que se dicta en Sociales de
la UBA
Por Claudia Peiró
Infobae, 16 de febrero de
2020
“La emergencia y
multiplicación de proyectos y experiencias gubernamentales progresistas y/o de
centroizquierda contemporáneos resignifica y recupera identidades ‘propias’ y
sentidos que aparecen disputados por el retorno de derechas neoconservadoras”,
dice la presentación de esta “Diplomatura sobre Movimientos Sociales, Derechos
Humanos y Resistencias frente al Neoliberalismo”, que se dicta en la Facultad
de Ciencias Sociales de la UBA.
Con lenguaje de vísperas, se
propone “pensar la democracia” desde “la participación” de “las organizaciones
populares, campesinas, estudiantiles, sindicales, originarias, feministas,
ambientales” que “resisten la dominación”.
La universidad pública no
parece ser el ámbito apropiado para esta “escuela de cuadros” que estaría mejor
situada en un local partidario. Porque aunque no forma parte del recorrido
académico formal de ninguna carrera, esta Diplomatura se dicta bajo el paraguas
de la Facultad de Ciencias Sociales -implicando a la UBA- lo que le da un
estatus científico inmerecido a lo que no es más que una bajada de línea.
Aunque se hace referencia al
“enriquecimiento de matrices ideológicas” y a “la diversidad de las acciones
colectivas”, el sesgo es claramente sectario.
“Las pujas [N. de la R:
entre progresismo y neoliberalismo, se entiende] se traducen en la búsqueda por
edificar e institucionalizar espacios ‘comunes’ o distintos ‘regionalismos’ y
por el debate centrado en la ampliación o restricción de derechos
fundamentales”, sigue diciendo la presentación de esta Diplomatura, dirigida
por el premio nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, y con la coordinación
académica de Sonia Winer.
Entre las asignaturas que
formarán a los futuros agentes del progresismo se encuentran “Los derechos de
los pueblos [y los] desafíos vinculados a la construcción de paz”; “Movimientos
sociales”; “Campesinado, pueblos originarios e interculturalidad”; “La agenda
de la (in)seguridad en los think tanks y agencias regionales”; “Economía social
y cooperativismo”; “Violencia institucional y vulneración de derechos en
contextos de encierro”; “Feminismos y perspectiva de género”, etc.
“La diplomatura pretende
abordar una perspectiva superadora -se lee en el ítem “Propuesta Pedagógica”-,
desde una ciencia social crítica que pondere la generación de un saber
académico capaz de confrontarse de modo dialéctico a una realidad social en
conflicto, a fin de producir prácticas pensadas y superadoras del actual estado
de cosas”.
Traducción: es la
institucionalización con tinte académico de una ideología que expresa valores
minoritarios. Resulta chocante la naturalidad con la cual ciertas corrientes
-apalancadas por hegemonías políticas transitorias- colonizan instituciones
que, por su carácter público, deberían reflejar pluralidad, y las ponen al
servicio del adoctrinamiento.
Esto a la vez refleja la
concepción de que la función de las instituciones educativas es, antes que
enseñar, “concientizar”. La universidad deja de ser el lugar para acceder al
acervo de saberes acumulado por la humanidad, para ser inoculado con algo que
llaman “espíritu crítico” pero que no lo es. Porque el espíritu crítico es una
derivación de la formación. De una formación enriquecida por diferentes
visiones.
Sin conocimiento, el
espíritu crítico es charlatanería. Y fanatismo. Lleva a cerrarse o negar todo
lo que no entra en los esquemas adquiridos.
Una digresión y una anécdota
ilustrativa: materia de Historia (Facultad de Filosofía y Letras de la UBA)
“Economía para historiadores”. Los docentes eran de otra facultad (y, como
veremos, de otro mundo): Ciencias Económicas. Empiezan por los clásicos: Adam
Smith y David Ricardo. No hubo problema para los combativos estudiantes de
Filo; después de todo Marx se basó en ellos en muchos aspectos. Luego venía el
propio Marx con su teoría del valor, la plusvalía, etcétera. Estábamos en
terreno propio. Pero cuando el profesor quiso exponer la teoría neoclásica
(Marshall, Walras, Pareto, etc.), que basa sus análisis en las “preferencias”
del individuo y en modelos matemáticos-, los estudiantes se lanzaron a la toma
de la Bastilla. No para rebatir esas teorías, sino para impedir que fuesen
expuestas. Cansaron tanto al profesor que éste se fue, no sin antes decirles:
“Ustedes viven en una burbuja dentro de esta facultad, lo que iba a explicar
hoy es cómo funciona la economía real que ustedes quieren combatir. Al menos
conozcan a su enemigo”. [Nota: esto pasaba a fines de los 90. Imaginen ahora]
Eso es el fanatismo,
resultado del espíritu crítico sin formación, que lleva al más acendrado
sectarismo.
