Diez señales que reflejan
que su sociedad se ha precipitado en la decadencia
Sergio Julio Nerguizian
El ojo digital, 18 de
Febrero de 2020
1. Andar por la calle se ha vuelto decididamente peligroso. Muchos
dejan de guardar el auto en el garaje, dado el riesgo que representa abrir un
portón y conceder una ventana de tiempo de cinco segundos a los asaltantes. Las
personas -que el viejo código de los criminales excluía como objetivos- son
ahora los preferidos: mujeres, ancianos y preadolescentes. En general, la gente
se excusa de ir a cenar a casa de amigos, si el barrio tiene un nivel de
inseguridad apenas por encima del promedio. Los comerciantes atienden detrás de
rejas, como en las pinturas de Fortuny cuando retrataba las pulperías,
populares hacia 1850. Las escuelas y las iglesias, diseñadas sin rejas unas y
abiertas hace algún tiempo durante el día las otras, hoy semejan institutos
penitenciarios y castillos clausurados, respectivamente. El policía tiene orden
severa de no disparar jamás, excepto que el criminal tenga el dedo índice
presionando la cola del disparador y esboze la sonrisa sarcástica que
preanuncia la ejecución. Si al ladrón le faltan dos días para cumplir
dieciséis, no va jamás a la cárcel -excepto que haya fusilado al kiosquero que
se negó a entregar la miserable recaudación del día.
Los asaltados no hacen la
denuncia, porque el vulnerable menor -después de sufrir seis horas de
intolerable privación de la libertad- volverá a cobrarse la afrenta, está vez
volándole la cabeza al abuelo que medita en el fondo del local. La policía,
sometida al escarnio de sueldos humillantes en relación al riesgo laboral de
terminar la jornada con una bala perforante entre las cejas, opta por
resarcirse extorsionando a traficantes de narcóticos, tratantes de personas y
funcionarios de quienes disponen de información sensible. Un ex presidente de
la Corte Suprema brinda sabrosas conferencias en las que promueve la abolición
del Código Penal.
2. La
mayoría de la población desconfía de los jueces y funcionarios del Poder
Judicial, a quienes asocia con una sospechosa benignidad a la hora de
firmar excarcelaciones, o cuando declara que siempre el crecimiento exponencial
del patrimonio de los miembros de la clase política es fruto del esfuerzo y la
perseverancia en la búsquedad del bien común. Los jueces que tienen competencia
en asuntos rutinarios como narcotráfico y corrupción administrativa, exhiben un
asombroso sentido de supervivencia que hace que, días antes de un cambio de
gobierno, reúnan pruebas suficientes para constatar que los delincuentes que
ayer se probaban el mameluco naranja en el pasillo de la muerte, son ahora
ciudadanos que quedan exculpados de todo reproche jurídico, con especial
mención de que el proceso al que han sido sometidos no empaña su buen nombre y
honor.
Una parábola empresaria reiterada justifica la repugnancia colectiva con
respecto a la administración de Justicia. El truco consiste en prestar
servicios al Estado o proveerlo de algún bien de modo que el creciente y
vertiginoso rumbo que toman los negocios vía licitaciones arregladas con
preciosismo de orfebre, opere como una buena razón para conseguir de bancos
oficiales jugosísimos créditos a tasa subsidiada, es decir, soportada por la
mayoría de la población bajo la forma de salarios menesterosos. De allí al
laberíntico concurso de acreedores o la desenfadada quiebra hay un paso tan
breve que nadie resiste la tentación de embarcarse en los suntuosas aventuras
de la mega-defraudación. Las empresas privadas dedicadas al comercio exterior
han clonado el recurso con resultados igualmente provechosos.
3. La inflación es una bestia indomable. Los ciudadanos son arengados
a recorrer kilómetros del ejido urbano tras las limitadas ofertas de cada día,
para finalmente comprar más caro o de peor calidad, si bien a apenas dos horas
de viaje de su lugar de residencia permanente. No existen ya valores de
referencia: en un circulo imaginario de doscientos metros de diámetro, el
empeñoso consumidor encuentra media docena de precios para el mismo producto,
de tal suerte que, si quisiera comprar los veinte artículos a los que aspira
dada la modestia de su alforja, debería realizar un serpenteo neurotizante que
acabaría por devorar media jornada de su atribulada existencia. Como los
gobiernos están dispuestos a negociarlo todo por el bien de la Nación, menos el
gasto público, entre la caída del PBI y la subvención a las comparsas de
carnaval se genera una tensión que se resuelve invariablemente de forma similar:
la servicial imprenta ruge de sol a sol dando a luz dinero espurio y
fraudulento.
