de Alberto Fernández
Fernando Laborda
La Nación, 5 de noviembre de
2019
Antes de que asumiera como
presidente de la Nación, allá por 1989, Carlos Menem era objeto de comentarios
críticos por sus interminables contradicciones. Sus marchas y contramarchas a
lo largo de la campaña presidencial que concluyó con su triunfo electoral
fueron aclaradas mucho después por el hoy veterano senador nacional por La
Rioja: "Si hubiera dicho todo lo que iba a hacer, no me votaba nadie".
El actual presidente electo,
Alberto Fernández, es también -salvando las distancias- blanco de
cuestionamientos por sus aparentes ambigüedades. ¿Cuál es el verdadero Alberto
Fernández?
¿El que afirmó, en coincidencia con Sergio Massa: "Los
peronistas volvemos mejores"? ¿O el que, horas después del festejo del Día
de la Lealtad Peronista, dijo: " Cristina Kirchner y yo somos lo
mismo"?
¿Aquel que hace cuatro años esgrimía que, para Cristina, la
política era "el arte de presentar en palabras la realidad que a ella le conviene"
y que afirmaba que " Cristina sabe que ha mentido y que el memorándum
firmado con Irán solo buscó encubrir a los acusados"?
¿O el que ahora la
defiende a capa y espada, y apenas habla de algún que otro "desliz
ético" sin mayor importancia?
¿Cuál es la versión más fiel
del próximo presidente de los argentinos? ¿El que, en una muestra de setentismo
tardío, cuestionó al conejo Bugs Bunny como ícono de una suerte de imperialismo
cultural? ¿O el que horas después dialogó telefónicamente con Donald Trump
provocando regocijo en algunos de sus adláteres?
Es posible que su mención
crítica a Warner y a ciertos dibujos animados de la década de 1960, detrás de
los cuales observa un intento por inocular un mensaje individualista y ajeno a
la ética de la solidaridad, sea un guiño a un sector alineado políticamente con
el kirchnerismo y con la izquierda, que aún se entusiasma con consignas
derivadas de la vieja teoría de la dependencia y de la lucha contra la
oligarquía y el imperialismo.
Pero tal vez Fernández debería
preguntarse qué podría imaginar un potencial inversor sobre la concepción del
futuro presidente sobre el capitalismo, cuando detrás de un simple dibujo
animado cree ver una conspiración universal.
Conociendo el elevado
impacto que tiene a partir de ahora cada una de sus frases, debería hacer uso
de una especial prudencia para no parecerse a quien, como su compañera de
fórmula, sugirió alguna vez que los vejámenes del Ejército Islámico a sus
víctimas podían ser un montaje hollywoodense, además de enfurecerse con el
recordado caricaturista de Clarín Hermenegildo Sábat por sus tan geniales como
filosos dibujos.
El periodista Franco
Lindner, autor del reciente libro "Fernández & Fernández. Historia
secreta de una relación peligrosa", resume las distintas caras del futuro
jefe del Estado: "En realidad, parece capaz de todo. Fue al mismo tiempo
de derecha e izquierda, del nacionalismo y del PJ, conservador y progre,
alfonsinista y menemista, kirchnerista, anti K y ahora nuevamente K".
Frente a los desafíos que lo
esperan en materia económica cuando arribe a la Casa Rosada, Fernández dio
recientemente una pista no menor: anunció que será más ortodoxo o más
heterodoxo según lo impongan las circunstancias. En otras palabras, sugirió que
será un pragmático. Posiblemente, a semejanza de Néstor Kirchner, quien más de
una vez aconsejó a mandatarios y a inversores extranjeros que no escucharan lo
que decía, sino que miraran lo que hacía.