Abel Posse
Reproducimos parcialmente la opinión del prestigioso escritor y miembro de la Academia Argentina de Letras, publicada en La Nación del 28 de mayo de 2019.
.....................................................
Entre el 22, el
24 y el 25 de mayo, en una semana, con la ambigüedad que ya tenían los
porteños, se hizo amablemente una verdadera revolución, que luego se
consolidaría en Tucumán en 1816. Fue una revolución de terciopelo: se aseguraba
la más constante fidelidad y adhesión a nuestro amado rey, señor don Fernando
VII, pero se deponía al virrey Cisneros y se nombraría una Junta, la Primera,
que asumía la soberanía nacional.
Con habilidad
política, pero también con sinceridad, la revolución del 25 y la proclama del
26 demostraban que la revolución no era contra España ni contra los españoles
(hasta se suspendió una resolución de confinamiento de los españoles
opositores). Parecía más bien que le cuidábamos las espaldas al rey Fernando,
depuesto por Napoleón. Esto, más que una hábil táctica diplomática, provenía de
nuestra indecisión: ¿qué haríamos con los desiertos? ¿Podríamos resistir el
embate imperial? ¿Puede una república sustituir la organización de un imperio?
El 25 la cosa se definió con presencia de criollos de los regimientos y población
de las chacras. Todo ocurrió en la cuadra entre el Colegio Nacional, San
Ignacio y el café de Marco, en la esquina.
Pero la
Argentina fue y las armas de San Martín y Bolívar con cabalgatas heroicas o
alejandrinas se coronaron en Ayacucho, bajo el mando de un mariscal de 30 años,
Sucre.
Para el festejo
del aniversario en 1910, mostramos una nación moderna, articulada, que pronto
estaría en el pelotón de vanguardia. Habíamos dominado los desiertos y casi por
decreto nos creamos una nación, una mitología y hasta la etnia
mediterránea-europea que sancionamos y programamos en la Constitución.
"Las
naciones sin orgullo ni viven ni mueren. Su existencia es insular e inútil.
Solo la pasión podría arrancarlas de su monótono destino" (Emile Cioran).
Ojalá caigamos otra vez en la pasión de existir, de ser nosotros. Aquel coraje
de mayo y de julio nos había llevado a ser uno de los diez países mayores. Hoy
estamos en la otra punta de la lista. Necesitamos más que ser. Necesitamos la
pasión de renacer. El coraje perdido, el olvido de Patria.