sobre el 2 de abril, día del
veterano de guerra
Por P. Vicente Martínez
Torrens
Infobae, 27 de marzo de 2020
Al aproximarse cada 2 de
abril, es recurrente hacer memoria de los hechos vividos en nuestra Patria en
1982 por la recuperación de nuestras Islas Malvinas.
La gesta de 74 días hay que
enmarcarla en una lucha más profunda: nuestra soberanía. Por esta razón al
referirnos a aquellos acontecimientos se deben rechazar expresiones como
“invasión”, “usurpación”, “loca aventura”, etc.
Fuimos a recuperar lo
nuestro, dado que nos pertenecen desde antes de su descubrimiento por la Bula
“Inter Caetera” de 1493, del Papa Alejandro VI. Las “tierras descubiertas y a
descubrir” se las otorgó el Papa al Reino de España. Este documento fue
ratificado por el Tratado de Tordesillas al año siguiente.
Cabe destacar que nos
encontramos recordando los 500 años, el 1° de abril, de la primera misa en el
hoy territorio nacional y 500 años del descubrimiento de nuestras Islas por la
nave San Antón.
Conforme el derecho
internacional “uti possidentis iuris”, al lograr la Independencia de España en
1816, las Malvinas quedaron como argentinas.
Otro argumento de soberanía,
desde la mirada eclesiástica, es la presencia ininterrumpida de más de 100
sacerdotes católicos desde 1767 a 1982 y 14 capellanes durante el conflicto.
LA CLAVE DE TODO ÉXITO:
CREER EN LA CAUSA A LA QUE SE SIRVE Y APOYARSE EN LA FE EN DIOS.
Para llegar a cualquier meta
la primera condición será creer en su verdad y posibilidad. El jefe (líder o
conductor) que no tiene fe en la causa que sirve no cumplirá la más elemental
de sus funciones: influir y entusiasmar a sus subordinados. Él deberá creer en
lo que se emprende y esperar convencido el éxito; amar la causa que defiende
por encima de su propia vida y hacer partícipe a sus hombres de su fe y
entusiasmo. Al respecto cabe el aforismo “El soldado es el fiel reflejo de su
jefe”.
En las situaciones límite el
hombre recurre a Dios. La guerra es una de esas situaciones.
Rastreando algunos hechos
históricos, antiguos y recientes, podemos ver que en nuestras Fuerzas Armadas
siempre se ha vivido la fe en Dios como auxilio de la causa en la que se sirve,
porque ésta genera en los hombres sentimientos y virtudes inigualables. Una de
las “muletillas” que se repetía en cada homilía de 1982 era: “Tenés un Dios que
te ama, una madre (esposa/novia) que te espera y una Patria que te necesita”.
La fe en nuestros próceres.
General Manuel del Corazón de Jesús Belgrano. El sólo nombre nos dice que es el
paradigmático hombre de armas y de fe. Consideremos tan sólo el nombramiento de
la Virgen de la Merced como Generala y la atribución del triunfo de la batalla
de Tucumán a Ella.
José Francisco de San
Martín: El coronel Manuel A. Pueyrredón lo recuerda en sus “Memorias”: “Después
de la lista de diana se rezaban las oraciones de la mañana, y el rosario todas
las noches en las cuadras, por compañías, dirigido por el sargento de semana.”
La fe en “Malvinas”: Dando
un gran salto en los años debido a lo acotado del artículo mencionaremos
algunos signos representativos de la fe de los “hombres de Malvinas”.
En primer lugar, destacamos
la denominación de la gesta: “Operación Rosario” en alusión a la Virgen del
Rosario de la Reconquista y defensa de Buenos Aires. Luego, la consagración del
aeropuerto a la Virgen enterrando un Rosario en la cabecera de la pista.
