“¿Corriente política? El distributismo de
Chesterton”
Por INFOVATICANA | 30 junio, 2018
Últimas noticias del hombre (y de la mujer) es el
nuevo libro del filósofo francés Fabrice Hadjadj que ha publicado en España la
editorial Homo Legens. A través de los 90 breves artículos de prensa recogidos
en este libro, Hadjadj reflexiona sobre las últimas noticias de un mundo en el
que el sentido ha sido reemplazado por el progreso y en el que el hombre se
enfrenta a la amenaza de la “eliminación de lo humano en provecho de lo trans,
de lo post o de lo inhumano”.
A continuación, puede leer la entrevista de Le Figaro
a Fabrice Hadjadj traducida por Religión en Libertad:
En su libro, Últimas noticias del hombre (y de la
mujer), usted hace una crónica del futuro de nuestra humanidad, amenazada por
el desarrollo, cada vez mayor, de la técnica. ¿Es usted tecnófobo o, peor,
“decadentista”?
La verdad, soy absolutamente tecnófilo. El desafío, en
mi opinión, es incluso salvar la técnica, porque nunca ha estado tan en
retroceso como ahora. Un personaje como Houellebecq, en Las partículas
elementales, confiesa: “Mis competencias técnicas son muy inferiores a las de
un hombre de Neardental”. Hasta hace relativamente poco, el hombre tenía unas
manos, órganos muy espirituales, receptivas más que aprehensivas, que parecían
flores animadas capaces de hacer florecer al mundo, estrellas de carne que
podían saludar, construir, ofrecer, resplandecer sobre las cosas. Pero la
organización tecnológico-comercial nos ha dejado mancos.
»El progreso tecnológico es, la mayoría de las veces,
una regresión técnica. En lugar de tocar un instrumento musical, clicamos una
playlist. En lugar de hacer cosas, las compramos, gracias al sueldo ganado al crear
tablas Excel o presentaciones en PowerPoint. La innovación no me necesita para
ser criticada, porque ya presupone la obsolescencia de sus maravillas. Para
tenernos en vilo y que olvidemos nuestras manos, no cesa de destruirse a sí
misma.
»Supongamos que me adhiero plenamente a la idea de que
el iPhone X es realmente lo último en dispositivos electrónicos con su
aplicación Face ID, que permite convertir nuestro rostro en medio de pago:
Apple me impedirá hacerlo, porque después saldrá el iPhone XI, el XII, por lo
que tendré que eliminar el iPhone X. En resumen, un martillo tiene más futuro
que cualquier smartphone. Yo tengo un martillo y una guitarra que pertenecían a
mi padre, que en cambio no me dejó en herencia su Blackberry 5790.
»Por lo tanto, la hegemonía tecnológica es lo que
favorece la decadencia humana. Nada es más decadente que las esperanzas del
transhumanismo: ¿acaso su proyecto no es desencarnarnos, remplazar el logos por
el software y la destreza por la impresora 3D?
»Por consiguiente, no se trata sólo de trazar un
límite entre la buena y la mala tecnología, sino de comprender que la
tecnología es buena sólo si se pone al servicio de la técnica. Es bueno, por
ejemplo, mirar un vídeo en YouTube para redescubrir la cocina de las abuelas, hacer
un potaje, hacerse un vestido o restaurar un mueble…
Usted recomienda la vuelta a una vida simple, el gusto
por el hogar y la reducción del consumo. ¿Qué responde a esas personas que le
acusan de querer volver a las velas o de querer vivir como un amish?
Me gustan los amish, lo confieso. Tengo la ingenuidad
de pensar que cultivar la tierra, desplazarse a caballo y leer la Biblia en
familia es mejor que hacer HFT [High Frequency Trading, operaciones financieras
ultrarrápidas de compraventa], coger los RER [Réseau Express Régional, trenes
de cercanías de París] o conectarse con Netflix.
»Sin embargo, no recomiendo ningún tipo de “vuelta
atrás”. No quiero abandonar mi posición.Si la Providencia me ha hecho nacer en
esta época, es para que permanezca en ella. Marx demostró claramente que las
“robinsonadas” son cómplices de la lógica capitalista: se pretende volver a la
naturaleza, rehacer el mundo en una isla desierta con algunos viejos
utensilios, pero ignorando que el hombre es, por naturaleza, heredero de una
historia, reforzando así el fantasma de un hombre hecho a sí mismo.
»Una vida sencilla… sí, claro, ¿quién no desearía, en
el fondo, una vida sencilla? Pero no se llega a ella sin drama, sin estructura;
sin modus vivendi. Mi tono es, además, menos prescriptivo que descriptivo.
Nunca grito: “¡Viva el menor consumo!”. Sencillamente observo que el consumo de
mercancías nos hace perder la práctica de las cosas. Si tuviera que vincularme
a alguna corriente política, lo haría al movimiento Arts and Crafts de William
Morris (1834-1896) y, sobre todo, al distributismo de Chesterton (ambos
admirados también por Houellebecq).
»Situados los dos a una distancia equitativa del
socialismo y el capitalismo, y sus correspondientes monopolios de estado o
multinacionales, ambos preconizaban, no una mejor repartición de las rentas (lo
que no refuta la supremacía monetaria o comercial), sino una justa distribución
de los medios de producción, elogio de la pequeña propiedad familiar.
