el Vaticano desafía a Polonia
Por INFOVATICANA | 30 octubre, 2018
En vista de la próxima Cumbre sobre el Cambio
Climático que tendrá lugar en Katowice (Polonia), la Pontificia Academia de las
Ciencias organiza en el Vaticano una conferencia internacional sobre el mismo
tema, e invita a los científicos más catastrofistas. Es un modo para presionar
al gobierno de Varsovia, más cercano a la posición “escéptica” de Trump. Parece
que el problema del clima sea, para la Santa Sede, la cuestión más acuciante.
Se acerca la nueva Cumbre sobre el Cambio Climático, y
en el Vaticano los motores están al máximo de la potencia. De nuevo, el
canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias, monseñor Marcelo Sanchez
Sorondo, reunirá en el Vaticano a la flor y nata de los científicos
catastrofistas mundiales; poco importa si estos están convencidos de que para
salvar el planeta es necesario reducir drásticamente la natalidad o detener el
desarrollo y, tal vez, suspender los procesos democráticos para conseguir más
rápidamente dichos objetivos.
Desde que, hace tres años y medio, fue publicada la
encíclica del Papa Francisco Laudato Si’, la cuestión del cambio climático se
ha convertido, en el Vaticano, en una prioridad absoluta. Prueba de ello es
que, en vista de la Cumbre sobre el Cambio Climático (Cop24) programada en
Katowice (Polonia) del 3 al 14 de diciembre, la Santa Sede ha instado a los
presidentes de las Conferencias episcopales de los cinco continentes a redactar
un documento unitario, para pedir la colaboración de todos los países con el
fin de controlar el aumento de la temperatura terrestre, para que no supere los
1.5°C a final de siglo. Un gesto inusual que pone de manifiesto la importancia
que se da a la cuestión, a pesar de que se trata de una teoría científica que
aún hay que demostrar; es más, es decididamente cuestionable, tal como se pude
verificar en nuestro blog Svipop.
Y sin embargo, en el Vaticano están totalmente
decididos a despreciar a todo el que se atreva a manifestar su perplejidad al
respecto. En los días pasados, un tuit lleno de rencor lanzado por la
Pontificia Academia de las Ciencias, atribuido a mons. Sanchez Sorondo, decía
lo siguiente: «El negacionismo climático no ha tenido nunca mucho que ver con
la lógica o la evidencia científica: tienen, indudablemente, mala fe. No creen
en lo que dicen: buscan excusas para permitir que gente como los hermanos Koch
sigan enriqueciéndose».
Para la crónica, los hermanos Koch son dos americanos
multimillonarios, propietarios de numerosas industrias que van desde la energía
a la química, pasando por los productos agrícolas. Obsérvese la sutileza con la
que los representantes de la Santa Sede utilizan la palabra “negacionismo”,
vinculando así a los expertos que cuestionan una teoría científica con los
filo-nazis que niegan tanto la existencia de los campos de concentración como
el Holocausto. Pensar que el Papa, en su última Exhortación apostólica Gaudete
et exultate, el pasado mes de abril, condenaba la violencia verbal en la red:
«También los cristianos pueden formar parte de redes de violencia verbal a
través de internet y de los diversos foros o espacios de intercambio digital.
Aun en medios católicos se pueden perder los límites, se suelen naturalizar la
difamación y la calumnia, y parece quedar fuera toda ética y respeto por la
fama ajena» (n. 115). Tal vez debería hablar de ello con sus colaboradores.
Pero volvamos al creativo monseñor Sanchez Sorondo y a
la Conferencia Internacional que se está organizando en el Vaticano. La cita es
para el 15 de noviembre, como es habitual en la Casina Pío IV. Entrada
reservada exclusivamente para los invitados. Título: “Cambio climático, salud del
planeta y futuro de la humanidad“. Respecto al pasado hay una novedad
importante: Sanchez Sorondo ha querido implicar al Consiglio Nazionale delle
Ricerche (CNR, Consejo Nacional de Investigación) en la organización, para dar
mayor relevancia científica a la iniciativa.
