(Cómo no hacer pericias desagradables al Sumo Poder)
Blog de
Cabildo, 4 de abril de 2018
El 29 de enero de este año falleció el ingeniero
Arturo Juan Bignoli, deceso del que hubo escasos comentarios a pesar de la
destacada labor profesional y docente que desarrolló.
Su curriculum es sumamente extenso, como después
veremos, pero una de sus intervenciones que casi lo lleva del éxito al
anonimato, fue como integrante de la reconocida terna de expertos en la materia
(con los ingenieros Alberto Pupo y Rodolfo Danesi), convocada por el Secretario
de entonces de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Alfredo Bisordi, que
concluyó que la supuesta explosión provocada por el atentado terrorista en la
Embajada del Estado de Israel, no era una explosión sino una implosión, es
decir que el artefacto explosivo estaba colocado en la sede misma de la citada
embajada.
El informe pericial era claro y categórico. Por el
estudio de los restos, la forma en que cayó la estructura y la dirección tomada
por los desplazamientos de los fragmentos de material, el explosivo estaba
dentro de la Embajada.
Cuando la tinta del informe estaba todavía fresca se
intentó minimizarlo y ridiculizarlo de la forma en que la prensa canalla y
mercenaria sabe muy bien hacerlo. Plumíferos que conocían de matemáticas hasta
la tabla del 3, de la noche a la mañana aparecieron como expertos en cálculo de
resistencia y estructuras de hormigón y oponiendo pericias policiales hechas
por algún subcomisario y un cabo 1º durante el insomnio de una larga guardia.
Una apretada síntesis del CV de Binoli nos dirá que
era Ingeniero Civil (UBA, 1944). Fue Profesor Titular y Jefe del Departamento
de Construcciones de la UNLP. Profesor Titular de Estabilidad en la Facultad de
Ingeniería de la UBA (1960-85). Fue Decano de la Facultad de Ciencias e
Ingeniería de la UCA (1974-84) y Rector de la Universidad Austral (1990-93).
Profesor Honorario de la UBA y UNC y Emérito de la UCA.
Integró el Directorio
del CONICET (PK). Presidente de las Academias Nacionales de Ingeniería
(2008-10) y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (2002-04). Algunas de sus
publicaciones son Análisis estructural (1968 y Primer Premio Nacional a la
Producción Literaria en Tecnología y Producción en 1973). Obtuvo los Premios
Bunge y Born a la Ingeniería del año (1978), Nacional a la Producción
Científica en Ingeniería (1988), Centenario Ingeniero Enrique Butty (1988) y
Fundación Alejandro E. Shaw (1990). Simultáneamente con su actividad académica
realizó una importante actividad profesional, entre ellas el Puente del
Complejo Zárate-Brazo Largo sobre el Paraná o el Complejo El Chocón-Cerro
Colorado, quizás las obras de ingeniera más complejas e importantes del país.
La pericia aniquilaba por completo los libretos
escritos por los Amos del Poder y observados temerosa y puntillosamente por sus
alcahuetes del gobierno en aquella época y los que los siguieron en los gobiernos
que los sucedieron.
La cosa terminó muy pronto, al Secretario de la Corte
(A la Corte le correspondía competencia originaria por tratarse de una
Embajada) Alfredo Bisordi, le aplicaron la vieja y vaticana técnica, “los
clavos se sacan para arriba”, sacándoselo de encima con un ascenso a Juez de
Cámara, después el kirchnerato lo obligó a jubilarse por que lo vieron
impotable para sus propósitos. Y la pericia fue olvidada y cuidadosamente
guardada “bajo siete llaves” como aconsejaba que debía hacerse con el sepulcro
del Cid Campeador el masón español Cánovas del Castillo.
Hoy nadie recuerda la pericia. Al pie se consigna
parcialmente un reportaje al Ingeniero Arturo Juan Bignoli aparecido en diario
“La Gaceta” de Tucumán (https://www.lagaceta.com.ar/nota/6054/informacion-general/peritaje-sigue-generando-polemica.html),
en su edición del 2 de mayo de 2002 donde, entre otras cosas, éste nos dice que
de resultas de las conclusiones presentadas por los peritos fue acusado de
“nazi y antisemita” y que la razón de la campaña injuriante y difamatoria que
sufrió, junto a todos los demás involucrados en la pericia, se debió a que la
Embajada de Israel “quería echarle la culpa a algún país islámico”.
Espero que estas pobres líneas mías, en reconocimiento
de la honestidad intelectual del fallecido ingeniero Alberto Juan Bignoli,
también sirva de provecho a los actuales peritos y a los que en el futuro
puedan ser designados como tales. Antes de emitir ningún dictamen deben
dirigirse a la Embajada del Estado de Israel y solicitarle instrucciones como
debe hacerse el mismo y quienes deben ser señalados como culpables o
directamente dejar que ellos mismos lo redacten y luego limitarse a
suscribirlo, so pena de incurrir en sus temibles iras y ser sometido, por lo
menos, a la invención gramática del hombre moderno: el adjetivo
descalificativo. Los más terroríficos e inapelables son fascista, nazi y
antisemita. El ingeniero Bignoli, gracias a Dios, uno y trino a la vez, se
salvó por lo menos del de fascista. Si hubiera recibido todos no sabemos que
hubiera sido de su vida, quizás hubiera terminado con un Nürenberg propio.
Francisco Aguirrezábal