martes, 12 de mayo de 2020

CELEBRACIÓN DE UNA VIDA


      
 que pretendió no ser al ñudo

                          Alberto Buela (*)

Mi amigo y editor, Eugenio Gómez, -un español que quedó anclado en Buenos Aires hace 40 años y que es el máximo editor de escritores nacionales de Alberdi a Perón y de Mariano Fragueiro a Sampay- me escribió en estos tiempos de cautiverio a que nos somete el coronavirus, proponiéndome una celebración por mi “haber humanitario”.
La primera reserva de conciencia a su pedido, es que pienso como Proudhon: cada vez que escucho humanidad se que quieren engañar.

Esta celebración consistiría en una meditación circunspecta sobre el itinerario vital desde la perspectiva de la “laicidad”. Y para ello me envió un modelo que corresponde a Enrique Dussel, doctor en la historia de la Iglesia (sic) y pensador de la teología latinoamericana de la liberación en su vertiente marxista.
La segunda reserva es que mis diferencias con Dussel son abismales, aun cuando podamos tener algunos puntos en común, como lo es el haber compartido, un gran maestro como Nimio de Anquín y su trabajo liminar sobre el rescate de la singularidad americana en un escrito memorable El ser visto desde América (1953). Esta preocupación por Nuestra América, como gustaba decir José Martí, nos es “lo común”. Mientras que aquello que nos diferencia es todo el resto. Él es, formalmente, historiador de la Iglesia, “gringo” y marxista, y nosotros somos, formalmente, filósofos, criollos y peronistas.

Lo de la filosofía de la liberación, como sostuvo el buen filósofo mejicano Luis Villoro: no pasó de ser un programa no desarrollado de filosofía. O como sostuvo Silvio Maresca: la sedicente filosofía de la liberación ya comenzó mal desde el título, pues pretende hacer filosofía a partir del otro del que quiere liberarse. Y eso no es filosofía.

Yendo al tema de mi itinerario desde la perspectiva de la laicidad. Nací en la casa de mi abuelo materno, Eduardo Lamas, en Parque de los Patricios. Fue mi partera la madre de Julián Centeya, el hombre gris de Buenos Aires. A la semana de vida y visto que no tenía capacidad para succionar el pecho de mi madre, me trasladaron a Atalaya, partido de Magdalena. Mi padre llevaba un cajoncito hecho por él para enterrarme, pero me recuperé y él, gran asador criollo, se comió un lechón con las brazas del cajoncito. De modo tal que nací biológicamente en Buenos Aires y a la vida plena en los pagos de Magdalena. Esto signó para toda mi vida el carácter de orillero; aquel hombre que puede vivir cómodo tanto en el campo con en la ciudad. No soy el orillero de Borges pero los entiendo raigalmente en lo que son y han sido. Nunca digas que sos gaucho (que vale para filósofo, investigador, santo etc.) que los otros lo digan de vos, repetía mi viejo. Y después que te lo  dicen, (sigo yo) escuchalo a Francisco: no te la creas. Y recién, luego de este doble movimiento de la conciencia podés comenzar a trabajar, actuar, pensar o lo que sea.

Como al pasar cuento que desde 1998 soy el presidente de la Asociación argentina de Taba, el más genuino y universal de los juegos criollos, pues lo juegan, niños, mujeres, varones jóvenes y viejos.
De chico concurrí, cuando estábamos en Buenos Aires (el pueblo de Atalaya no tenía cura), a la parroquia San Bartolomé de Chiclana y Boedo donde fui bautizado y tomé a los 9 años la comunión. Allí participé, pero no mucho en la Acción Católica, sobretodo cuando íbamos de campamento. Qué hermoso que era eso y qué aventuras. Éramos tan pobres… y sin embargo que alegrías. Allí comencé rezarle  regularmente a la Virgen en la canciones del campamento: Virgen lujana, bella patrona, gloria y corona de mi nación…, hábito que nunca abandoné.

Había un joven (para mi viejo) teniente cura llamado Lucio Gera[1], que ejerció mucha influencia en Juan Romano, conocido por nosotros como “el filósofo” y que fue quien determinó mi elección vocacional, cuando a los 15 años me regaló El Criterio de Jaime Balmes. Libro que nunca dejé de recomendar y de releer y que junto con las Lecciones preliminares de García Morente son la mejor iniciación en la filosofía. Unos meses antes de su partida me llevó el hijo de Juan, a visitar a Gera que estaba en el convento de las Carmelitas. Se acordaba, después de casi cuarenta años, de todos y cada uno de nosotros. Le pedí un libro y me dijo que no tenía libros, “pero si tenés un montón de conferencias y estudios, le respondí. Alberto, me dijo, siempre preferí la palabra hablante a la hablada”. Y se despidió diciéndonos “la Iglesia no es solo cuestión de curas sino también de laicos.”

La primera vez que percibí la diferencia entre el sentido de laico empleado por la Iglesia y el empleado por la política, fue cuando mi hermano mayor Carlitos fue preso en la época de Frondizi por la disputa de “laica o libre”, defendiendo la enseñanza libre. ¿Pero cómo, le pregunté, acaso nosotros no somos laicos?
La segunda vinculación con la Iglesia fue a partir del año 1964 cuando entro en contacto a través del padre Pablo di Benedetto, también de San Bartolomé, con el cura Meinvielle. Recuerdo la fecha porque luego de preguntarme y hablar durante un largo tiempo, me envió a la librería Del Temple, en la calle Viamonte casi frente a la vieja facultad de filosofía, a retirar los tres volúmenes de la historia de la filosofía de Fraile que me los dedicó. Años después para mi casamiento 27/10/72 me regaló la edición de mi primer libro El ente y los trascendentales, que lleva su prólogo, que había sido mi tesis de licenciatura en la UBA.