»A decir verdad, es una historia antigua, que se
encuentra ya en el Génesis. Cuando Labán le propone a Jacob un salario mejor,
éste le responde: “Ahora bien, ¿cuándo voy a hacer yo también algo por mi
propia casa?” (Gén, 30, 30).
Usted es un gran defensor de la diferencia de los
sexos. En un momento en que el deseo está siendo criminalizado por un feminismo
puritano o caricaturizado por un universo mercantil, ¿que opinión tiene sobre
las relaciones hombre-mujer?
-No soy un defensor de los sexos; simplemente observo
que tengo uno, bastante caprichoso por otra parte, y que no es el otro. ¡Ojalá
estuviéramos aún en la guerra de los sexos, tipo Lisístrata! Pero no, ahora
estamos en la disputa victimaria y el contencioso contractual.
»Me explico. Debemos denunciar el acoso, la violación
y hacer justicia; pero el modo de denuncia actual tiene bases neo-liberales,
que no tienen nada que ver con los sexos. Queremos negar la oscuridad del
deseo, pretendemos que todas las relaciones se desarrollen como un contrato entre
dos agentes racionales, cuyas intenciones tienen que ser perfectamente
transparentes. Para evitar futuras acusaciones, los maridos tienen que tener la
prudencia de obtener un consentimiento firmado de sus esposas y, eventualmente,
pagarlas por su “trabajo emocional”. Pero esto no funciona así. Nunca lo hace.
»La polaridad sexual no podrá reducirse jamás a un
acuerdo entre dos partes contratantes. Emmanuel Lévinas decía que tenía siempre
una parte de adoración y otra de profanación. Por lo tanto, hay que luchar
-primero consigo mismo- contra la violencia hecha a las mujeres, pero es
necesario también admitir que el deseo que impulsa a un hombre hacia una mujer
-y recíprocamente- no tiene nada que ver con la ficción del agente racional
inventado por la teoría económica moderna.
En una de sus crónicas, usted vincula el terrorismo
con el tecnocapitalismo… En su opinión, ¿la difusión de la ideología yihadista
encuentra terreno favorable en la mundialización espectacular y comercial?
El enfrentamiento entre consumismo e islamismo es sólo
superficial: es la misma forma mentis. En ambos casos, se trata de llegar al
paraíso apretando un botón. Estado Islámico no tiene nada de retorno a unas
supuestas tinieblas medievales: es un movimiento postmoderno, formado por
individuos desarraigados, reclutados por internet, que se hacen selfies con
Kalachnikov y salen en videos de degüellos con puestas en escena que parecen
series de televisión y que subsisten gracias a los petrodólares. Su “Dios” no
se hizo carne. No es carpintero ni talmudista, lo que le habría dado, además
del sentido de lo concreto, un cierto sentido del humor. El yihadismo es, tal
vez, una reacción al vacío occidental, a su ausencia de sentido o de
transcendencia, pero es también una extensión de ese vacío, una pérdida radical
de la tierra, de la cultura, de la historia.
Usted termina su antología con un “cuento de Navidad”.
En un momento en el que el consumo prima sobre el rito, ¿qué sentido puede aún
tener esta fiesta cristiana?
Estamos llegando a la consumación de los siglos.
Nuestro sistema es muy frágil. La colapsología es una ciencia que está muy en
boga. El pavo con castañas puede engordar hasta taparnos la vista, pero el
hecho es éste: el alcaudón real de vientre rosa ha desaparecido del territorio
francés.
»Estamos sólo al principio de la desaparición de las
especies y de los enormes flujos migratorios, resultado del calentamiento
climático. El black-out que apagará todas las grandes arterias comerciales no
está lejos: ¡tendrán suerte los que aún tengan velas! En lo que atañe a los
cíborgs, que nos presentan como inmortales, no encontrarán ningún lugar donde
recargar sus prótesis o cambiar sus piezas, por lo que se quedarán averiados.
De hecho, no soy ni decadentista ni progresista. Soy, sencillamente, muy
apocalíptico.
»Somos las primeras generaciones a las que nos han
asegurado, no sólo que “las civilizaciones son mortales”, como decía Valéry,
sino que la especie humana está condenada a la extinción, a medio o largo
plazo. ¿Cuál es el sentido de esta certeza? ¿Por qué continuar, entonces, esta
aventura humana? Será necesario, cuando las pantallas se apaguen, plantearse en
serio la cuestión. Entonces nos percibiremos, tal vez, la estrella que hay
encima del establo de Belén: ese bebé judío que apareció en medio de la noche,
entre su madre, su padre, el buey y el asno, la adoración de los pastores y de
los reyes, es lo Eterno que nos dice que es bueno ser humano, tener un cuerpo,
trabajar con nuestras propias manos, hablar del cielo a través de las cosas
sencillas de la tierra; y que incluso si el mundo desapareciera mañana -la
figura de este mundo pasa, dice San Pablo-, sería necesario seguir manteniendo
nuestra posición en él, plantando árboles, criando a nuestros hijos,
transmitiéndoles la poesía de la alabanza y de la súplica.
»Este misterio de la Encarnación será el último
salvavidas contra el transhumanismo, el islamismo, el animalismo, el
espiritualismo y todas las demás formas contemporáneas de desesperanza.
(Entrevista publicada por Religión en Libertad.
Traducción de Helena Faccia Serrano.)