Quienes creen que así se
forman conciencias políticas deberían preguntarse por el recorrido de los
líderes que verdaderamente han encarnado el espíritu de sus naciones y que
fueron formados por el sistema al que luego combatieron, derribaron o
reformaron. Desde San Martín, educado en el ejército español, hasta Mandela, que
egresó de la universidad supremacista blanca. El político sudafricano que
derrotó al apartheid no se educó en una escuela donde le enseñaron rebelión,
lucha armada, boicot y vida clandestina, sino en una donde le enseñaron leyes.
Armado con su título de abogado, salió a la vida y a la realidad: no le tomó
mucho tiempo descubrir las injusticias que antes no veía. Pero sin su formación
académica, no hubiese tenido las herramientas para ello.
La diplomatura reconoce que
las “transformaciones” que atraviesa América Latina se dan en el marco de
“determinadas tendencias de la economía y el sistema-mundo capitalista, signado
por la presencia creciente de capitales trasnacionales y de corporaciones”.
¿Y
qué propone como vía de “resistencia” a los embates de esa realidad que es la
globalización? La división al infinito de la sociedad en “colectivos” que, en
vez de integrarla, la debilitan. Incontables “colectivos” que terminan siendo
otros tantos guetos. Argentinos “originarios” versus argentinos que no lo son.
Feminismos versus patriarcados (o mujeres contra varones). “Afroargentinos” y
argentinos no afros. Del mestizaje cultural a la denuncia de la “apropiación
cultural”.
La Argentina es una sociedad
mestiza, fruto de la exitosa integración de múltiples capas superpuestas de
población. Una integración que hoy se intenta “deconstruir”, exacerbando
reivindicaciones supuestamente identitarias que llevan a fragmentaciones cuya
consecuencia hasta suele ser una mayor injusticia. Por ejemplo, la división
entre pobres criollos y pobres aborígenes, que suele verificarse en nuestras
provincias norteñas. Denuncian la discriminación racista pero promueven el
etnicismo, una clasificación de los argentinos por supuestos orígenes étnicos,
algo contrario a la inclusión que predican.
Alain Badiou contra las
micro-identidades
Esta tendencia no es sólo
local. Es parte de una globalización que lleva al refuerzo de la
micro-identidades como reacción defensiva y retrógrada. El filósofo francés
Alain Badiou, intelectual de izquierda al que el progresismo debería leer, o
releer, ha expresado su inquietud ante “el proceso de fragmentación en
identidades cerradas, y la ideología culturalista y relativista que acompaña
esa fragmentación”. Una lógica identitaria o minoritaria que él rechaza porque
lleva a planteos tales como “que sólo un homosexual puede entender lo que es
ser homosexual, un árabe lo que es un árabe”, etcétera, etcétera. Sólo las
mujeres pueden marchar por reclamos de mujeres. Sólo las mujeres obtienen
conquistas para las mujeres, algo que la historia argentina desmiente.
Una diversidad mal entendida
lleva al extremo de dividir la sociedad en infinitas categorías
compartimentadas entre sí, poniendo en peligro la convivencia y, por último, la
tolerancia que se predica.
En nombre del combate al
liberalismo, esta propuesta académica fomenta todo nicho social que acentúe la
segmentación del país y busca darle “chapa” universitaria a los que serán
futuros voceros de estas facciones. Un ejército para la deconstrucción social y
cultural.
Desmalvinización progresista
La defensa del individuo
está divorciada de sus deberes hacia la sociedad, como lo expresa la infaltable
asignatura foucaultiana, ”vulneración de derechos en contexto de encierro”. Se
escinden los derechos de las obligaciones que implica la pertenencia a un
conjunto. Es el individualismo extremo en nombre del combate al neoliberalismo
individualista.
Finalmente, en la cuenta de
Twitter de la coordinadora académica de esta Diplomatura, resalta su aval al
siguiente mensaje: “Para abordar la cuestión Malvinas desde la educación (...)
es importante para la etapa que se viene deconstruir los estereotipos del
“Héroe” fundados en la lógica del patriarcado, dentro de un pacto
extremadamente machista…”
La concepción de que
reivindicar al "héroe" de Malvinas es una lógica patriarcal y
machista, respaldada por la coordinadora académica de la Diplomatura de
Resistencia al Neoliberalismo
La Diplomatura dice que se
trabajarán elementos conceptuales y teóricos “históricos, filosóficos,
jurídicos y políticos”. Lo que propone en realidad es la ruptura de la unicidad
del proceso histórico que modeló este país. En nombre de las “identidades”
quieren diluir todo lo que sustenta la identidad y el pasado común de los
argentinos.
Por eso se conmueven con el
ingreso de la imagen del Che Guevara a La Rosada pero son iconoclastas con el
monumento a Colón, símbolo de dos culturas -la española y la italiana-
fundantes de nuestra nacionalidad; o con Roca, actor ineludible de nuestra
consolidación territorial y de la nacionalización del Estado argentino.