Al conocer a Meinvielle se me abrió una magnífica y enorme biblioteca en francés, italiano y castellano de libros que no estaban en la biblioteca de la facultad. Y de libros políticos totalmente incorrectos. Estos últimos me llevaron a mi primera militancia política en el Movimiento Nueva Argentina de la calle French donde conocí a futuros militantes políticos de renombre.
Meinvielle no fue mi maestro pero fue mi orientador. Nunca me invitó a los cursos que dictaba los sábados sobre Tomás de Aquino, pero siempre me alentó en el estudio de la filosofía contemporánea. La mayoría se acercaba a él por motivaciones políticas y casi ninguno por motivos filosóficos, y los que así lo hacían carecían de talentos (no los nombro para no ofenderlos, pero algunos de ellos llegaron a profesores de la universidad).

Comencé la carrera en la UBA en 1966, pero enseguida vino “la colimba” y como en esa época estaba vinculado al grupo político-cultural Nueva Argentina, que en ese año fueron a Malvinas en el Operativo Cóndor (Dardo Cabo, Alejandro Giovenco, etc.), y su influencia política fue muy grande, no se me ocurrió otra cosa que estando en formación, pasando Onganía junto con el brigadier Teodoro Álvarez, grité: Masón. Porque Emilio Abras, que era el jefe del MNA nos llenó la cabeza con que Onganía pertenecía a la masonería blanca, que distinguía de la otra.
Me pasé un año con ocho meses de recargo preso en la prisión aeronáutica de la isla de Mazaruca en Entre Rios y el único libro que me dejaron pasar fue una gramática griega.

Salido del “la colimba” y con un conocimiento respetable del griego ático comencé a cursar materias hasta recibirme en 1972. Tuve algunos profesores significativos como Eggers Lan en “antigua”, Mercado Vera en “moderna”, Maliandi en ética, Amuchástegui en historia, Pucciarelli en metafísica y gnoseología. No más. Quienes en general se dedicaron a dictar su materia sin ningún tipo de seguimiento personal, salvo Eggers[2] y Mercado quienes me demostraron una estima especial. Calculo que el primero porque sabía griego y el segundo porque estudiaba con ahínco Hegel.

Apenas termino la carrera gano un concurso de YPF para dictar clase de “humanidades” en la Universidad San Juan Bosco de Comodoro Rivadavia, en vías de nacionalización. Claro está, no se había presentado nadie. Estando allá muere Meinvielle atropellado por un auto en la avenida 9 de julio. Me había legado de su biblioteca la parte del griego entre la que estaban los cinco volúmenes de la opera princeps de Aristóteles de Brandis, Bekker y Bonitz, pero los alumnos de los cursos de los sábados que estaban en Buenos Aires se la quedaron. Cuando la reclamé ya era tarde. Igualmente no les sirvió de nada porque ninguno sabía leer griego ático.

El año anterior se realizó en Córdoba el segundo congreso nacional de filosofía, donde se plateó por primera vez el tema de la filosofía de la liberación. El congreso quiso ser una continuación del magistral de 1949, pero solo fue un remedo. No obstante tuve ocasión de conocer a Nimio de Anquín y su opúsculo De las dos inhabitaciones en el hombre, que salió por la época. Lo visité en la calle Velez Sarfield en Córdoba y me impresionó su erudición. Y allí se despertó mi vocación por América, sus pensadores y su singularidad. Vocación que sigue hasta hoy y que me permitió sostener la tesis que “el ser de América es lo hóspito”,  pues en ella todos somos inmigrantes, todos indios y criollos y el resto, llegamos a ella desde lo inhóspito (el hambre, la guerra, la persecución, en una palabra, buscando la posibilidad de ser plenamente hombres).

Mi vinculación con la Iglesia fue desapareciendo, sobre todo después de haber conocido, por esos años, varios laicos y curas que hablaban y publicaban cientos de libros en su nombre, sosteniendo una sandez detrás de otra. Sea porque mis obligaciones profesorales me llevaron lejos. Recuerdo que cuando me casé, mi viejo padre entró al templo fumando su boquilla porque no se apercibió que era un templo, pues no había ni una sola imagen, y además estaba instalado en una casa. De la iconoclastía vaticana no se salvó ni el loro. Percibí de golpe que con las imágenes se fue lo sagrado. Los genios del Concilio, peritos y teólogos; cardenales y obispos lo dejaron  ir o, a  lo mejor se retiró como pensaba León Bloy; vaya uno a saber. Lo cierto es que dejaron de interesarme las cosas que hacían los curas y laicos, y eso llega hasta hoy día.

 No leo ningún documento, salvo excepcionalmente, ni escucho ningún sermón. Y cuando voy a misa, de tanto en tanto, me entra por un oído y me sale por el otro. La psicología de clérigos y laicos comprometidos es tan primaria que en cuanto abren la boca uno ya sabe qué es lo que van a decir. Cómo serán los desatinos de esta gente que llegan hasta el corona virus de hoy, donde la primer medida recomendada es lavarse las manos, ellos, zopencos en su inmensa mayoría, dispusieron dar la comunión en las manos. Nunca más gasté pólvora en chimangos, perdiendo el tiempo de sandez en sandez, y sobre todo en esos laicos, que como Dussel, Beto, Boff y Cía,  se creen más que los curas y la Iglesia. El tupé es tan grande que le llegan a decir al Papa qué es lo que tiene que hacer: gobierno colegiado, curas casados, aborto, homosexualidad y eutanasia permitidos, una ética mundial (Kung), mujeres sacerdotes, y un infinito etcétera. En el fondo, quieren una “iglesia a la carta”.

