pionero del sistema de salud pública en la
Argentina
En
momentos en que la pandemia de coronavirus se cobra miles de vidas y golpea a
la salud pública argentina y mundial, merece ser recordado el ministro de Salud
de Juan Domingo Perón, que emprendió una larga lucha contra algunas
enfermedades en el país.
Por Facundo Giampaolo
Infobae, 28 de marzo de 2020
Entre algunos de sus grandes
logros se pueden nombrar la erradicación de enfermedades endémicas y la
reducción de la mortalidad infantil. Antes de forjar una cercana relación con
Perón y llegar a la administración pública, Carrillo tuvo una destacada
formación que lo llevó a alcanzar éxitos académicos y durante su gestión.
Nacido en Santiago del
Estero un 7 de marzo de 1906, se recibió de médico en Buenos Aires con Medalla
de Oro en 1929. Luego de especializarse en neurología y neurocirugía, a sus
jóvenes 26 años organizó el laboratorio de Neuropatología del Instituto de
Clínica Quirúrgica.
En
1937 recibió el Premio Nacional de Ciencias y dos años más tarde se hizo cargo
del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central, donde
conoció al entonces coronel Perón.
A principios de los 40
obtuvo la titularidad de la cátedra de Neurocirugía de la Facultad Buenos
Aires. Por ese entonces, también comenzó su acercamiento a la política y se
vinculó con la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA),
junto a Raúl Scalabrini Ortiz, Homero Manzi y Ernesto Jauretche, entre otros.
Años después, en 1945, se
ganó la confianza de Perón mientras que este se encontraba internado en el
Hospital Militar el 17 de octubre. Allí logró verlo y afianzó una relación que
lo catapultaría como secretario de Salud Pública en 1946.
Profundamente
católico, Carrillo no pudo menos que adherir a un Gobierno y un movimiento que
consistió en la concreción política de la Doctrina Social de la Iglesia.
Al frente de la secretaría,
Carrillo aumentó el número de camas existentes en el país, que pasó de 66.300
en 1946 a 132.000 en 1954; erradicó epidemias como el tifus y la brucelosis;
redujo la mortalidad infantil del 90 por mil a 56 por mil; la sífilis y otras
enfermedades venéreas desaparecieron en su totalidad; erradicó el paludismo y
disminuyó el índice de mortalidad por tuberculosis de 130 por 100.000 a 36 por
100.00.
Logró que se sancionara la
ley 13.266 que otorgaba a su ministerio numerosos recursos para luchar contras
endemias. La esperanza de vida aumentó de 61 a 67 años durante su gestión.
Esos avances se sustentaron
en el énfasis que Carrillo le dio a la medicina preventiva y a que su labor se
basó en los conceptos de centralización normativa y descentralización
ejecutiva.
También,
aunque algunos prefieran no mencionarlo, Carrillo promovió políticas con la
consigna “protegido antes de nacer”, y de combate al “aborto criminal”.
Durante su gestión se
construyeron 234 centros asistenciales, 60 institutos de especialización, 50
centros materno infantiles y 23 laboratorios y centros de diagnóstico;
disminuyó en un 70 por ciento el Mal de Chagas y creó EMESTA (Empresa de
Medicamentos del Estado Argentino), primera fábrica nacional de medicamentos,
ideada para el abastecimiento de remedios a bajo precio.
Su colaboración no fue solo
con el Presidente sino que también trabajó junto a Eva Perón, con quien
coordinó los campeonatos deportivos, a partir de los cuales miles de niños que
participaban de esas competencias fueron sometidos a exámenes clínicos,
radiológicos y odontológicos, complementados con pruebas de laboratorio y
electrocardiograma. También participó en la creación de la Escuela de
Enfermeras de la Fundación Eva Perón, gracias a la cual, hacia 1951, había
5.000 nuevas enfermeras capacitadas. Además, crearon el tren sanitario “Eva
Perón”, que permitió llevar la salud pública a los lugares más remotos del
país.
La fundación también
construyó 4 policlínicos de primer nivel situados en Ezeiza, Lanús, San Martín
y Avellaneda.
Debido a una hipertensión
arterial maligna, en 1954 la salud de Carrillo comenzó a deteriorarse de manera
progresiva. Además de su grave enfermedad, debió enfrentarse a una interna con
el vicepresidente Alberto Teisaire, que lo acusó de ser más fiel a la Iglesia
que al Peronismo. Como consecuencia de este episodio, y sumado a su frágil
estado de salud, Carrillo presentó la renuncia en junio de ese año.
Mientras se encontraba en
Estados Unidos para realizarse un tratamiento por su enfermedad, el presidente
Juan Domingo Perón sufrió un golpe de estado. Desde el exterior, Carrillo se
enteró de que el ministro de Salud del gobierno de facto, el coronel Ernesto
Alfredo Rottger, ordenó el saqueo de su casa y la confiscación de todos sus
bienes. También atentó contra el trabajo de Carrillo y ordenó la destrucción de
cientos de pulmotores que la Fundación Evita había adquirido para combatir la
poliomielitis. Además detuvo la construcción de un hospital infantil
especializado en Epidemiología y de otros establecimientos, por el solo hecho
de que habían sido iniciativa del ministro de Salud de Perón. Un ejemplo es el
llamado Elefante Blanco, que estaba pensado para ser el hospital más grande de
toda Latinoamérica,
A fines de 1955, Carrillo se
trasladó a la ciudad de Belém Do Pará, al norte de Brasil, donde trabajó en el
hospital de la Universidad local. Un año más tarde, el 20 de diciembre de 1956,
murió de un derrame cerebral y sus restos fueron repatriados en diciembre de
1972.
Durante su exilio en
Venezuela, Perón le confesó al periodista Américo Barrios que la persona de la
que más había aprendido durante su mandato presidencial había sido Ramón
Carrillo.
Aunque la Libertadora quiso
borrar su obra, el legado de Carrillo sigue vigente. Hoy es especialmente
recordado como sanitarista -varios hospitales llevan su nombre- pero Carrillo
también fue un destacado científico y ensayista. En “Teoría del hospital”,
publicado en 1951 con prólogo de Juan Perón, vuelca su experiencia en materia
de creación y administración de hospitales.
Con justicia Ramón Carrillo
puede ser considerado el fundador del sistema de salud pública en la Argentina,
hasta entonces prácticamente inexistente.