Por Ricardo Auer
Infobae, 19 de febrero de
202
Dentro del gran desorden
mundial, el tradicional desorden nacional queda bastante disimulado. Sin
embargo hay que tener claro cuáles son los principales vectores portadores de
futuros reales, en el contexto global.
El sistema global de poder
se sustenta básicamente en los actores principales (USA, China, Rusia y el
Poder Financiero, que se mueve en forma independiente) y algunos secundarios
(Japón, India, EU, Inglaterra, Israel, Indonesia, Saudiarabia, Turquía, y
otros). Los conflictos del mundo presente se centran principalmente en la
disputa tecnológica y en la creación del empleo. Temas como deudas financieras,
estados fallidos, globalización, narcotráfico, ideología, ecología, género,
migraciones, si bien son de gran importancia, sólo preocupan a algunos países o
a los directamente interesados. Pero no son issues trascendentales para los
actores centrales. Y bastante poco en muchos de los secundarios.
Hay que tener
claro estos puntos de referencia para entender desde la óptica global lo que
ocurre en nuestro alrededor. Porque considerar que nuestros problemas y
conflictos son el ombligo del mundo nos puede llevar a equivocarnos de rumbo,
una vez más.
Ninguna ideología puede
cambiar el rumbo de la decadencia nacional actual. Ni el liberalismo, ni el
marxismo, ni la doctrina justicialista pueden hoy en Argentina cambiar la
realidad actual. Pueden servir de base para el análisis y el debate de ideas
del rumbo a tomar, de cuáles son las fallas intrínsecas de esta sociedad
dividida, con graves niveles de anomia, violencia y maltrato a las mujeres.
Pero ese debate, iniciado desde hace muchas décadas ha mostrado que no ha
servido para lograr un entendimiento común, una base para modificar conductas
ni para aprender de los errores, y tampoco ha servido para encapsular los
inmensos problemas que se siguen acumulando cual capas geológicas.
El problema argentino es
emocional. Los argentinos no quieren a la Argentina; no quieren a su país. Casi
todos están insatisfechos con él y descargan su odio u ofensa, de modo diverso.
Siempre la culpa la tiene algún otro: el gorila antiperonista; el negro que no
quiere laburar, la ineptitud de la política, el imperialismo, la infiltración marxista
leninista; los militares, los civiles, el campo, los industriales, Sarmiento,
Rosas, los italianos, los españoles, la Iglesia Católica, los judíos, los
árabes, los pañuelos de uno u otro color. Nunca somos responsables nosotros
mismos como sociedad. Siempre son los otros. Siempre tenemos alguna excusa a
mano.
Así vamos transcurriendo las
décadas sin encontrar el rumbo que nos lleve a resurgir como Nación, capaz de
aceptar los desafíos del futuro. Como alguna vez lo pudimos hacer.
El presidente Alberto
Fernández, cabeza de un gobierno de coalición, intenta acercarse al ideal de
concentrarnos en los temas principales, pero, o no lo dejan, o se desconcentra,
o intenta ganar tiempo con distracciones secundarias.
Estamos inmersos en una
guerra asimétrica, aunque muchos no se den cuenta y creen que se embarcaron en
un crucero de lujo, que podría llegar a ser el Titanic, o estar afectados por
el coronavirus. Todo en la guerra es muy sencillo; pero aún lo más sencillo es
muy difícil, decía Karl von Clausewitz. Las tres etapas pensadas: negociación
por la deuda, plan económico-social y etapa política podrían llegar a ser
totalmente abstractas en los caminos a transitar de la política externa e
interna. Los internismos de la política y las disputas de espacios de poder
gubernamental en el marco de sociedades crecientemente polarizadas y la falta
de iniciativas políticas en casi todos los ministerios, podrían ser como “pasto
seco” para los incendios que podrían desatar los poderes ocultos de la sociedad
incivilizada local o global.
Me refiero a los carteles de la droga, los
barrabravas, las “células dormidas”, las mafias internacionales y a sus
financiadores enmascarados. En el marco de agendas donde hay poco para
distribuir, podría crearse un combo virtualmente explosivo. El peronismo es
experto en resiliencia y cuando está en la oposición se amolda bien para
generar una coalición electoral (todos unidos triunfaremos) que le permite
ganar en las urnas. Pero gobernar es muchísimo más complejo; más aún cuando hay
peleas internas.
