en la Argentina.
Ante la no
promulgación del aborto
Javier Olivera Ravasi
Que no te la
cuenten, 10.08.18
“Todo coopera para el bien de los que aman a Dios,
incluso el pecado”, decía san Agustín.
Los argentinos hemos padecido, en estos últimos meses,
una historia que parecía de nunca acabar pero de la cual, a mi juicio, hemos
salido ganando.
Discursos, panfletos, diputados, diputadas y
descerebrades de todo tipo opinando de “si el pasto es verde” o si “la muerte
es una construcción cultural…”.
Y, luego de pasado el vendaval de este circo que la
democracia verde-moco y las pobres chicas femibolches (amancebadas con sus
patrones liberales), nos otorgaron, algo había que decir. Y acá vamos:
1) Lo mejor de la Argentina, se ha despertado por algo
más que un mundial de fútbol con once bípedos ilustres corriendo detrás de una
pelota.
Y esto no pasaba desde la Guerra de Malvinas.
Porque la Argentina, la Argentina profunda aún existe;
y persiste en esos bolsones de aire puro que siguen siendo las familias, de las
clases sociales que sean.
2) Hay que decir también, para no olvidarlo, que el
aborto ha sido apoyado, promocionado y financiado con el dinero del capitalismo
liberal y las armas del marxismo cultural, que son el anverso y el reverso de
una misma moneda llamada Revolución. Lo mismo decía por estos meses un
“chico-bien” de clase alta que un travesti trasnochado después de una noche de
farra.
3) Que como quedó sentado y es evidente, el demonio
existe y “anda dando vueltas buscando a quién devorar” y que utiliza, para sus
fines, tanto a la masonería como a las sectas anticristianas con todo el
aparato de los medios de comunicación. Por eso, una inmensa parte de la mersa
de la farándula, que posee una conciencia de alquiler, ha apoyado siempre no
sólo el aborto, sino la “porno-cracia” que debe tener su solución
–naturalmente– cuando el preservativo no resulta de porcelana.
4) Que los eufemismos lingüísticos están a la orden
del día y que debemos aprender que “las palabras son balas”, como decía Lenin.
Y que “interrupción voluntaria del embarazo” es un “aborto”; “gay”, un
“sodomita” y un “no vidente” es pobre “ciego” al que hay que ayudar a cruzar la
calle. Porque al pan se le llama pan y el vino, vino.
5) Que aunque la hipocresía de nuestros políticos no
tenga límites y la mayoría amorfa no defina lo que está bien y lo que está mal,
guste o no, las masas cuentan; y cuentan mucho al menos para los numerólatras.
Y si bien es verdad que una golondrina no hace verano, también lo es que varios
aguiluchos sueltos pueden llegar a meter miedo.
6) Que el error no tiene derechos y que una buena
dosis de intolerancia siempre es saludable; porque hay que “amar al pecador
pero odiar el pecado”, de allí que nos definamos de una vez (y en esto nos han
dado cátedra muchos compatriotas protestantes en nuestros días); porque sucede
algo análogo a lo que pasaba en la historia de Israel y el profeta Elías quien,
cansado del doblez de sus hermanos, decía: “¿Hasta cuándo van a andar
rengueando de las dos piernas? Si el Señor es Dios, síganlo; si es Baal,
síganlo a él” (1 Reyes 18,21).
Porque no se puede estar con Dios y con el diablo.
7) Pero también hay que decir aunque nos cueste, que
muchos católicos, aún sin saberlo, hemos permitido que todo llegase hasta aquí;
y lo hemos permitido desde el momento en que nos plegamos al mundo, a sus
seducciones y a sus contradicciones. Porque muchos, como decía San Pío X,
rechazan la verdad más por motivos morales que por motivos doctrinales o, más
fácil, “el que no vive como piensa, terminará pensando como vive”.
Y lo hemos permitido fomentando las modas del mundo,
descuidando el pudor y dejando de lado la hermosa virtud de la pureza, que no
es renegar de la sexualidad, sino ordenarla por medio de la virtud. Porque si
no volvemos a predicar acerca de la obligación de la virginidad (para el varón
y la mujer) hasta el matrimonio; si no volvemos a cuidar lo que nuestros hijos
miran, oyen o hacen, todo será “pan para hoy y aborto para mañana…”.
De nada sirve estar, durante el día, militando con un
pañuelo celeste al cuello y, por la noche, fornicando con un preservativo, con
un DIU o con pastillas “para todos y todas”.
De nada sirve “el salvemos las dos vidas” si
descuidamos el alma.
De nada sirve ser católico pero vivir un catolicismo a
la carta.
“Ser o no ser, esa es la cuestión”, decía Hamlet.
Pero parece que la Argentina ha comenzado a despertar.
O, al menos, eso esperamos.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
9 de Agosto de 2018