Como dice G. Vico, rerum et Facttum convertuntur, los hechos son las verdades reales y a lo que atenerse. Y los hechos de todo este amasijo inconsistente de ideas mezcladas durante medio siglo, terminó hoy en que los verdaderos “laicos” son los evangelistas protestantes, que son los únicos que salen por las calles a convertir a los incrédulos. Mientras que el laicado católico se limita a visitar familias católicas para cenar y tocar la guitarra.
Es que el laico católico no existe porque la tarea de estos “defondadores de dogmas”, vaciaron a éstos de todo contenido sustancial. Los dogmas dejaron de ser verdades absolutas y el laicado católico no tiene en donde apoyarse y termina haciendo sociología o asistencia social.

Mi tiempo lo empleé en la lectura de los pensadores nacionales que no se enseñaron ni se enseñan en la universidad y que son muchos y muy buenos. Mi tiempo lo gasté en cientos de cursos dictados en los sindicatos, pilares de la sociedad argentina. Mi tiempo lo utilicé desmitificando todo aquello que nos llega como “pensamiento único y políticamente correcto”. La crítica a la cultura mediática me llevó mucho tiempo.
A fines del 74 publico mi primer libro político-filosófico: La sinarquía y lo nacional  y es en este último punto donde comenzamos a trabajar sobre la idea de nacionalismo continental, gran espacio autocentrado y cultura de síntesis que nosotros denominamos “simbiosis”. “la conciencia del americano es una simbiosis, los dos elementos completos el europeo y el americano forman un mixto perfecto, una unión sustancial de ambos elementos que es la conciencia americana, análogamente diferente de los elementos de que está compuesta… la cosmovisión europea aporta la idea de jerarquía de los fines y la cosmovisión indiana el tiempo americano”.

Pero no puedo desarrollarlo luego, en conferencias y charlas, pues me agarra el golpe de Estado del 24 de marzo del 76 que me tomó siendo director del departamento de filosofía de la Universidad Nacional de Mar del Plata de la que me echaron casi en el acto. Con un Citroen 2cv y una hija recién nacida regresé por el camino de la costa a mis pagos de Atalaya en busca de refugio. Hablé con mis padres y me volqué al herraje de caballos para poder parar la olla y mantener a mi familia. Trabajo que continué realizando hasta 1996. Mi rutina fue por muchos años salir del hipódromo de Palermo e irme a sindicato del caucho en la calle Congreso en Belgrano a charlar, almorzar y jugar al tute cabrero con Borda.

La única actividad política-social fue colaborar con los sindicatos en el seno de “los 25 gremios combativos”, que lideraban Roberto García, Osvaldo Borda, Bola de Grasa Castillo y el Gordo Rodríguez.  Participo activamente en el primer paro que Ubaldini le realiza al gobierno de la dictadura en abril del 1979
Alentado por Osvaldo Borda,  publico en el 83 Más allá del salario y en el 84 La organización sindical. Como se ve del 76 al 83 no pude publicar absolutamente nada. Es que la loza de plomo de la dictadura aplastó toda actividad intelectual. Esto lo comprobé hablando con un maestro de filosofía como Alberto Caturelli, que siendo un hombre, en cierta medida afín el proceso militar, tampoco publicó nada en ese tiempo.

En el 81 con un billete que me dio la CGT, que en ese momento tenía cuatro secretarios generales: Ubaldini, Triaca, Borda y Baldasini, viajé a la Ciosl para decirle al tano Enzo Friso, que adheríamos pero que no nos afiliábamos.
De Bélgica me fui a Paris donde en la Sorbona  me esperaban el erudito Pierre Aubenque y el filósofo Pierre Boutang.
Del primero aprendí la técnica específica para tratar los problemas de la filosofía antigua y del segundo, la magia de ver hacer filosofía.  Privilegio que tuve en mi vida filosófica (llevo casi 50 años) solo en dos ocasiones; con Boutang y con el peruano Wagner de Reyna, el mayor discípulo en castellano de Heidegger y al que, el propio Mago de Friburgo, le rindió un homenaje.

Boutang sobrellevaba con su discurso entusiasta y vehemente. Se le agolpaban las ideas pero al final llegaba siempre a una conclusión clara y distinta. Leía fluidamente griego ático, son múltiples sus traducciones de los diálogos de Platón. Estaba traduciendo la Divina Comedia; escribiendo dos novelas, dictando clase de metafísica en Sorbonne, grabando una película; traduciendo a Max Scheler y dialogando con George Steiner sobre Antígona.  “Si Ud. quiere hacer filosofía tiene que tener en su escritorio muchos temas sobre la mesa”, me dijo. Porque el filósofo es tal cuando ve el todo de lo que es y existe, de lo contrario no lo es. (Platón, Rep. 537 c 10-15).

Recuerdo cuando me invitó a cenar y en la cena apareció l´abbe Lefevre, director de La pensée catholique y confesor de Charles Maurras, quien me dijo que Meinvielle hizo teología política como los mejores y que acababa de ser publicado  en Francia El judío en el misterio de la historia. A lo que Boutang agregó: bueno en definitiva es francés. A lo que respondí: para nosotros el ius solis es más importante que el ius sanguinis.
Hice la licenciatura=DEA y el doctorado con Aubenque pero siguiendo a Boutang. Conocí en esos años a un pensador original, Alain de Benoist, quien hoy va por los 106 libros publicados. Un ensayista que todo lo que toca, lo toca con profundidad. Un hombre que creó una escuela, el Grece, que durante medio siglo ha sacado discípulos en las más variadas disciplinas y del más variado espectro ideológico. Ante él, un pensador pagano (sic), tuve que recurrir muchas veces a mi bagaje católico para explicarle varias tesis. En una palabra, me comporté como un laico. Como dice el tango: siempre se vuelve al primer amor.

