Referentes del Justicialismo rechazan el aborto por
ser parte de la “cultura del descarte"
Aica, 7 Jun 2018
Decimos sí a la vida, no al aborto
Los abajo firmantes, compañeros del movimiento
nacional justicialista, expresamos nuestro rechazo absoluto al proyecto de
legalización del aborto en nuestra Patria. // El debate en torno a la ley,
instalado por el gobierno nacional a instancias de los organismos
internacionales de crédito, ha sido planteado en la agenda pública como una
cuestión de derecho individual de la mujer sobre su cuerpo y también como la
solución a un pretendido problema de salud pública.
De ese modo, los impulsores de la legalización, cuyos
principales voceros son los medios de comunicación concentrados que construyen
la opinión pública de los sectores medios urbanos, buscaron delimitar los
campos de acción entre quienes promueven la obtención de derechos y quienes se
oponen ello.
En primer lugar, el aborto no es una cuestión
meramente moral o de conciencia individual de las personas. Por el contrario,
consideramos que la defensa de la persona humana y su derecho fundamental a la
vida desde su inicio hasta su término, constituye el fundamento de la
convivencia humana y de la comunidad política.
Creemos que, en esta etapa histórica, se contraponen
dos visiones del mundo: la de la cultura de la muerte y el proyecto de vida
colectivo que sustenta el justicialismo, en el que toda vida es valiosa. Se
pretende tomar como modelo a civilizaciones extrañas a nuestros modos de vida,
sociedades en vías de extinción, expulsivas de migrantes, sin descendencia,
sumidas en el consumismo y el hedonismo; modelos hostiles a nosotros mismos,
latinoamericanos fecundos, integradores y que todavía combatimos contra quienes
se arrogan ser señores del mundo.
Las normas que estos intentan imponernos a todos los
pueblos desde la cultura de la muerte son manifestaciones del predominio de la
razón instrumental fetichizada, que termina explotando al hombre hasta amenazar
su misma supervivencia.
Como peronistas, nuestra doctrina política busca
realizar el equilibrio del derecho del individuo con el de la comunidad;
nuestra doctrina económica busca hacer realidad la economía social, poniendo el
capital al servicio de la economía y está al servicio del hombre; y nuestra
doctrina social promueve la justicia social, que da a cada persona su derecho
en función social. Creemos y sostenemos que el aborto es un elemento ajeno a la
cosmovisión justicialista y que es algo que forma parte inescindible de la cultura
del descarte, donde cada ser humano es un guarismo o una cosa sin sustancia ni
finalidad trascendente. El aborto es justamente lo contrario de lo que pregona
y persigue el justicialismo.
En segundo término, en el plano de la ciencia, los
testimonios y evidencias respecto del inicio de la vida a partir de la
concepción son contundentes. En las últimas décadas el conocimiento acerca de
la formación del ADN diferenciado y el avance en el diagnóstico por imágenes,
por solo dar dos ejemplos, han despejado dudas y vacíos de conocimiento de
siglos de duración.
Sin embargo, el debate sobre la legalización se ha
concentrado últimamente en torno al argumento de orden pragmático de la salud
pública. Las condiciones en que dichas prácticas se realizan y el riesgo que
ello implica para las mujeres, especialmente para las de menores recursos
sociales y materiales, se presentan como la máxima razón para legalizar el
aborto.
Esto, además de esconder las estadísticas reales a
nivel internacional, que muestran cómo los países que no tienen legalizado el
aborto poseen cifras menores de mortandad materna, también oculta que las
principales causas de mortandad materna en la Argentina son otras y están
ligadas en forma directa a la decadencia del sistema de salud público y a las
condiciones socio económicas de las madres. Los datos de salud pública en
nuestro país indican que el 87,2% de las causas de mortalidad materna se
producen por causas evitables diferentes al aborto.
"La teoría del mal menor" parte de una falsa
antinomia. No es cierto que frente al problema de la maternidad no deseada la
opción sea entre la vida de la madre y la del niño por nacer. No es cierto que
el aborto legal sea un remedio a la falta de oportunidades y la pobreza. La
solución al problema de la injusticia económica y social debe darse
implementando políticas de prevención, contención y justicia sociales y de
distribución del ingreso y la renta. El aborto es una falsa solución que,
además, oculta bajo un manto de pretendida piedad dictados eugenésicos de la
peor calaña. La desigualdad social, la desigualdad económica y de oportunidades
no pueden ser la excusa para coartar el derecho humano básico a la vida del
niño que anida en el vientre materno. Como peronistas sostenemos por ello que,
en lugar del "mal menor", nuestra sociedad debe procurar alcanzar
"el bien común". Legalizar el aborto es solamente un subterfugio
cortoplacista, cruel e hipócrita.
Como peronistas estamos siempre del lado de los más
humildes y de los trabajadores. Por ello no podemos dejar de denunciar que la
legalización del aborto va a enmascarar, con presiones que ya existen, el
exterminio de los más pobres y débiles, en lugar de respetar sus redes de amor
y crear la casa que nos cobije a todos, al decir de la compañera Evita.
