatas Olga Rista, en la UCR, y Blanquita Rossi, en el PJ, sólo porque eran conocidas?

Podrían volver las feministas a la carga diciendo que ambas han estado en listas por exigencia del cupo, pero si lo que se busca es dar más espacios a las mujeres que militan en los partidos políticos, ¿no son, ambas, invasoras de esos espacios? Porque, debe recordarse, ninguna de las dos tenía participación en los partidos por los cuales se presentaron, relegando a otras mujeres realmente militantes que podrían haber aspirado a esas candidaturas. ¿El principio de más participación a las mujeres políticas puede ser vulnerado por otras mujeres?

¿Y a qué se debe tanto interés por las leyes de cupo? ¿Por qué ampliar la porción mínima de cada género del 33 al 50 %, como se hizo en el Congreso de la Nación (y como rige en Córdoba desde 2000)? Si no es un asunto de los votantes, ni tampoco de las estructuras partidarias, ¿no será que resulta de una exitosísima presión de las mujeres políticas, que al ser cada vez más pueden, poco a poco, conseguir objetivos sectoriales?
Dirán que no. Dirán que se trata de ampliar los espacios para que más mujeres puedan proyectarse. Pero, ¿no existen las leyes de cupo desde hace 25 años sin que se observen esos resultados prometidos?

Cristina Kirchner, Vidal y Carrió no son resultado de cupos femeninos. La peronista, en todo caso, creció a la sombra de su marido hasta que alcanzó peso propio; la macrista fue legisladora porteña sólo seis meses, y cuando se destacó fue ejerciendo el cargo de ministra de Desarrollo Social de la Ciudad de Buenos Aires; y la ex radical se hizo conocida como convencional constituyente nacional por Chaco pero habiendo encabezado la lista partidaria, no rellenándola por el cupo.

En Córdoba, donde la UCR impulsó el cupo en 1994 (33%) y el PJ lo engordó hasta el (50%) en el 2000, ¿qué mujer logró destacarse políticamente por las bancas asignadas por su género?
Nadie quiere reconocer lo que se dice en off the record. A la hora de completar las listas de candidatos, normalmente los partidos sufren porque no tienen en sus filas mujeres de relieve político (y ni qué decir de la complicación adicional por el intercalado por sexo). A veces, dirigentes de primera línea terminan preguntando quién es aquella beneficiada con una banca segura.

Para bonaerenses y porteños
Dos paradojas, para terminar. Aumentar el mínimo de participación por género en las listas, teóricamente, reduce las posibilidades máximas de las mujeres. Con la ley sancionada antenoche, no podrá haber más de la mitad de mujeres candidatas; con la norma anterior, podían serlo hasta dos tercios. Pero puede preguntarse, ¿y prácticamente?
Veamos lo que pasará en Córdoba. Con la ley nacional de cupo de 1991 y el decreto reglamentario de 1993, cuando un partido renueva cinco diputados, dos deben ser mujeres; con la nueva ley, también. Si renueva cuatro diputados, dos deben ser mujeres; con la nueva ley, también. Si renueva tres diputados, una debe ser mujer; con la nueva ley, también. Si renueva dos diputados, una debe ser mujer; con la nueva ley, también. Y si renueva un solo diputado, no hay exigencia de género.


Así que la tan festejada ley tendrá repercusión sobre distritos que renuevan mucho más que los nueve diputados que tiene Córdoba. O sea: Provincia de Buenos Aires y Ciudad de Buenos Aires. El resto, celebró sólo para la foto.