 En 1984 dicto mi primera conferencia en francés en el Palacio de Congresos de Versailles junto con Julien Freund, Guillaume Feye, Pierre Vial y Alain de Benoist: hispanoamérique contre l´Occidente, años después publicada en libro en España con prólogo de Abel Posse. Luego en Brasil y en Italia.
De regreso a Buenos Aires con los títulos de licenciado y doctor en filosofía por la Sorbona me presento a dos concursos y “la intelligensia radical” en ese entonces en plenitud con Nino, Rabossi, Klimosky, Guariglia y Olivieri los declaran desiertos. Voy a ver al decano de filosofía, el buen amigo Rodríguez Bustamante, y me dice: Buela, que quiere, Ud. es peronista.
Me refugio en la UCA donde era decano el excelente profesor esloveno Emilio Komar y mientras él lo fue yo duré, luego me echaron.

Comienza allí mi largo período de “seminarios ad hoc ” que duran hasta hoy. Y así, sin la presión de la burocracia universitaria, vengo desarrollando mi pensamiento en distintos centros y universidades de aquí y de allá: Tierra del Fuego, San Juan, Córdoba, Cuyo, San Luis, Santa Fe, Formosa, San Pablo y Barcelona.
Durante el 85 trabajo sobre el marco teórico de la idea de comunidad organizada tan cara al peronismo y publico: Hegel: derecho, moral y Estado. Al respecto mi viejo maestro don Andrés Mercado Vera, el máximo conocedor de Hegel en Argentina, me escribió: “Usted pone de relieve la soterrada afinidad hegeliana del pensamiento de Perón, así como la depuración popular a la que lo somete, tácitamente, el conductor... alguna vez yo también he intentado indicar esta ignorada afinidad, que mucho ha influido en mi propia toma de posición política... lo incito a que siga trabajando con igual fervor e inteligencia”. Carta del 6 de Enero de 1986.

En el 87 publico un trabajo de largo aliento: Aportes al pensamiento nacional  donde desarrollo una serie de disyuntivas como comunidad o sociedad, norte o sur, liberación o dependencia, democracia liberal o democracia social, nación o constitución, patria grande o patria chica, etc.
En el 88 regreso a la publicación filosófica stricto sensu con El fundamento metafísico de la ética en Aristóteles, nuestra tesis doctoral aumentada y aggiornada.

Y en 1990 aparece mi libro El sentido de América que concentra en él la primera gran meditación de conjunto, donde profundizo mis dos tesis principales: América como lo hóspito y el tiempo americano como un madurar con las cosas opuesto tanto al time is money como al laissez faire.
Los dos años siguientes trabajamos para publicar para el V Centenario Pensadores nacionales iberoamericanos en dos gruesos volúmenes que editó el Congreso de la Nación, que incluyen dos o tres pensadores por cada uno de nuestros veintidós países. Un trabajo de biblioteca no recomendable para los alérgicos al polvo.

En el 93 volvemos a la filosofía y publicamos Epítome de antropología fruto de las clases que veníamos dictando desde la Universidad de Mar del Plata y durante varios años en el Consudec.
En el 94 realizo, junto con el gran Horacio Cagni, un extenso periplo por Europa que comienza por la Sorbona pues allí, según costumbre, fui invitado a un almuerzo para exponer, de manera decontracté,  lo que realicé luego de diez años del doctorado. Estuvieron presentes Aubenque, Boutang, Claude Polin, Claude Rousseau, Pierre Hadot et alii.

Publicamos Ensayos iberoamericanos sobre el ser de América, América como “lo otro”, acerca de la filosofía en y de Iberoamérica, etc. Y ese mismo año nos lanzamos a la aventura intelectual que fue Disenso al sopesar junto con Horacio la experiencia y los contactos europeos que hicimos.
La revista Disenso que se editó en Buenos Aires durante un lustro, desde 1994 a 1999 bajo nuestra dirección, fue la primera revista en el ámbito iberoamericano de metapolítica; esto es, la disciplina que estudia las grandes categorías que condicionan la acción política de los gobiernos de turno. Hoy existe, aunque con otra orientación, la revista Metapolítica editada en la ciudad de Méjico, con la dirección del profesor Cesar Cansino.

Disenso nucleó en su seno a todo un grupo de hombres provenientes de distintas disciplinas y actividades pero que se caracterizaban por una visión no conformista de la realidad. Así llegaron a colaborar: filósofos, literatos, economistas, diplomáticos, artistas, politólogos, historiadores, poetas, políticos, entre los que hubo diputados, ex presidentes, gobernadores. Es decir, se intentó la imbricación entre pensamiento y realidad. En una palabra, pensar la realidad tal como se da, ir a las cosas mismas, diría Husserl, lo que en politología se denomina realismo político.