Los habitantes abominan de su moneda de tal manera y con tal
repugnancia que, luego de transformar los coloridos formularios en bienes y
servicios imprescindibles, corre presa de frenesí a cambiar el eventual
remanente por la moneda en la que el país está endeudado de por vida, de modo
que, a cada instante, la población despavorida agrega una bola de acero más a
los grilletes que la condenan.
4. La educación pública pasa por su peor momento en cien años. De 1920
a 1960, la calidad de la enseñanza promovida por la Ley 1420 alcanzó un pico de
excelencia, que la ubicaba cómodamente como la de mejor calidad en América
Latina, y probablemente hubiera merecido un lugar destacado en un hipotético
ranking mundial.
Basta repasar los programas de estudio del nivel primario de
la época, la lecturas recomendadas, el castellano inculcado y la complejidad
relativa de la operaciones matemáticas, entre otros aspectos anexos, como ser normas
de higiene y reglas de comportamiento social estimuladas, para advertir el
declive en que se halla hoy este aspecto clave de la cultura.
El maestro,
considerado como un sacerdote civil por los hijos de la inmigración que
estimulara la Constitución de 1853, es hoy una figura desvalorizada, sometida a
la arrogancia de una generación de padres permisivos, como corresponde al
pensamiento de cuño progresistoide. La escuela pública es cada día más la
escuela de los pobres; la burguesía huye del desorden permanente de aquella, y
cree encontrar refugio en las instituciones privadas. Estas, que son
organizaciones lícitas de carácter mercantil, elevan el nivel de la enseñanza y
de habilidades complementarias, hasta que la curva de exigencia se cruza con la
que mide la deserción por la altura de la vara o por el aumento de las cuotas
mensuales, con lo cual últimamente se acercan peligrosamente a los penosos
rendimientos del servicio público,como lo constatan verificaciones anuales
comparadas.
La aversión social mayoritaria a toda forma de jerarquía, incluso
las legítimas basadas en el talento o la voluntad de trabajo y el espíritu de
sacrificio, determinan la desvalorización inexorable de toda fuente de
autoridad. Este concepto, esencial en la construcción de sociedades
civilizadas, es maliciosamente asociado a las formas de la prepotencia
política,en particular, a los gobiernos de los largos períodos de no vigencia
de la democracia. Así entrampada, la educación pública camina hacia un proceso
de liquidación irreversible del sentido inicial aplicado al proyecto de
enseñanza gratuita, obligatoria y de buena calidad.
5. Los medios de comunicación social se vuelven sospechosos de esconder
intereses impresentables. Los espacios dedicados al entretenimiento
televisado forman una batería de programas en los que se evidencia que se ha
tomado como referencia el coeficiente intelectual de la franja inferior del
virtual espectador promedio. La idea de que, para valorizar las virtudes de un
detergente, no se requiere haber incursionado en Borges, justifica la
reiteración de recursos, la perpetuación de estratagemas y, al fin, la
articulación implícita de un mensaje que reducido a su esqueleto primordial
pregona: distráigase ahora y con lo que hay; el resto es prescindible. Cuando se
trata de informar, se hace evidente que todo medio responde a un sector del
espectro político. Así, la dificilísima objetividad se torna definitivamente un
hecho imposible: la transferencia de información a través de un servicio de
noticias se transforma en un sistema de seducción de voluntades confirmatorias
del plan o red de intereses económicos parapetados detrás del frenético
noticiero.
Un motociclista que arrebata la cartera de una jubilada es captado
por una cámara durante cinco segundos. La escena se repetirá durante toda la
jornada y, en cada oportunidad, el arrebato se reproducirá veinte veces
consecutivas. Al final del día, el abrumado espectador cae presa de pánico y,
en súbitas mesas de expertos, se hace recaer la responsabilidad del robo en las
secuelas del último stand-by del Fondo o en la magra remuneración previsional o
en la carencia de un plan de seguridad eficiente, o en la necesidad de aprobar
de una vez la pena capital y la consecuente ejecución pública del reo.
Tanto el
entretenimiento como la información persiguen fines perversos: el primero
integra el mecanismo de alienación colectiva cuya premisa básica establece el
valioso apotegma: pensar no es bueno. El segundo, abre cada minuto un nuevo
frente de distracción según la alineación del patrocinio económico de que se
trate. Lo advertido acerca del medio televisivo puede extenderse sin dificultades
al gráfico y al radial.
6. La producción de bienes culturales exhibe una pobreza de talentos que
hace difícil encontrar otro momento histórico que no lo supere en el último
siglo. La música popular del país,tango y proyección folklórica, sobrevive
por la curiosidad arqueológica de minúsculos grupos de especialistas, o la
tarea esforzada de divulgadores aislados e ignorados. La música de la juventud,
rock and pop, pasa por similar panorama estepario. Aún se escuchan los éxitos
de los setenta y ochenta con la reverencia que se reserva a los artistas
excepcionales.
