y su “cultura del
desencuentro”
Por Edgardo Fretes - Docente
y periodista
Los Andes, 30-8-19
Adherir a un discurso, a una
forma de vida, a una filosofía o a una religión, implica en quien toma una
postura o se para desde algún lugar una coherencia en esa dirección o búsqueda.
Al menos es lo que valoramos los mortales de nuestros semejantes. Podemos no
coincidir con muchas personas, pero descubrimos que son fieles a lo que
predican. Aun cuando no lo logran acabadamente, pero se les nota la intención de
conseguir el objetivo, valoramos ese esfuerzo. Claro, por el contrario,
tendemos a respetar menos a aquellos que postulan sus ideales y en sus
elecciones de vida no replican eso a lo que adhieren.
Juan Grabois, conocido
militante social que saltó a la fama luego de un fuerte entredicho radial con
el periodista Jorge Lanata, es además fundador de algunos movimientos sociales.
También se ha manifestado en favor de la cuestionada Cristina Fernández y hasta
la ha acompañado en sus ya, asiduas jornadas en los tribunales federales. Hasta
aquí poco que reprochar, más allá de que su partidismo lo sitúa en una posición
que trasciende sus ideologías, doctrinas o pensamientos.
Lo que hace ruido
Juan Grabois estuvo
designado como consultor en el Pontificio Consejo Justicia y Paz del Vaticano
hasta el 1 de enero de 2017, decisión que para nada es ajena a Francisco. En
vatican.va podemos leer bajo el título de “Finalidad y Mandato”: “El consejo
tiene como finalidad promover la justicia y la paz en el mundo según el Evangelio
y la doctrina social de la Iglesia”. Definición clara para aquellos que conocen
los conceptos descritos aquí. Pero su relación con el papa Francisco es mucho
más estrecha. En marzo pasado Juan Grabois participó como docente en el Post
Diplomado “Doctrina Social de la Iglesia y Compromiso Político en América
Latina”, organizado por la Academia de Líderes Católicos Latinoamericana,
dependiente de la Pontificia Comisión para América Latina.
En el citado encuentro donde
Juan Grabois “dio cátedra”, Francisco les dirigió un mensaje a los asistentes
que entre otras decía: “… podremos
mirar la realidad de una manera nueva, podremos vivir con renovada pasión los
desafíos en la construcción del bien común. No olvidemos que entrar en
política, significa apostar por la amistad social”.
También citaba el romano
pontífice a un importante santo latinoamericano, san Oscar Romero con estas
palabras: “La Iglesia no se puede identificar con ninguna organización, ni
siquiera con aquellas que se califiquen y se sientan cristianas. La Iglesia no
es la organización, ni la organización es la Iglesia”.
Quienes queremos vivir como
Dios manda, reconociéndonos pecadores en la búsqueda constante de la Gracia que
nos une al Supremo Creador, según lo que Jesucristo nos ha manifestado en el
Evangelio, advertimos que muchas manifestaciones públicas de este dirigente
social “católico” no son coherentes con las tareas encomendadas por el
Vaticano. Solo basta con leer el odio que encarnan sus públicas afirmaciones
twiteras para encontrar un choque contradictorio con la “justicia y la paz”, la
“cultura del encuentro” y el criterio del mismo Francisco sobre la “amistad
social”.
Veamos una de ellas. Sábado
24 de Agosto de 2019: “Me emocioné con la marcha pro. Me emociona que los argentinos
que admiran a ese selecto club de garcas, hipócritas y fanfarrones con mucha
plata, poder y medios, pero con poco cerebro y sin corazón sean tan poquitos y
oxidados ¡No aflojemos que en diciembre se van!”.
Solo con este mensaje entre
cientos cargados de violencia, ironía e intolerancia podemos advertir de qué
está hecho Juan. Lo más triste es lo que genera con su comunicación. Miles de
personas detrás de la tecnología encubridora respondiendo de las formas más
hostiles y reprochables. Por otra parte, también desentona su lugar de
catedrático católico con el apoyo a personas que al menos no evitaron el saqueo
de millones que no se convirtieron en escuelas, hospitales, calles, casas,
huertas, fábricas. Y esto deja claro que su búsqueda genuina no está
relacionada con la amistad social, la justicia, la paz, la doctrina social de
la Iglesia y el Evangelio. Tampoco respeta a los que piensan distinto y lo
manifiestan con libertad.
Francisco por otro lado vive
lo que predica. Es austero al estilo de Jesús y sus discípulos, predica y vive
la Cultura del Encuentro, manifiesta al sujeto humano como “prójimo que
significa próximo”. También reúne a líderes religiosos representativos que
encarnan posiciones antagónicas y evita miles de muertos y millones de almas
desgarradas por el dolor. Busca mediar en silencio en conflictos difíciles como
el de Venezuela, priorizando a las personas y en búsqueda de la paz, aún a
riesgo de ser incomprendido.
Cuesta entender entonces
esta relación. La Iglesia cuenta con miles de hombres y mujeres que a diario
encarnan la cultura del encuentro, la justicia y la paz, que viven los valores
del Evangelio y que se manifiestan, votan y disciernen en torno a la Doctrina
Social de la Iglesia. Y muchos que además cuelgan en sus paredes los pergaminos
necesarios para “dar cátedra” sobre doctrina social de la Iglesia.
Entonces ante tanta
contradicción que genera este personaje, cuesta entender el lugar que se le da
porque no es un actor del encuentro y de la paz, dentro de la misma Iglesia y
entre los hermanos argentinos separados por la grieta ideológica y de valores,
que dificulta el encuentro con “el prójimo”.