enriquecimiento, operaciones y
camaleonismo
Por Christian Sanz
Tribuna de Periodistas- 19/05/2018
Santiago Cúneo se disputa cabeza a cabeza el galardón
de “peor periodista argentino” con Roberto Navarro. Ambos son operadores, con
miradas siempre sesgadas y más pifiadas que aciertos.
Son panfletarios, agitadores y golpistas. Todos los
tópicos a los que un hombre de prensa debe escapar. Uno despunta en C5N; el
otro en Crónica TV. No casualmente ambos son canales que operan para el
kirchnerismo.
Navarro llegó a proclamar que Daniel Scioli había
ganado las elecciones presidenciales en 2015 y Aníbal Fernández había hecho lo
propio en la provincia de Buenos Aires. Esos penosos registros aún perduran en
la web.
En el caso de Cúneo, los desaciertos se suman a las
bravuconadas que suele proferir a todos los que no le caen en gracia. Falto de
argumentos a la hora de hacer críticas fundamentadas, apela a las malas
palabras y las acusaciones infundadas.
Su caso incluso es mucho peor que el de Navarro,
porque carece de coherencia profesional. Empezó siendo radical y luego se pasó
al peronismo. En el medio, fue vocero de los carapintadas y hasta llegó a
ostentar un cargo en el bloque del añejo Modín.
Versátil como pocos, en 1998 el “periodista” imprimió
y mandó a pegar miles de carteles en los que aparecía abrazado al entonces
presidente Carlos Menem. Allí impulsaba la “re” reelección del riojano.
Luego de la derrota, decidió ir abrevando por diferentes
terruños político-partidarios hasta llegar a aparecer en afiches junto a
Francisco De Narváez.
Años más tarde, en 2015, en otro gesto de
incoherencia, Cúneo llamó a votar por Mauricio Macri y María Eugenia Vidal.
Esto es, hace apenas tres años.
Hoy en día, se la pasa despotricando contra el
macrismo y escondiendo bajo la alfombra la corrupción kirchnerista, como si los
12 años de Néstor y Cristina jamás hubieran existido.
En el medio, se dedicó a vomitar viejos estereotipos
contra comunidades de diversa índole, ya superados hace décadas gracias el
método científico.
El último de ellos tuvo que ver con la colectividad
judía, respecto de la cual volvió a reflotar la vieja leyenda del Plan Andinia
y el supuesto intento hebreo de dominar la Patagonia.
Por su intolerancia, fue cuestionado —y denunciado—
por partida doble: por un lado, por el INADI; por el otro, por la DAIA.
Frente a ello, en una muestra de ignorancia pocas
veces vista, Cúneo decidió redoblar la apuesta y mandó a sus detractores a “chuparle
un huevo”. Todo un iluminado, por cierto.
Su relevancia es nula a nivel periodístico, aunque su
figura es todo un éxito en las redes sociales. En una suerte de “puching ball”
virtual, hoy es deporte nacional insultarlo a través de Facebook y Twitter. Una
suerte de “Miguel Ángel De Renzis 2.0”.
El costado económico de Cúneo es aún más polémico que
el periodístico. A mediados de los 90 vivía en una casa alquilada, tenía un
desvencijado Renault 18 y hasta le pedía fiado al carnicero.
Meses más tarde, adquirió de la nada una ostentosa
propiedad en San Miguel, y empezó a moverse en dos vehículos de relevancia: una
4x4 y una coupé Alfa Romeo 145 Quadrifoglio.
En esos mismos días, apareció como accionista de una
empresa petrolera en sociedad con un grupo de cuestionados carapintadas. La
firma siempre fue sospechada de vender naftas adulteradas.
Hasta el día de hoy nadie sabe cómo hizo para pegar el
salto económico que pegó… Y Cúneo tampoco parece interesado en contarlo.
Tal vez la respuesta tenga que ver con una frase que
él mismo pronunció hace 20 años, en el marco de una entrevista que le hizo
diario Página/12: “Los negocios tienen que ver con la política”, sostuvo.
Como suelen decir los abogados: “A confesión de
partes, relevo de pruebas”.