En las disco, una parafernalia de efectos producidos por la
electrónica crean un discurso sonoro basado en la reiteración de artilugios
auditivos cuya finalidad consiste en crear la sensación de pérdida del sentido
de la realidad, como la que se obtiene siguiendo fijamente con la mirada el
balaceo del péndulo o el plan de evasión sugeridos por los narcóticos. La era
de oro del cine argentino concluyó hace décadas, y algún atisbo fugaz de
recuperación entusiasma tan rápido como se desvanece.
Una historia de la
literatura argentina podría concluir en 1990, sin que se lamentara alguna omisión
posterior, siendo generosos con el límite establecido. El único teatro que se
estrena en la actualidad es un abanico que incluye comedias insípidas,
argumentos de corte sexual, adaptaciones de éxitos de la TV o engendros del
teatro independiente que amalgaman crisis de identidad erótica con vetustos
planteos marxistas. Los teatros oficiales parecen encaminarse a una situación
terminal: una recorrida por la cartelera termina por desanimar a los más
entusiastas.
7. El país se halla en el punto de indefensión más notorio desde la guerra
de la Independencia. Puede afirmarse sin riesgo de error, que jamás las
Fuerzas Armadas estuvieron tan lejos de sus vecinos principales, Chile y
Brasil, ni tan cerca de sus limítrofes pobres, Paraguay, Bolivia, Uruguay.
Desde la aventura demencial de Malvinas hasta hoy, todos los Gobiernos
democráticos decidieron reducir el peso de las FF.AA. como factor político
irregular, a través del cercenamiento presupuestario. Esta asfixia progresiva
fue funcional, tanto a los vencedores de la Guerra del Atlántico Sur, quienes
monitorean la cuestión desde los Acuerdos de Madrid-Roma como a la propaganda
de cuño izquierdoide de la que ningún gobierno se privó, incluso los que
intentaron alguna vez la restauración liberal.
8. La actividad industrial argentina es hoy un 50% inferior a la de
cuarenta años atrás, medida en porcentaje de su participación en el PBI. En
su momento histórico fundacional, hacia 1920, el fomento estatal a la industria
sustitutiva, vía gravámenes a la exportación agropecuaria, dio paso a un
crecimiento notable, especialmente durante el período entre guerras. Hacia
1980, el modelo ingresó en una crisis de la que aún no se ha recuperado, no
obstante algunos períodos de espasmódica revitalización.
Hoy, el país es fundamentalmente
un exportador de productos agropecuarios y, en el plano interno, una estructura
de servicios. Miles de galpones son ocupados hoy por mayoristas o hipermercados
que ocupan, como en Avellaneda, lo que fuera un mercado de lanares o
sencillamente, se arruinan en la marisma del desinterés y la indiferencia de
los inversores, genuina especie en extinción.
9. Todos los Partidos Políticos tradicionales agonizan con la firme
lentitud que confirma su inexorable liquidación. No existe un Partido
Conservador, sino una frágil alianza de liberales sin convicción, con radicales
y peronistas sin esperanza. Consecuentemente, el Partido Radical sufre la peor
crisis de identidad desde los años fundacionales de Alem e Yrigoyen. Idéntico
martirio se abate sobre el Partido Justicialista, acosado y finalmente cooptado
por una variante vernácula de la social-democracia. La jefatura del
Justicialismo se halla, desde hace una década, en manos de quien abomina del
Coronel fundador del Movimiento.
Socialistas de Palacios y Demócrata-Progresistas
pronto serán apenas curiosidad y atención de aficionados a la historia
política, o de diligentes estudiantes en pos de la tesis consagratoria. De los
comunistas, sobreviven retazos de sus empecinados fracasos en los memoriosos de
madrugada. La izquierda supérstite dispone de dos diputados nacionales sobre un
total de 254 ,tras cincuenta años de infructuosa obstinación. Sólo las
coaliciones alcanzan las mayorías que eximan o superen el balotaje: los
programas de gobierno resultantes de la síntesis forzada son apenas literatura
de campaña de penosa estofa.
10. El futuro, el imaginario plano que nos traerán los sucesivos días,
se esfuma como destino de sueños, proyectos o planes. La inmediatez, la zona de
preocupación que no supera los próximos días, toma de rehén al inerme ciudadano
común y le impone la condición animal de vivir exclusivamente en el presente. Ninguna lección ha podido colegirse del
pasado: una y otra vez, en un juego atroz del eterno retorno, se ensayan las
mismas fórmulas y se esperan resultados distintos, confirmando la conocidísima
sentencia de que dicha conducta es la primera y más representativa del estado
de demencia.