Fue una revista de carácter hispano o iberoamericano y no “latinoamericana” como machacona y falsamente nos denomina el pensamiento políticamente correcto. Y como tal en cada número escribieron uno o más autores hijos de nuestros diferentes países. Se pudo construir así, o reconstruir, una red de correspondientes que abarcó a todo el mundo hispano o lo que quedaba de él. Tuvimos representantes no sólo en  toda América sino también en Asia, en Filipinas, y en África, tanto en Guinea Ecuatorial como en la República Saharaui en el exilio. La construcción de este tejido de relaciones hizo exclamar a ese gran pensador nicaragüense don Julio Ycaza Tigerino: “El proyecto Disenso, más que una revista, es la manifestación ostensible de que existe un pensamiento hispanoamericano que no imita, y que es singular y genuino. Además mostró la continuidad de un genuino pensamiento hispanoamericano que transitó todo el siglo XX y que tuvo su antecedente más remoto en la revista porteña Dinámica Social (1950-1964) con la que también colaboré”.[3]

Al antecedente de Dinámica Social debemos sumarle en el desarrollo de la temática propiamente argentina la revista Ahijuna (dic.67 a sep.68)[4] que creó y dirigió el historiador Fermín Chávez y al que asistieron, entre otros, Soler Cañas, Pedro de Paoli, Ricardo Caballero, Rega Molina, José Perrone, Sánchez Uncal, Enrique Stieben, A.Saenz Germain. Fue una revista de historia, literatura, filosofía, pensamiento nacional y sobre todo poesía. Sobre la que escribieron: Abelardo Vázquez, Julio César Luzzatto, Leonardo Castellani, Ignacio Anzoátegui, H. Lima Quintana, José M. Fernández Usaín, J. Melazza Muttoni y Gorosito Heredia.

Pese a ser entusiastamente iberoamericana, Disenso intento, con muy buenos resultados, constituirse en un puente entre el pensamiento disidente del Viejo Continente y el de la América profunda. Por las páginas de esta publicación transitaron las ideas de colaboradores españoles, italianos, franceses, alemanes, croatas y de otros lugares, que abordaron temas históricos, de geopolítica, filosofía, economía y critica de la cultura, siempre desde un punto de vista ajeno al pensamiento único y a la homogeneización compulsiva de la globalización. Precisamente, esta característica metapolítica del derecho a la diferencia, se convirtió en un estandarte de nuestra revista. En tal sentido, Disenso representó uno de los nexos más eficaces entre historia (Europa) y paisaje (América).

Como aporte singularmente iberoamericano, Disenso reivindicó las ideas
propias, pero contextualizadas al curso histórico y adaptadas a un
tiempo vertiginoso, defendiendo la correlación entre pensamiento, historia y política. Toda política es histórica en tanto quehacer humano, y toda
historia es política en tanto lo es de hombres, pueblos, naciones, bloques,
es decir culmina en lo específicamente político. En el plano doctrinario,
Disenso hizo suya, pues, aquella conclusión de Nietzsche, cuando señalaba que la influencia del pensamiento sobre el pensamiento era la mejor arma y el principal motor de los procesos históricos.

Esta singularidad y genuinidad se intentó poner de manifiesto en una sección denominada “textos”, donde en cada número se rescataban textos y trabajos de autores ya desaparecidos que conforman el bagaje intelectual  y espiritual más auténtico de la nuestra ecúmene cultural. Sus nombres fueron los siguientes: Nimio de Anquín(argentino); Pedro Henríquez Ureña(dominicano); Rubén Salazar Mallén (méjicano); José de la Riva Agüero(peruano); Roberto Prudencio(boliviano); Mario Góngora(chileno); Alberto Zum Felde(uruguayo); Eduardo Caballero Calderón(colombiano); Ricuarte Soler(panameño); Justo Pastor Benítez(paraguayo), Gonzalo Zaldumbide(ecuatoriano); Mariano Picón Salas(venezolano); José Pedro Galvao de Souza(brasileño); Alejo Carpentier(cubano); Joaquín García Monje(costariqueño); José Cecilio del Valle( hondureño); Alberto Masferrer(salvadoreño); Augusto Cesar Sandino(nicargüense); Juan José Arévalo(panameño); Antonio Pedreira( portoriquense); Ramiro de Maetzu(español) y Antonio Sardinha(portugués).

Si alguien quiere saber qué es y meditó el pensamiento genuinamente americano que siga la obra de estos autores. Políticamente hay de todo pero filosóficamente todos se inscriben en el “realismo político”. Esto es, piensan desde la realidad y no desde prejuicios o preconceptos ideológicos sobre la realidad.
Su difusión y, sobre todo, su distribución se realizó literalmente a todo el mundo. Mediante una artimaña  que no vamos a develar, llegaban hasta setecientos ejemplares a Europa y otros tantos a Nuestra América, e igual cantidad al resto del mundo. Recibimos un apoyo en comentarios y recensiones de revistas alternativas como Hespérides, Tribuna Europa de España; Parolibera, Diorama, Behemonth y Orion de Italia; Eléments, L´Epervier, Résistence, L´Autre Histoire de Francia; The Scorpion de Inglaterra, Synergies Européennes y Vouloir de Bélgica; Criticón y Etappe de Alemania, sin contar con la inmensa cantidad de revistas universitarias que a diario se editan en todo el mundo, una de las cuales y muy buena es la revista de filosofía Dáimon=Daimon, así en griego, de la Universidad de Murcia dirigida por el profesor y amigo Eduardo Bello Reguera. 

En resumen podemos decir que Disenso fue una aventura cultural y como tal interdisciplinaria con vocación de Patria Grande, que se dio a conocer al resto del mundo la existencia de un pensamiento hispanoamericano genuino, diferente al “único y políticamente correcto”. Y en este sentido, el apoyo europeo, en aquello que Europa tiene de mejor, fue fundamental. Se logró constituir así una generación de amigos en la última década del siglo que formamos parte de una familia de ideas, que hoy, lentamente, van recogiendo los mass media: el derecho a la diferencia, la oposición a la homogeneización de las culturas, la crítica a la partidocracia,  a la democracia procedimental y  representatividad política, al monoteísmo del mercado, etc., etc. 