Tal vez sea el momento de
gestionar sin etapas previamente enlazadas y atacar todos los temas en
simultáneo, aún a riesgo de errar y corregir; lo que también ya se está
haciendo en lo estrictamente económico. La gestión debería enunciar metas,
objetivos, tiempos y programas de gobiernos en cada ministerio. Ello llevaría a
visualizar un gobierno con acción y con ideas, base de la esperanza ciudadana.
También otros agentes externos e internos podrían entrar en el debate, del que
no hay que rehuir. Las turbulencias son propias de la etapa.
Queremos llegar a
introducirnos en el mundo moderno, de la tecnología 4.0, de la creación de
empleo del futuro. Pero ¿qué estamos debatiendo actualmente? Sin duda temas
importantes para mucha gente: tasa de aumento a los jubilados, hambre en Salta
y en el conurbano, precios cuidados, indexación de los contratos de trabajo,
violencia juvenil. Con esa agenda, un futuro con esperanza se vuelve difícil,
lejano y abstracto; la incertidumbre domina el escenario nacional y va quedando
poco margen para la esperanza. Un Gran Plan Nacional necesita un Nuevo Relato
esperanzador; bien diferente al de las viejas confrontaciones, que escape del
Pasado y se introduzca en el Futuro.
Una Política de Estado,
expresión de una Estrategia Nacional, traducida como un relato movilizador
popular. Solo así podremos iniciar una nueva etapa para generar riqueza,
tangible o intangible. Lo más relevante para la etapa actual es la generación
de conocimiento que efectivamente impacte en la economía real; ya que ello
supone inversión, no sólo material o física sino en la capacitación humana de
todos los argentinos. Si ello no ocurre en los próximos años, solo acumularemos
mayores problemas a resolver, y ni siquiera será posible mantener la actual y
poco justa relación de equidad social.
Los países más
desarrollados, e inclusive muchos otros, han elevado el nivel de los servicios
educativos. Perder el tren de la capacitación masiva, orientada a fines
prácticos y efectivos, es perder la batalla del desarrollo. Ello requiere
simultáneamente tener una Plan Estratégico que indique el rumbo nacional, en
cuanto a su especificidad e inserción mundial con orientación geopolítica y
alianzas claves. A partir de establecer este punto central, la elevación del nivel
de la educación como el bien más preciado nacional, se va estableciendo las
siguientes prioridades correlativas, lo que en definitiva es un Plan General de
gobierno.
Las falencias educativas son
varias y no precisamente debe centrarse en la excusa de siempre: faltan
recursos y problemas edilicios. Los problemas de la educción argentina son mas
conceptuales; se debe preparar a los estudiantes a tener espíritu emprendedor;
a afrontar emocionalmente las dificultades que siempre proseguirán; a tener un
mayor espíritu solidario y a crear conciencia que lo material (el consumo), si
bien es una de las bases del crecimiento de un país, no lo es todo.
Los sectores medios están
esperando una oferta gubernamental que los incluya también a ellos; no se trata
sólo de simples pagadores de impuestos. En el campo de la educación, de la
ciencia y la tecnología, la defensa del ambiente, y en la cultura, es que
pueden desarrollarse proyectos que los entusiasmen. El mundo innova, se
desarrolla, planifica y desarrolla estrategias de crecimiento. Argentina
debería integrarse desde su propia cultura, resolviendo sus problemas de
inestabilidad, de autoengaño, y de desidia para enfrentar sus problemas. Caso
contrario seguirá dividida, atomizada y sus mejores valores emigrarán hacia
rumbos más esperanzadores, pese a las contradicciones culturales que ello
acarrea.
Cuando un sistema o software
de gobierno no sirve más, resulta más barato cambiarlo que arreglarlo o
emparcharlo. Se puede hacerlo mediante un plan o bien la realidad lo va a ejecutar
inexorablemente.
El
autor es analista de temas geopolíticos