Dato a tener en cuenta:
aquella pista de 1200 m. recibió más de 12 toneladas de explosivos y siempre
estuvo operable. También influyó en el personal la fe de sus jefes,
particularmente el del RI Mec 25. Uno de sus dichos: “Entre una bolsa de arena
y la protección de la Virgen prefiero la de la Virgen”. Los cráteres de 12
metros de diámetro y 4 de profundidad, sin provocar víctimas fatales, le dio la
razón.
A propósito, últimamente, al
retornar al país la imagen de la Virgen de Luján que nos acompañó en Malvinas y
que fuera llevada a Gran Bretaña, tuvo mucha difusión el testimonio del soldado
Palacios que oró: “Dios, quiero morir de un balazo, pero no así lentamente” y
salvó su vida después de haber sido tapado una hora bajo dos metros de turba.
Menos conocido, sólo por sus conferencias, es el testimonio del entonces
subteniente Marcelo Llambías. Recibida la orden de repliegue desde monte “Dos
Hermanas”, viéndose rodeado por la artillería británica, en un amanecer de
cielo límpido, celeste, queriendo salvar a todos sus hombres, invocó a la
Virgen rezando un Avemaría. El auxilio no se demoró. Apareció, repentinamente,
un banco de niebla que los cubrió y les permitió salir, ilesos, hacia
Tumbledown para seguir combatiendo.
Finalizando por el espacio y
no por falta de hechos, debemos honrar a mi “gremio”. No puedo yo decirlo por
ser parte. Extraigo un párrafo del Informe Oficial del Ejército: “Los
capellanes, auxiliares y voluntarios cumplen sus misiones sacerdotales en las
Islas Malvinas, brindando asistencia espiritual a las tropas y civiles, y
además cumplen otras actividades relacionadas con su función. La labor
desarrollada es encomiable, y los resultados obtenidos en el mantenimiento
espiritual y moral de las fuerzas destacadas a las Islas Malvinas resulta
altamente positivo”.
Todos los que lucharon y
luchan por la Patria, civiles, militares o eclesiásticos, lo hacen convencidos
de que “Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigila el centinela”.
Al celebrar el 2 de abril
como DÍA DEL VETERANO DE GUERRA debemos implorar a Dios para que cesen
definitivamente las muertes por mano propia por la falta de contención.
Gobernantes y gobernados
queremos dar el reconocimiento debido a los que regresaron, por ellos, sus
familias, por los que luchan por reivindicarlos.
Veterano: Honor y Gloria a
vos que no vacilaste en el combate, que no sentiste el temblor del miedo aún
sintiendo el silbido agudo de los proyectiles. Gracias a vos porque ni la sed,
ni el hambre, ni la fatiga minaron tu espíritu, aunque sí lo sintieron tu carne
y tus huesos. Gracias porque no rehuiste, ni con la imaginación siquiera, el
primer puesto en el combate, la guardia más dura en la trinchera ni la misión más
difícil en el avance, o el orden en el repliegue.
Finalmente, un “mea culpa”
porque cada uno de nosotros quiso ser el mejor soldado de su arma y el
argentino más amante de su Patria, despreciando al enemigo experto en este tipo
de contienda.
Veteranos ¡Que Dios nos
bendiga y la Virgen nos siga protegiendo! y otorgue la corona de Gloria a
nuestros camaradas que dieron todo de sí sin pedir nada.
Muchos dimos algo, pero
ellos lo dieron todo.
NOTAS:
(1) MARTÍNEZ TORRENS,
Vicente, Dios en las Trincheras. (Ed. Argentinidad) Anexo
(2) GARCÍA DEL HOYO,
FEDERICO, Tesis en el CMN
(3) BRUNO, CAYETANO, “La
Virgen Generala”. Didascalia 1994, p.201
(4) INFORME OFICIAL DEL
EJÉRCITO ARGENTINO. Tomo I, pág. 148
(5) Salmo 126,1
* El padre Vicente Martínez
Torrens es sacerdote, docente y asistió a las tropas en el conflicto de
Malvinas desempeñándose como Capellán del RI Mec 25 y atendiendo otras
unidades. Es autor de varios libros, entre ellos su diario de guerra “Dios en
las trincheras”.