CARLOS E. CUÉ
El País, 19 OCT 2017
Rodrigo Zarazaga es un personaje muy conocido en el
mundo del poder argentino. Este cura jesuita fundó y dirige la Escuela de
Liderazgo Político CIAS, por la que pasan los cachorros de la nueva política de
uno y otro sector. Sigue dando misa cada semana en una villa y conoce como
nadie el conurbano, ese ente complejo e hiperpoblado alrededor de Buenos Aires
donde se concentran casi todos los problemas y también la clave de cualquier
elección. Zarazaga lo ha descrito en un libro muy celebrado, Conurbano infinito
(Siglo XXI).
Pregunta. ¿Qué es el conurbano?
Respuesta. Nadie lo conoce. Es un tercio de la
población argentina concentrada en un 0,5% de su territorio. Es inabarcable.
Fue un cordón industrial, de obreros, típico bastión del peronismo, que fue la
expresión argentina del movimiento obrero organizado. Pero en el mundo del
postrabajo se fragmenta y plantea dificultades nuevas. El nivel de pobreza es
del 40%, en toda Argentina es el 30%. Son casi cinco millones de pobres
concentrados ahí. Tiene más desocupación y el 45% de los empleos son
informales. El conurbano tiene una concentración de votos que lo hace decisivo.
P. ¿Es imposible para alguien no peronista triunfar en
el conurbano?
R. El PRO acaba de demostrar que no. Era una
maquinaria peronista, pero se rompió en los 90. Me acuerdo de un puntero me
dijo que había pasado de trabajar para Chiche Duhalde a hacerlo para Cristina
[Fernández de Kirchner] porque le ofrecían más plata. "Cuando empezamos a
descubrir que todos los de arriba lo hacían por dinero ¿por qué nosotros
no?", me dijo. Comenzó a haber algo que estaba más comercializado. Muchos
punteros que te dicen que son peronistas pero que hoy no tienen problema de
trabajar para Cambiemos. El conurbano tiene 33 municipalidades, el peronismo
controla 19, el PRO 12 y 2 son de Massa. Si agrupas a las 19 peronistas ahí
ganó Cristina, a las 12 del PRO ahí ganó [Esteban] Bullrich.
P. ¿El conurbano es el símbolo del fracaso argentino?
R. Me parece que describe la metáfora del país con una
crueldad notable. Es el fracaso del mundo, no sabemos cómo generar trabajo, no es
tan distinto en el resto de América Latina. El conurbano está lleno de
españoles e italianos que creían que ahí iba a estar un futuro mejor.
P. Cuando está en el conurbano ¿siente que se ha roto
el ascensor social?
R. Se ha roto, pero ya no encuentras a gente a la que
se le truncó la ilusión. Hay una generación que es propia del conurbano, que ha
vivido siempre de planes, de subsidios y una realidad muy fragmentada. Veo
chicos jugando en el basurero, juntando cosas. Lo que para uno es insoportable
para otros es la realidad cotidiana. Ya hay una generación que creció entre
basureros.
P. Usted les cuenta a los ricos, a los empresarios,
cómo es el conurbano. ¿Hay mucho desconocimiento?
R. En Argentina se van formando dos guetos. El gueto
de la villa y el gueto del country. La gente que se cree en el gueto del
country no sabe lo que es vivir en el gueto de la villa. Y cuando uno le lleva
una descripción, casi una pintura, con algunas anécdotas, algunas historias que
le tocó a uno vivir hay mucha sorpresa. En el fondo, tal vez, paradójicamente
no sean tan distinto contarle a un lector en España que contárselo a un
empresario argentino.
P. ¿Qué anécdotas les cuentas y los descoloca?
R. Últimamente cuento una de una señora de una villa
que me decía el efecto que tiene para ella entrar siempre en la puerta de
servicio en el departamento donde trabaja. En la casa donde nací, la señora que
nos cuidaba a nosotros entraba por la puerta de servicio. Me hizo reflexionar.
Hay gente de primera y de segunda. Después te quejas porque son resentidos.
P. ¿Crees que hay dos países en este país?
R. Me parece que hay más. Al final del día nadie puede
vivir encerrado en su propio gueto. Hay que generar más puentes. A los
empresarios en general les gusta mucho tomar casos exitosos: tal nació en una
villa y ahora es ingeniero en la Nasa. Un Messi aparece pero es uno. Se toman
ejemplos exitosos para decir que salir de la pobreza es una cuestión de buena voluntad.
Pero los condicionamientos estructurales son fabulosos. Es muy difícil salir
del conurbano.
P. ¿El narcotráfico está condicionando es realidad?
R. A mí me ha pasado incluso ahora con el tema
Maldonado [el último desaparecido argentino] que la gente diga "bueno, ¿y
por mi sobrino quién pide que murió en un tiroteo?" es un tema presente en
la vida diaria.
P. En el libro habla del Estado argentino como un
golem. ¿La gente le tiene miedo al Estado, a la policía?
R. Yo recuerdo cuando los jóvenes de mi parroquia a lo
que más le tenían miedo cuando volvían de bailar de noche era que la policía no
le sacara las zapatillas o la campera de abrigo. Se entremezcla mucho. En las
mismas ferias ilegales como La Salada la policía cobra por seguridad y después
uno la ve comprando cosas para sus hijos en los mismos puestos.
P. ¿Qué papel tiene la Iglesia? Se dice que el Papa
controla el conurbano.
R. No, no creo. La Iglesia también tiene muchísimos
problemas para lidiar con esta fragmentación. Hay villas o barrios en los que
el referente es un pastor, en otro un umbanda, en otro nadie y en otro sí hay
un cura villero. Yo celebro misa todo los domingos en una villa, la 31, y la
cantidad de gente que me viene no llega al 2%. A mí me resulta de ciencia
ficción cuando se cree que la Iglesia controla el conurbano. El conurbano es
tierra arrasada. Hay lugares en donde no hay mediador. En la capital se ve que
lo malo es un puntero, un extorsionador, pero está mucho peor el barrio que ni
siquiera tiene un puntero.