Toda mujer en la Argentina debe poder encontrar un
contexto en el que sea posible traer una vida al mundo. Toda mujer debería
sentirse amparada para afrontar la maternidad porque todos sus derechos están
garantizados: derecho efectivo a la salud gratuita y de calidad, derecho al
trabajo y a la maternidad en el ámbito del trabajo, derecho a la seguridad
social, a la vivienda, a la educación propia y de sus hijos, a una vejez digna.
Y cuando aun así la opción de criar un hijo no cuaje con los deseos y expectativas
personales de una mujer embarazada, el Estado debe suministrar los canales
adecuados para que otros ciudadanos que sí lo deseen puedan hacerse cargo de
esa vida humana que ella porta transitoriamente en su cuerpo desde la
concepción hasta el parto.
En tercer lugar, creemos que la cuestión del aborto no
puede escindirse de disputas de envergadura geopolítica en torno al control
poblacional y el diseño del orden mundial capitalista. Lejos de tratarse de una
solución genuina a problemas locales o regionales, el aborto esconde la
intención de aquellos a los que nuestro propio conductor, el General Perón, se
refería como "oscuros intereses internacionales" de ejercer control
poblacional, tal como lo propone el Informe Kissinger, sobre los países de la
periferia cuyos recursos naturales son abundantes pero cuyos medios de defensa
son escasos. Y esto no es una discusión de 1970, como algunos quieren hacernos
creer: las fundaciones "filantrópicas" de Rockefeller, Ford (desde
hace casi cien años), y ahora Soros y Gates, dogmáticas de las teorías
maltusianas, son activas propulsoras, con un pensamiento estratégico y acciones
concretas, de la reducción de la natalidad en el mundo.
Como peronistas reafirmamos la condición humanista y
cristiana de nuestra doctrina. Somos nacionales, queremos una Argentina grande
y poblada, no políticas que remachen su condición colonial. Somos humanistas,
defendemos la vida inocente de las garras imperialistas. Somos cristianos,
sabemos que el aborto pone fin a la vida de un ser único e irrepetible.
Llamamos especialmente a diputados y senadores que reivindican su condición de
peronistas a rechazar este proyecto de ley y adoptar la única posición justa.
// Continuamos comprometidos en la lucha contra el imperialismo, y todas sus
políticas económicas, culturales y demográficas. Luchamos por la Justicia en la
larga marcha que alumbrará la hora de los pueblos, con la expresión plenaria de
su dignidad, cultura y modo de ser.
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El documento lleva las firmas de Carlos Saúl Menem
-bajo cuya presidencia se instituyó el Día del Niño por Nacer-; del ex
gobernador del Chaco y hoy intendente de Resistencia, Jorge Capitanich; del
líder sindical Hugo Moyano, el diputado nacional (Frente Renovador) y jefe del
gremio de Sanidad, Héctor Daer; del titular de la Unión Obrera Metalúrgica,
Antonio Caló; el secretario general de Judiciales, Julio Piumato; el
constitucionalista Alberto García Lema, del ex embajador ante el Vaticano Eduardo
Valdés, del ex ministro del Interior Gustavo Béliz y el embajador Jorge Yoma.
También fue rubricado por el economista Alieto
Guadagni, María Teresa González Fernández, ex secretaria de Cultura de la
Nación; Jorge Rulli, uno de los fundadores de la JP histórica y creador del
Grupo de Reflexión Rural, el ex senador Eduardo Menem; Verónica Llambí, hija
del último ministro del Interior de Perón, Benito Llambí; Juan Pablo Brey,
secretario general de Aeronavegantes; del abogado Gabriel Labaké; del también
abogado Francisco Paz, amigo y exalumno de Jorge Bergoglio.
Otros de los firmantes son el artista Enrique Breccia;
Matilde Menéndez, médica, ex titular del PAMI; Pancho Gaitán, referente de la
Resistencia peronista y de la CGT de los Argentinos; los filósofos Silvio
Maresca y Alberto Buela; el historiador Claudio Chaves; la empresaria Patricia
Cao Saravia; Daniel Adrogué, ex Guardia de Hierro; Raúl Granillo Ocampo,
ministro de Justicia de 1997 a 1999; el ex ministro de Salud y ex Sedronar
Julio César Aráoz; Horacio Valdez, del sindicato del Vidrio; el diputado
provincial Mariano Pinedo (Unidad Ciudadana) y de Ricardo Romano, ex
vicepresidente de la IDC (Internacional Demócrata de Centro) a quien el papa
Francisco le dio una carta para el presidente de China.
Firman también María Fernanda Meritello, María Eva
Egea, Víctor Lapegna, Raúl Reyes, María José Viola, Heriberto Deibe, Sergio
Patrón Costas, Pablo Anzaldi, Fanny Molero, Catalina Fernández Rivero, Flor
Álvarez Travieso, Ignacio Gariboldi, Agustín O'Reilly, Pascual Albanese,
Facundo Álvarez, María Laura Garibotto, José Richards, Félix Herrero, Guillermo
Piuma, Maximiliano Mazzon, Marcelo Gullo, Federico Adissi, Andrés Berazategui,
Griselda Cecilia Olivera Roulet, Mariano Gendra Gigena, Andrés González Balcarce
y José María Serbín, entre otros.