doctrina y martirio por la
«hermenéutica de la continuidad»
Sacheri, como animador de la reforma política y
económica según el derecho natural y cristiano, resultaba peligroso para los
fomentadores de la dialéctica de contradicción en la vida social.
Germán Masserdotti
Religión en Libertad, 22 diciembre 2017
Los documentos del Concilio Vaticano II (1962-1965),
parte integrante de la Tradición vivificante de la Iglesia, deben interpretarse
en la línea de la continuidad y de la reforma y no en la de la ruptura. Como
afirma Benedicto XVI, “todo depende de la correcta interpretación del Concilio
[Vaticano II] o, como diríamos hoy, de su correcta hermenéutica, de la correcta
clave de lectura y aplicación”.
En un contexto de diálogo intraeclesial de acuerdo a
lo señalado por Pablo VI en la encíclica Ecclesiam suam, la contribución de
Carlos Alberto Sacheri (1933-1974) que abona la “hermenéutica de la
continuidad” en armonía con la “reforma” reviste una característica singular.
Su desenvolvimiento intelectual fue simultáneo a la
publicación de los documentos del Concilio Vaticano II. Es sabido que aquellos
años y los inmediatamente posteriores al desarrollo de las sesiones conciliares
se sumergieron en la “contestación” a la autoridad doctrinal y disciplinar de
la Iglesia. De esta situación dan cuenta las numerosas catequesis iluminadoras
y dolientes de Pablo VI durante los años finales de la década de los 60 y los
primeros de los 70. En aquellos años se hablaba del “sentido de la historia”.
Por una especie de “clima de época”, numerosos pensadores quisieron ver, en ese
“sentido”, rupturas antes que constantes. De este modo, la interpretación que
formula Sacheri se valora todavía más. Movido siempre por un espíritu de
caridad filial y fraternal, supo señalar las “continuidades” y ubicar las
“reformas” en el contexto de la historia de la Iglesia.
El “sentir con la Iglesia” de Sacheri se reveló,
principalmente, a propósito de la llamada “cuestión social”. Son notables sus
esfuerzos por estudiar, comentar, interpretar y difundir el Magisterio de la
Iglesia con el fin de restablecer el orden social según el derecho natural y
cristiano. Como ejemplo de síntesis programática merece destacarse El orden
natural, una especie de vademécum de la Doctrina Social de la Iglesia explicada
de acuerdo al contexto político, económico y cultural de entonces en el mundo y
en la Argentina.
Un ejemplo de interpretación tiene creciente
actualidad en días de “grieta” como los que se padecen en la Argentina. Sacheri
observa que la solución a la “cuestión social” generada por la relación
indebida entre el trabajo y el capital no debe resolverse por la supresión de
uno de los términos sino por la colaboración entre ellos. A propósito del
capitalismo, debe recordarse una distinción presente en las enseñanzas del
magisterio eclesial y que Sacheri hace propia: una cosa es el capitalismo y
otra el influjo negativo que el liberalismo económico produjo en él. La
Iglesia, señala Sacheri, nunca condenó al capitalismo. El liberalismo, en
cambio, lo acompañó de hecho, pero no de derecho.
Uno de los tópicos del capitalismo es el de la
propiedad privada. En Gaudium et spes, El Concilio Vaticano II sostiene que
ella, “como las demás formas de dominio privado sobre los bienes exteriores,
contribuye a la expresión de la persona y le ofrece ocasión de ejercer su
función responsable en la sociedad y en la economía”. Sacheri reafirma el
carácter natural del derecho a la propiedad privada en medio de la discusión
suscitada por los “socialistas cristianos” y “tercermundistas” respecto de su
legitimidad. Lo reafirma sin perder de vista la función social de la misma
propiedad privada.
El mismo Concilio Vaticano II afirma que “el derecho
de poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es
un derecho que corresponde a todos”. Sacheri observa que esta afirmación sobre
la universalidad del derecho a la propiedad privada deriva del carácter de
derecho natural que distingue a la propiedad. De esta manera, dado que es “algo
acordado al ser humano por naturaleza, todos y cada uno deben poder participar
efectivamente de la propiedad en sus diferentes formas”. El Concilio Vaticano
II concluye que resulta “por ello muy importante fomentar el acceso de todos,
individuos y comunidades, a algún dominio sobre los bienes externos”. En el
mismo sentido, el objetivo de la difusión de la propiedad se logra más
eficazmente “cuando toda la economía está organizada profesionalmente por ramas
de producción a través de consejos obrero-patronales”, comenta Sacheri.
Los principios y criterios de la Doctrina Social de la
Iglesia y las propuestas concretas de Sacheri a fin de consolidar la
colaboración entre el trabajo y el capital, y la complementariedad entre la
dimensión individual y la función social de la propiedad privada junto con su
difusión, están lejos, por cierto, del engañoso recurso a la violencia política
como remedio a los males que nos aquejan.
Violencia política que se volvió contra la vida del
mismo Sacheri. El 22 de diciembre de 1974, en presencia de su familia y
saliendo de la misa celebrada en la catedral de San Isidro –provincia de Buenos
Aires–, le dispararon en la cabeza.
“Días después –señala un editorial aparecido el 23 de
diciembre de 2014 en el diario argentino La Nación–, un oscuro y cínico
comunicado adjudicado al Ejército Revolucionario del Pueblo-22 de agosto (ERP
22) se atribuyó el asesinato, aunque las investigaciones judiciales no
avanzaron demasiado”.
Sucede que Sacheri, como animador de la reforma política
y económica según el derecho natural y cristiano, resultaba peligroso para los
fomentadores de la dialéctica de contradicción en la vida social. Podría
decirse que él no era “funcional” ni a los de “derecha” ni a los de
“izquierda”, si fuera posible utilizar categorías caducas. “Sacheri se opuso a
los violentos de cualquier ideología política –afirma el mismo editorial de La
Nación–, sólo armado intelectualmente por su profundo conocimiento de la
Doctrina Social de la Iglesia”.
¿No debería recordarse, tanto en el ámbito político
como eclesial, el aporte intelectual de Sacheri para un orden social más justo
en la República Argentina y, así, no tropezar nuevamente con la misma piedra
por no haber aprendido de la Historia, magistra vitae?