Mientras trabajamos diariamente en la edición de Disenso se publica en España nuestro primer libro Hispanoamérica contra Occidente (1996). En el 98 regresamos nuevamente a la filosofía y editamos Estudios griegos, básicamente, trabajos sobre filósofos presocráticos.
Y en el 99  cuando finaliza la aventura intelectual de Disenso organicé junto con dos entrañables amigos, los doctores Dall Aglio y Pizzolorusso, el congreso “50 años de la comunidad organizada” conmemorando el medio siglo del primer congreso nacional de filosofía de 1949 y que presidieron Alberto Wagner de Reyna y Diego Pró, dos excelentes maestros de filosofía que participaron de aquel primer congreso. Asistieron figuras internacionales de significación como el politólogo italiano Alessandro Campi; el francés Arnauld Imatz; el rumano Bogdan Radulescu, el profesor de la Sorbona Claude Rousseau. Desde la Academia argentina nos acompañó Francisco García Bazán. Se presentaron más de 150 comunicaciones de experimentados y, también, jóvenes militantes-pensadores peronistas, una mejor que otra. Un congreso que se caracterizó por pensar hacia adelante. Todo fue recogido en un volumen ad hoc.

El contacto con Wagner se profundizó de tal forma que ese mismo año cuando me editan en Barcelona Ensayos de Disenso, él me hace el prólogo. Wagner fue el más significativo filósofo suramericano del siglo XX; fue introductor de Heidegger al castellano con un primigenio trabajo: La ontología fundamental de Heidegger. El último existencialista católico del que tengo noticias. Su influencia y el trato con “mi tocayo Wagner” desde el 99, hasta su muerte en 2006 ha sido profunda. Nos vinculó el interés por Aristóteles y Heidegger. Al par que nuestro común bagaje espiritual enraizado en el cristianismo.
En estos Ensayos de Disenso aparecen no solo todos mis artículos publicados en la revista sino también mi largo trabajo sobre el desencantamiento del mundo. En el 2000 aparece La taba y otros asuntos criollos, que tienen que ver más con nuestra ubicación social-existencial en la sociedad argentina que con el juego mismo, aun cuando yo soy tabero para escándalo de algunos de mis amigos.

En el 2002 retornamos a la filosofía con Metapolítica y filosofía, donde perfilamos ya definitivamente nuestra doble actividad, sea como filósofos sea como metapolíticos. El trabajo fue prologado y presentado en el poderoso sindicato de Luz y Fuerza por Monseñor Aguer quien escribió: “Alberto es un metafísico y no cualquier pensador llega y se mantiene en las alturas de la
metafísica, pero él es un filósofo de Chiclana y Boedo y también se ha ocupado de cuestiones muy prácticas para desmentir aquella sospecha de que el filósofo anda por las nubes y se cae en el pozo. Su incursión en la filosofía práctica y su cultivo reciente de la metapolítica me parece que lejos de desmentir su condición de metafísico, al contrario, su capacidad metafísica le acredita para que su incursión en la metapolítica no sea puro macaneo sino que sea efectivamente la apertura de un nuevo espacio del conocimiento interdisciplinario en el cual se vayan profundizando, identificando categorías que fundamentan la acción política.”

En el 2003 creamos junto con los sindicalistas Moyano, en ese entonces secretario general de la CGT y Piumato de judiciales el CEES (Centro de estudios estratégicos suramericanos) que funciona aun hoy en la sede de la Cgt, con el que realizamos congresos, encuentros y publicaciones y participamos en los foros internacionales. En el CeeS participaron y participan, entre otros, geopolitólogos y metapolíticos extranjeros como Alexander Dugin, quien viajó dos veces desde Rusia, Alain de Benoist de París, Nilo Reis de Feria de Santana-Brasil, Ruiz Portella de Madrid y argentinos de nota. De los trabajos realizados se destaca La teoría del rombo, que presentamos en el Foro Social de Porto Alegre.

Pasan tres años de plomo para nuestra superviviencia que se hicieron muy duros, prácticamente sin recursos, nos cierra todas las puertas el progresismo kirchnerista, una especie de socialdemocracia con chiripá. Vivimos de los cursos privados a salto de mata. Pero en el 2005 podemos publicar finalmente nuestra Teoría del Disenso, con un estudio introductorio de pensador Primo Siena quien ubica  nuestro Disenso como la contrapartida, en el lugar justo del enfrentamiento, con la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt.
Y recién en el 2007 un grupo de sindicatos denominado “grupo abasto”, con Oscar Silva del sindicato de vendedores ambulantes a la cabeza, nos edita Notas sobre el peronismo, que viene a resumir nuestra experiencia de treinta o más años dentro de este movimiento político. En el 2008 publicamos Pensamiento de ruptura, por aquello de Platón: “la filosofía es ruptura con la opinión”. Libro que contempla tres partes: 1) filosofía en sentido estricto. 2) filosofía práctica y 3) filósofos argentinos postergados. Con un último y extenso trabajo sobre Despliegue del pensamiento americano y una entrevista que me realizara Alain de Benoist.

