Nuestra economía serrucho y el desafío de
crecer en 2018
Clarín, 8-1-18
La economía argentina volvió a crecer el año pasado después de haber
realizado ciertos ajustes macroeconómicos durante el 2016 que habían afectado
el nivel de actividad económica. Aunque las cifras definitivas todavía no están
publicadas, es posible que la expansión del 2017 haya sido cercana al 3
por ciento, luego de haber caído 2,2 por ciento el año anterior.
El comportamiento serrucho, en el que se crece un año y se cae
al año siguiente, se viene observando de manera repetida desde el 2011. La
economía se expande en los años electorales y vuelve a caer en los siguientes,
dada la necesidad de rebalancear los excesos cometidos el año anterior. Es
decir, una gran noticia en este 2018 podría ser que la economía vuelva a crecer
cuando no hay elecciones.
Para ver qué tan factible es esto, empecemos analizando el contexto
internacional. Las perspectivas para el año 2018 son alentadoras. Las
principales economías del mundo crecen, y sus tasas de desempleo se encuentran
cerca de sus niveles mínimos históricos. Aunque el ritmo de crecimiento es
superior al de su capacidad productiva, no se registran presiones
inflacionarias, y ése es el motivo por el que se está demorando el esperado
incremento en las tasas de interés.
Las proyecciones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos
indican que esta campaña habrá - por primera vez en cinco años - una baja de
los inventaros de cereales y oleaginosas a nivel mundial. Si esto se cumple, y
la campaña agrícola argentina es lo buena que se espera, habrá un impulso
positivo por precios y cantidades para Argentina.
Por su parte Brasil, nuestro principal socio comercial, consolida su
recuperación luego de haber acumulado una caída superior al 10%al cabo de los
últimos tres años.
Al contexto internacional hay que sumarle la acción conjunta de la
política fiscal que lleve adelante el gobierno, y la política monetaria y crediticia
resultante de las decisiones del Banco Central y las entidades financieras.
Hasta ahora, lo que se observó fue un modelo fiscal gradualista
financiado con endeudamiento externo, combinado con una política monetaria
que intenta compensar los ajustes de precios relativos, pagando elevados
niveles de tasa de interés. Entre ambos, provocaron un importante deterioro en
las cuentas externas.
El déficit externo no hace más que evidenciar el interés que tiene el
mundo por financiar a la Argentina para los niveles de tasa de interés
vigentes. Este ingreso de capitales permite que el nivel de gastos sea
superior a los ingresos del país. Mientras exista financiamiento, Argentina
podrá mantener este desfasaje. Pero la historia muestra que los capitales son
muy volátiles, y que cada vez que se reduce el financiamiento externo, la
actividad económica se resiente. El país debería reducir la vulnerabilidad que
genera el déficit externo, para lo cual la convergencia fiscal resulta
fundamental. El gobierno estableció metas fiscales (no muy ambiciosas) para los
próximos años, y sería una buena señal que lograse sobre-cumplirlas.
En materia monetaria y crediticia, no se puede ignorar que el proceso de
ajuste de precios relativos (por sinceramiento básicamente de tarifas de
servicios públicos) provoca una suba exagerada de precios que ningún nivel de
tasa de interés razonable puede compensar. El esquema de metas de inflación
requiere de un período de transición hasta que el público modifique su unidad
de cuenta. Las decisiones de inversión hoy se evalúan de acuerdo al
retorno esperado en dólares, no en base a la tasa real de interés.
Reconocer este estado de cosas permitiría que la economía opere en forma
saludable con menores tasas de interés en pesos. Obviamente, este reconocimiento
debe hacerse en forma cuidadosa, porque puede haber un impacto de una sola vez
en el tipo de cambio y en el nivel de precios. Es más, no es recomendable
someter a cambios bruscos de política monetaria en los primeros meses del año,
cuando ya de por sí hay una baja estacional significativa en la demanda de
dinero; porque podría acentuar la dolarización de portafolios
por encima del equilibrio.
Puede ser que nos contentemos con vivir un segundo año de crecimiento
económico consecutivo, para ponerle fin al “serrucho” de los últimos siete seis
años, pero el principal desafío en realidad es arrancar un sendero de
crecimiento sostenible en el tiempo, para poder reducir el flagelo de la
pobreza.
En la última década, la economía argentina creció 6 años y cayó 4,
promediando un crecimiento del 1,5 % anual. Como la población se expandió algo
más de un punto porcentual por año, el aumento del ingreso por habitante en
Argentina fue lamentable.
El objetivo de reducir la pobreza a un dígito, desde el punto de vista
exclusivamente económico, requiere que se duplique el nivel de ingreso por
habitante. Si mantenemos el mismo ritmo de crecimiento de la última década, el
logro de este objetivo demoraría algo más de cien años. Necesitamos crecer más,
y mejor. Es necesario aumentar la inversión y mejorar la productividad.
Para ello resulta fundamental encarar un proceso de reformas estructurales.
Aunque en forma gradual, el gobierno ha comenzado a transitar este camino.
Socio-Economista Jefe Arriazu Macroanalistas