Considerada la intensa obra de presión que la Santa
Sede ejerce para hacer respetar los acuerdos sobre el clima, la implicación del
CNR parece un ardid político con respecto a Polonia, el país que acoge la
Cop24. El motivo es simple: el gobierno de Varsovia, como también otros
gobiernos de Europa del este, ve mucha política y poca ciencia detrás de la
teoría del calentamiento global antropogénico (es decir, causado por el
hombre), y está más en sintonía con la posición escéptica de la administración
Trump que con el extremismo ecologista de Bruselas. Al ser el país anfitrión,
la posición de Polonia podría condicionar el resultado de la Cop24, por lo que
a la Conferencia del Vaticano del 15 de noviembre han sido invitados también
los representantes de la Academia de las Ciencias de Polonia y el gobierno de
Varsovia, con la clara esperanza de que ante tantos científicos, también los
polacos puedan experimentar esa «conversión ecológica» deseada por la Laudato
Si’.
A pesar de que las distintas sesiones se centrarán en
la ciencia del clima, en las consecuencias para los hombres y para la
naturaleza del cambio climatico y en las indicaciones políticas en preparación
de la Cop24, no se puede eludir el “pensamiento” de los relatores principales,
que representan lo mejor del catastrofismo y del odio hacia al ser humano.
Quién hará los honores será, como es ya costumbre, el
omnipresente Jeffrey Sachs, economista de marca ONU, teórico del desarrollo
sostenible y, sobre todo, verdadero fundamentalista del control de la natalidad
en los países pobres. Citamos aquí uno de los muchos pasajes que muestran su
pensamiento, publicado en el Sunday Times del 15 de abril de 2007:
«Un tema
global es que el mundo está sumamente poblado. Ejercemos una presión sin precedentes
en el ambiente de la Tierra, 6.5 mil millones de personas que emiten cada año
siete mil millones de toneladas de carbono en la atmósfera…».
Si es el carbono
lo que provoca el calentamiento global -como defiende la teoría de moda-, la
receta está clara: hay que sacrificar a personas. Pues bien, gracias a monseñor
Sanchez Sorondo, Jeffrey Sachs se ha convertido en la eminencia gris de la
Santa Sede en temas económicos y ambientales.
Entre los relatores no podía faltar el físico alemán
John Schellnhuber, fundador y director del Postdam Institute for Climate Impact
Research, miembro entre otros del Club de Roma. Schellnhuber es recordado
también por haber presentado oficialmente a los periodistas la encíclica Laudato
Si’ (fue su principal colaborador para la parte científica), con un informe que
definir catastrofista es decir poco.
En esa ocasión fue nombrado miembro de la
Pontificia Academia de las Ciencias. Para poder detener el calentamiento
global, Schellnhuber, más que centrarse en el control de la natalidad, prefiere
insistir en frenar el desarrollo de los países ricos. Este es su programa para
salvar el mundo, como explicó al periódico alemán Deutsche Welle el 15 de marzo
de 2017:
«Antes del 2030, tenemos que eliminar totalmente los motores de
combustión. Y tenemos que eliminar totalmente el uso del carbón para producir
energía. Antes del 2040, tenemos que sustituir, en las construcciones, el
hormigón y el acero por madera, arcilla y piedra».
Efectivamente, la vuelta a
la edad de piedra parece ser, siempre, el sueño del ecologismo actual: quién
sabe si en el Vaticano estarán dispuestos a seguir a estos “maestros” cuando
hayan comprendidos las consecuencias.
Si seguimos adelante con el programa, vemos que una de
las relaciones está a cargo del secretario del IPCC (Intergovernmental Panel on
Climate Change, organismo de la ONU que se ocupa de cambio climático), el
economista coreano Hoesung Lee, defensor a ultranza de la carbon tax. Por otra
parte, un sistema de tasas globales es uno de los pilares de la gobernanza
global, concepto madurado en la sede de la ONU en los años 90 y que tiene, en
las temáticas ambientales, la clave para llevarlo a cabo. Entre los relatores
está también el nombre del físico británico Peter Wadhams, autor del libro
Addio ai ghiacci [Adiós al hielo], según el cual si no cambiamos las cosas ya,
la Tierra tiene menos de veinte años de vida. Y, en cualquier caso, los
glaciares del Polo Norte, según él, están destinados a desaparecer antes del
2050. Ligeramente más optimista es otro relator, el astrofísico Martin Rees,
que en cambio calcula en un 50% la posibilidad de que el mundo se autodestruya
antes de finales de este siglo.
En resumen, si el objetivo es asustar a los polacos
para obligarlos a seguir a la Unión Europea en lo que atañe a políticas sobre
el clima, y presionar a los otros países para que tomen decisiones definitivas
en Katowice, el Vaticano está en buenas manos. La única duda es esta:
Jesucristo, ¿para esto quiso la Iglesia?