En el 2009 nos mantenemos firmes en el terreno de la filosofía sale el libro Los mitos platónicos vistos desde América  y como un mentís a la tesis de Hegel que “el espíritu no alumbró en estas tierras de Suramérica”  lo realizamos del otro lado del río Salado, del Salado interior, a partir del cual comenzaba la verdadera Pampa, la tierra de indio y del gaucho. El desierto como decían nuestros abuelos. Pero de esto, los gringos no saben nada.
En el 2011 me publican en Italia un libro junto a los profesores  Cumin y Pietropaoli: Carl Schmitt: diritto e concretezza, Ed. Insegna del Veltro, Parma. Y en España Disyuntivas de nuestro tiempo (ensayos sobre metapolítica) en donde tratamos las siguientes posiciones: homogeneización o identidad, Mundo único o regiones culturales, Crisis o decadencia, Derechos humanos o derechos de los pueblos, Multiculturalismo o interculturalismo, Memoria o historia, Pensamiento único o pensamiento disidente, Decrecimiento o progreso, Consenso o disenso Y pluralismo o unitarismo.

Como este libro fue editado por Barbarroja en Madrid, la misma editorial que en el 96 me publicó Hispanoamérica contra Occidente, con prólogo de Abel Posse, viajé a España, Portugal y Francia donde durante un mes y pico dicté 14 conferencias entre Madrid, Oviedo, Barcelona, Zargoza, Toledo, Coimbra, Lisboa, Paris y Aix en Provence. Me reciben centros de estudios como la Escuela de filosofía de Oviedo dirigida por el último gran filósofo español, Gustavo Bueno; Claude Polin lo hace en París, Margarita Mauri y Romero Baró en la Universidad e Barcelona, Quintín Racionero en la Universidad a Distancia de Madrid, Navarro Cordón en la de Madrid, el elenco de la revista Finis Mundis de Portugal. Dicto en la Sociedad Iberoamericana de Periodismo junto a González Torga y otra junto a ese gran pensador español que es Javier Esparza. Dije, como americano, lo que tenía que decir tanto en filosofía como en política. Puedo decir que no fui un perro mudo en Europa.
De regreso a Buenos Aires comencé, junto con el filósofo Silvio Maresca, quien fuera director de la Biblioteca Nacional, charlas de filosofía por Internet en  www.canaltlv1.com.ar Llevamos más de 120 programas que continúan hasta la fecha, mientras sigo con mis cursos y seminarios, aun cuando hace poco que me jubilé.

En 2013 publiqué un grueso volumen Sobre el ser y el obrar con un epílogo del investigador Roberto Walton, seguramente el mayor conocedor de Husserl en lengua castellana. Se hizo la presentación en dos lugares que suenan antitéticos, pero pintan un poco este doble camino que hemos transitado; la Academia Argentina de Ciencias y en la CGT.
En 2014, la cabra vuelve al monte, y publico: Iglesia: una visión profana, como prólogo del jurista Luis María Bandieri. Trabajo donde intento rescatar la función que cumple Francisco en una visión metapolítica de la Argentina. Así como los avatares de los últimos papados, los del preclaro Ratzinger y el santo varón Woityla.

En este mismo año la Universidad de La Guajira en Colombia me publica el escrito festivo por la proximidad a mis 70 años en la revista Entretextos N° 14-15, enero-dic. 2014. El homenaje lo dirigió el filósofo venezolano Álvaro Márquez Fernández de la Universidad de Zulia bajo el lema: Alberto Buela; del discurso crítico al disenso dialógico. Y participaron profesores como Romero Baró (Barcelona), Andrade Castro (Zulia), Romer Portillo (Costa Rica), Alexander Villacian (Curitiba) et alii.
En 2015 viajé otra vez a Europa por unas entrevistas de televisión en TV Liberté de París, dicté mi seminario sobre Aristóteles en la Universidad de Barcelona y concluí con una mesa redonda en la Universidad Ceu-San Pablo junto con Aquilino Duque, Javier Esparza y el eminente Dalmacio Negro Pavón sobre El sentido de las ecúmenes culturales fue el tema.

En el 2016 me publica la editorial Fides de Barcelona, que de hecho es la continuación de la editorial Nueva República que me publicó en el 99 Ensayos de Disenso, la versión aumentada y corregida de mi Teoría del Disenso con prólogo del investigador y politólogo Horacio Cagni.
En el 2017 viajé a donde presenté mi libro Teoría del Disenso que presentó mi muy buen amigo y pensador García Contell, y el de la editorial Eas, Notas sobre el peronismo.
Luego viajé a Santo Domingo de la Calzada-La Rioja-España por una conferencia magistral en el teatro de la ciudad, en el marco del Congreso internacional sobre la lengua, organizado por el jurista Antonio García Trevijano. Se realizó durante dos días (21 al 23/7/17) y mi conferencia se tituló Sentido metapolítico del castellano o español. Ante mi asombro fue la conferencia con mayor número de asistentes que dicté. Mi editor catalán, Juan Antonio LLopart, vendió todos los libros que llevaba.

Me quedé unos días en la casa de don Antonio. El hombre tenía 90 años y estaba con sus sobrina la condeza de vaya a saber de qué. El mismo era noble y descendiente de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, y en una de esas tardes de verano debajo de una fresca galería y entusiasmado por mis charlas, tomó una espada y me ungió “Conde de los Andes”. ¡Chupate esta mandarina!
En el 2018 me publican en Italia L´Ispanoamerica contro l´Occidente, Ed. Novaeuropa, Milano, con un horrible prólogo del embajador de Venezuela allí. Un prólogo lamentable que me enojó fiero con los editores, unos “tanos farabutes” a los que nunca más les dirigí la palabra. Unos verdaderos “chantas”.

Mirado a la distancia y en una secuencia de casi cincuenta años desde la primera a la última publicación, si es que los libros pueden encerrar todo lo que uno ha pensado, observamos un zigzagueante periplo que va de la filosofía a los problemas sociales y políticos, de la filosofía a la metapolítica, que al final se queda con las dos disciplinas imbricadas.
En el 2019 publico yo mismo Prologuistas del arkegueta en donde reaparecen todos los prólogos a mis libros en homenaje a mis prologuistas y epilogistas: Meinvielle, Gorrini (desaparecido), Posse, Pereyra, Bandieri, Tonelli, Aguer, Duque, Wagner de Reyna, Siena, Cagni, Walton, Caturelli, Claudio Díaz, Maresca, Silva y Borda.

En este año del 2020 están en prensa, demorados por la pandemia del coronavirus, en España Virtudes contra deberes, que lleva el prólogo del eminente Dalmacio Negro Pavón,  y la segunda edición de Pensamiento de Ruptura. Y en Argentina la segunda edición de Teoría del disenso, en una editorial creativa y disidente como lo es ediciones Nomos. Que agrupa un conjunto de jóvenes estudiosos de la filosofía y la política.

Recapitulando, es muy poco lo que hice como laico porque en mi tiempo de producción y vida intelectual -del Vaticano II al presente-. La Iglesia como institución terrenal fue por un lado y yo por otro. Preferí como Franz Brentano en su tiempo, ante el descalabro del Vaticano I, dar un paso al costado para no escandalizar. A lo mejor hice “acción católica” sin darme cuenta por aquello que Dios escribe derecho en líneas torcidas, pues siempre consideré al pueblo organizado como principal sujeto en mi meditación política, tanto en su religiosidad popular como en sus opciones políticas. Me ocupé de las organizaciones libres del pueblo, sobre todo del trabajador, no como una figura de la historia al estilo de Jünger, sino como una realidad que merecer defenderse. No cuestioné ninguno de los dogmas y busqué que se practicara la oración para que podamos integrarnos a “la comunión de los santos” que forman el Cuerpo Místico de Cristo.

Cuatro son los temas que se han llevado todos nuestros esfuerzos intelectuales: la teoría del disenso, la América como lo hóspito, la metapolítica y la teoría de la virtud. Esperemos vivir cincuenta años más para poder duplicar el esfuerzo, pues como afirmaba Roberto Arlt: solo la prepotencia del trabajo vence la adversidad en las sociedades dependientes como la nuestra.
Finalmente, si alguien busca inscribirme en una corriente filosófica en Argentina que lo haga dentro de aquella que buscó la formación de una conciencia nacional y trabajó sobre la singularidad americana, en la línea de  maestros y filósofos como Alberini, Guerrero, de Anquín, García Astrada, Gonzalo Casas, Máximo Chaparro o Silvio Maresca. A ellos podemos agregar hoy una docena de muy buenos jóvenes profesores.



(*) arkegueta=aprendiz constante. Es una traducción libre porque arjé es principio y geuo es tentar, experimentar, lo que daría el que experimenta con los principios o, mejor aun el que va tentando con uno u otro principio, tarea que yo asocio a aprendiz. En fin, es una arbitrariedad como tantas otras, que a mi me complace. Porque eso de auto titularse filósofo me parece muy rimbombante.




[1] Lo de Gera (1924-2012) fue más oral que escrito, sin embargo se han publicado dos tomos con la reunión de sus escritos por editorial Ágape, Bs.As. 2006/7. Dos son sus tesis principales: la crítica al clericalismo: “la Iglesia y sus problemas no son una cuestión de curas sino de todo el pueblo de Dios” y la recuperación de la “religiosidad popular.”

[2] Eggers Lan (1927-1996) participó del diálogo de católicos y marxista 62-54 con León Rozitchner. Las consecuencias lejanas de este diálogo las vemos en los destinos de los hijos de Eggers y de Rozitchner, los del católico, fueron asesinados por la dictadura militar 76-83, y el del marxista terminó siendo asesor filosófico del liberal Macri. Moraleja, la candidez de la paloma siempre es vencida por la astucia de la serpiente. Si Dussel prestara atención a esta sabia moraleja no se jactaría de haber vivido en el Israel, Estado que hace medio siglo somete a genocidio al pueblo palestino.

[3] Dinámica Social fue fundada y dirigida por el italiano Carlo Scorza. Se editaron 150 números desde septiembre de 1950 a octubre de 1964. Fue la única revista trilingüe (castellano, francés e italiano) que se editó en América del sur. Entre su colaboradores habituales extranjeros se destacaron Vintila Horia, G. Ucastescu, Pablo Antonio Cuadra, Manuel Fraga Iribarne, Paul Berger, Julio Icaza Tiberino, Pierre Daye, Carl Schmitt, Gino Miniati, Ramón de la Serna, Galvao de Souza, J. Osorio Lizarazu, Giorgio del Vecchio, F. Marionescu, Ploncard D`Assac, Gaëtan Bernoville, Drieu la Rochelle, Henri de Man, Charles Maurras, Alexis Carrel, Luigi Villari, Origo Vergami, Walter von Brüning, etc.
[4] El término ahijuna tiene una larga tradición argentina. Nace en pleno contrapunto entre federales y unitarios allá por 1830. La encontramos en los cielitos de El torito de los muchachos de Luis Pérez. Y con José Hernandez, el autor del Martín Fierro se pluraliza: ¡Ah! Hijos de una y gran puta. Así apocopado queda: Ahijuna como exclamación genuinamente argentina.